Capítulo 33.

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Después de aquella escenita donde perdí lo que juré perder hasta el matrimonio, regresé a la sala donde estaban Gerardo y Fátima comiéndose el pollo. Yo ya había comido polla, así que no tenía apetito. Les dije que saliéramos un momento para que me dijeran si mi puerta tenía moho solo para que Ian aprovechara y saliera por la ventana para que no se quedara en mi cuarto encerrado durante un largo rato. No se fue sin antes llevarse mis sábanas y mostrarme con una sonrisa cariñosa que estaban manchandas de sangre. Me sonrojé y casi le grito, pero me acordé que estaban mis compañeros a lado de mí. Una vez ellos me miraron como que estaba loca por enseñarles un diente de león, volvimos a entrar y ahora, ya tenía ganas de comer. Fue un momento agradable donde seguimos riéndonos y platicando. Ellos me preguntaron mil y un veces si Ian era verdaderamente mi vecino y que si podían quedarse a dormir para corroborar si era alguna estrella de noche. Obviamente les dije que sí para verme educada pero realmente no los iba a dejar. Ian era solo para mí y mi rencor.

Una vez terminamos de comer, comenzamos con el proyecto de la clase de Diego. Ellos comenzaron ahora a decir que Diego también tenía un cuerpo muy escultural y que definitivamente él tenía cosas que ver con el mundo del entretenimiento para adultos. Yo no quise tocar el tema, así que les dije que termináramos eso de una vez porque me estaba doliendo la cabeza. Sin distracciones, logramos terminar en una hora y media.

Se fueron y después de que se hayan ido, limpié donde habíamos comido, lavé los platos y me fui a mi recámara a acostarme. Después de haber perdido mi virginidad, me sentía completamente rara. Sentía una sensación fantasma del pene de Ian dentro de mí y punzadas de dolor. Ahora que estaba tranquila, también podía asimilar bien el hecho de que ya no era virgen y que, viéndolo desde otro punto de vista, ya le pertenecía a Ian... pero realmente él me pertenecía a mí. Él era solo mío. Así que para poder corroborarlo y quitarme la sensación fantasmal, salí por mi puerta en dirección a su casa.

Como había dicho anteriormente, vivía en casas compartidas donde en total eran cinco. No sabía muy bien cuál era la de él, así que opté por empezar por la de hasta arriba, puesto que era la más abandonada porque era la única que no tenía otra casa alado, y teniendo en cuenta de que Ian era un cliché, de seguro preferiría la soledad antes que la compañía. Cuando me abrió un chico estúpidamente guapo y me dijo que vivía en la de abajo a la derecha, me sentí una juzgona de mierda.

Toqué la puerta con mis nudillos y en cuestión de segundos, Ian abrió la puerta. Literalmente su casa estaba nublosa por tanto humo de tabaco. Había música de fondo pero sonaba más bien como una orquesta que como lo que regularmente escuchaba que rompía tímpanos.

Iba vestido con una camiseta de tirantes, unos pants y estaba descalzo. Me miró y sonrió, mostrándome su piercing y exhalando todo el humo por la nariz. Fue esa escena la que me motivó a hacer lo que hice: besarlo.

No dejé que ni hablara, simplemente lo besé y lo obligué a entrar a la casa. Sabía demasiado a tabaco pero no me importó, me importó más el tenerlo otra vez dentro de mí. No me fijé obviamente en sus decoraciones, solamente me enfoqué en besarlo y tumbarlo boca arriba sobre un sofá aterciopelado de color café chocolate. Él me miró sonriente.

-Eres una cachonda –ronroneó.

-Como no tienes idea –me lamí los dientes y él gimió.

-Y eres cachonda nada más conmigo? –preguntó un tanto intimidado de la respuesta.

-Pues claro –pendejo. Quise decirle pero me lo ahorré -¿a quién le acabo de dar mi virginidad?

-Oh cielooos –se estremeció y me robó un beso –me vuelves loco.

Por lo poco que pude ver, noté su piso de madera clara y todos sus muebles eran de madera color chocolate. Librero, comedor, mesas, burós, todo era del mismo color. Me acerqué a él por en medio de sus piernas y lo volví a besar. Cuando le toqué el paquete por encima de la tela, él me detuvo.

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