Capítulo 36.

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Ambos nos separamos para mirar al señor. Era un señor gordo, con una barriga exagerada. Vestía con botas de vaquero, jeans de mezclilla y una camisa de manga corta fajada entre sus jeans. Nos sonrió enseñándonos sus amarillentos dientes con algunas coronas en ellos.

-Hola, tío Rubén –Ian lo saludó desganado.

-Me alegro de saber que sí eres un hombre –le dio una palmada demasiado brusca en el hombro –Ahora sí perteneces a esta familia. Este bombón te dio un pase para serlo.

Me sentí completamente nauseabunda. ¿Qué se creía este sujeto? Me miraba de pies a cabeza con lujuria, lascivia y cualquier otra forma irrespetuosa. Me levanté para que no me viera por encima, sino a su altura. Era más alto que el papá de Ian pero con mis tacones, estábamos a la altura. Lo reté con la mirada y él se percató de eso.

-Uy, eres una mujer atrevida que necesita ser enseñada –se rió y me llegó el aliento con aroma a cigarro. Casi vomito.

-¿Disculpe? –pregunté frunciendo el ceño.

-Tiara, él es mi tío Rubén –intervino Ian lo más rápido que pudo –Tío, ella es Tiara, mi novia.

-Qué gusto conocerte –me tomó de la mano sin mi permiso -¿no tienes verga, verdad? Porque a Ian le gustan así.

Abrí la boca ante el impacto y él se echó a reír muy estrepitosamente. Quise quitar mi mano pero él me la sostuvo con firmeza que me estaba lastimando.

Miré hacia atrás de él y vi que estaba una señora con ojeras y un bebé en mano. Se veía cansada, muy cansada y al borde de desmayarse. Me sonrió muy, muy discretamente.

-Gloria, vente, vamos a sentarnos –ordenó el viejo asqueroso y ella dio algunos pasos sigilosos mientras arrullaba al bebé -¡Gloria, rápido!

Ella se apresuró y se puso a lado de él. El bebé comenzó a llorar y Gloria lo arrulló con más prisa.

-Calla a ese bebé, ¡Cállalo! –ordenó y Gloria lo arrullaba mientras le cantaba en voz baja -¡Qué lo calles!

-Oiga, no le hable así –intervine y literal hasta el bebé se calló. Un silencio sepulcral. Ian me agarró de la mano y me comenzó a jalar para que me pusiera detrás de él. Pero yo no era ninguna mujer que se ponía detrás de ningún hombre. Yo no era como Gloria. Me paré todavía más enfrente, retando a ese viejo asqueroso.

-¿Cómo me hablaste, perra? –preguntó retándome.

-Que no le hable así. ¿Quién se cree que es para hablarle así a una mujer? –pregunté alzando la voz –si tanto le molesta el bebé llorando, arrúllelo usted.

-¿Quién me creo yo? Me creo el sexo superior –dijo y literalmente, me escupió una flema en mis tacones. Esa fue la gota que derramó el vaso.

Sin poder evitarlo, le solté una tremenda cachetada que resonó en todo el patio. Todos ahogaron un grito ante aquel gesto e Ian me agarró de la cintura y literalmente me levantó y me llevó adentro de la casa mientras el hombre me gritaba insultos. Yo no era una chica que se iba a quedar callada, así que me quise zafar de Ian para poder golpearlo otra vez por machista.

Ian no me soltó hasta que estuvimos en un cuarto que estaba en el piso de arriba. Era un cuarto pintado completamente de azul grisáceo y tenía un librero con algunos libros que reconocí y otros que no. Tenía un buró con algunas lociones masculinas y en la cama había una colcha con estampado de naves espaciales. Ian me soltó en la cama con suavidad.

-¿Qué te pasa? –preguntó Ian entre enojado pero a la vez, impactado de lo que había hecho.

-Ese imbécil no me va a hablar así –grité esperando que me escuche aunque la puerta estaba cerrada.

TiaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora