Capítulo 42.

4.4K 240 28
                                    

Desperté sola en mi cama. Ian había dormido conmigo mientras veíamos las locuras del emperador. Amaba esa película, no supe por qué me había quedado dormida pero así fue.

Me levanté de mala gana para cambiarme e ir a la escuela. Eran las 6:50 de la mañana, así que tenía diez minutos para bañarme y llegar. Me bañé en cinco minutos y me puse un vestido sin hombros ni cuello con escote de princesa y de la falda era muy pomposo. La falda era negra y encima tenía una tela tul con flores tintas bordadas por todas partes. Era uno de mis vestidos favoritos de Guess. Me agarré mi cabello en dos chongos y unos mechones sueltos. Las palabras de Ian todavía no me elevaban lo suficiente el autoestima. Me pinté los labios de tinto para combinar con las rosas de la falda. Me puse unos tacones de plataforma negros y una vez me perfumé, salí de mi casa.

Llegué a la escuela a las 7:10. Toqué la puerta del salón de Ian y asomé mi cabeza abriendo la puerta.

-¿Puedo pasar, maestro? –pregunté sonriendo con timidez.

A él se le iluminó el rostro. Estaba guapísimo vestido con una camiseta blanca entallada, unos jeans de mezclilla y un par de Adidas deportivos. Me sonrió muy disimuladamente.

-Puede pasar, señorita Evans –me invitó y yo abrí la puerta completamente, revelando mi conjunto.

Ian literalmente gimió al verme con la cara descompuesta. Mi falda era corta pero igual de pomposa que un tutú de una bailarina de ballet. Así que pasé dando pasos firmes aunque la reacción de Ian logró prender en mí llamas que temía que no se apagaran hasta que él me tocara.

Visualicé a Ernesto, quien llevaba una camiseta de una caricatura anime. Tenía demasiados collares de cadenas, unos jeans cargo igaulemente con cadenas y argollas y unas botas de plataforma. Tenía los ojos con un delineado en forma de flamas.

Pasó por a lado de él sin saludarlo ni voltearlo a ver. Él tampoco hizo nada para saludarme y cuando me senté a su lado, no nos volteamos a ver para nada. Ian nos miró a los dos y vi cierta culpabilidad en sus ojos.

-Bueno, hoy no hay clase –anunció Ian y todos celebraron –hay examen.

Sentí mi presión bajarse como si estuviera en un juego mecánico. Nunca había estado menos preparada que ahora. O sea, literalmente el fin de semana me pasaron demasiadas cosas para acordarme de lo que sea. Todo fue tan rápido... no era posible que me concentrara.

Ian comenzó a repartir los exámenes y cuando me dio el mío, me susurró un: buena suerte, apenas audible. Sonreí y le agradecí.

Cuando vi la primera pregunta del examen, me di por muerta. Oh, era solamente poner mi nombre. Qué dramática era a veces. Bueno, ahora sí leí la primera pregunta y no tenía idea de qué rayos contestar. Me pasé a la dos para no estancarme en la otra y tampoco supe... de treinta preguntas solo supe dos. Era un buen momento para llorar.

Vi a Ernesto muy discretamente y noté que él también estaba batallando. Vi a Gerardo y Fátima y noté lo mismo. El examen estaba muy difícil, por Dios. Era opción múltiple pero las respuestas eran tan similares que todas parecían correctas.

Pasó hora y media. Todos ya se habían ido menos yo. Ian estaba calificando los exámenes en voz baja. Solo se escuchaban las hojeadas que él les daba y la pluma rayando las hojas.

-Tiara... perdón, ya se acabó tu tiempo –me avisó Ian con voz suave.

-Oh, está bien –contesté con voz quebradiza. Solo contesté veinte y probablemente mal. Reprobaría de seguro.

Me paré y se lo entregué. Él lo tomó y yo morí de vergüenza cuando vi que comenzó a hojearlo y notó que había muchas preguntas sin contestar.

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora