Morir Joven (2020)

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Los árboles han perdido sus hojas,
las madres lloran a sus hijos.
Pero siguen sin entender que está pasando,
no encuentran el motivo de su cansancio,
y mucho menos porque no despertaron más.

Los han encontrado en el baño,
en sus camas recostados,
algunos tirados en el caliente asfalto,
y otros flotando, como si los ríos
fueran toboganes hacía el mar.

Unos cuántos tienen puesta una corbata
que les aprieta mucho el cuello,
por alguna razón, sus pies no tocan el suelo.
Caso contrario pasa, con aquellos que
dieron un gran salto sin saber volar.

Decoran las ramas de los árboles,
aún sin siquiera ser navidad,
sus cuerpos inmóviles yacen a merced del tiempo,
no hay expresión en sus caras,
están durmiendo, eso quieren pensar.

El descanso eterno, ha sido alcanzado,
pero nadie te vendrá a contar,
como ha sido o que ha pasado, no importa mucho. Diremos que están en un mejor lugar,
total, ellos ya no volverán.

¿Qué nos ha llevado a esto? Estamos lejos de mejorar.
Es clara la falta de empatía,
ignoramos cada detalle de lo que acontecia,
cuando aquella persona hablar con alguien quería,
que nos busco pidiendo ayuda, pero solo la tratamos mal.

"No es mi decisión, no es lo que quería"
decía una de las notas de los que se despedían.
Con un nudo en la garganta lo leía su madre,
aquella que nunca hizo caso a lo que su hijo padecía.

Y aquel monólogo de los cien mil por qué
no los iba a traer de vuelta,
cuando el dolor te llena, solo ahí te das cuenta,
de qué no era broma, y que hiciste caso omiso a las alertas.

Los golpes de pecho, esa frase de "llévame también"
o la pregunta que Dios no te resolverá:
"¿Por qué no a mí en vez de a él?"
Todo será en vano, las oportunidades estuvieron,
pero aquellos pobres diablos fueron ignorados.

Su recuerdo es lo que queda,
pero con el tiempo solo será un retrato,
se te olvidará su voz, incluso como fue su tacto.
La vida no importa tanto, cuando no se disfruta,
la muerte es una solución fácil, quizá por eso le llaman puta.

Nadie notó lo mucho que le costaba sonreír,
lo veían bien, pero se obligaba a ser feliz.
Su mente distorsionaba el mundo,
y nadie lo escuchaba decir:
"Necesito ayuda, ya ni siquiera puedo dormir"

No logró alejar sus deseos de morir,
esa voz nunca se fue, él no pudo huir.
Nadie lo escuchó cuando contaba lo que pasaba,
ni leyó o prestó atención a lo solía escribir,
solo esa voz que le decía que para descansar,
debía aumentar la dosis.

Era un tipo colérico, difícil de calmar.
pero no era más que un pobre enfermo
al que nadie quiso tratar.
Vivió sus últimos años encerrado,
ni el sol volvió a ver su rostro.

Se encontró en el lugar
lo que parecía ser una carta de despedida,
nada más lejos de la realidad.

"Que nadie vea lo que hiciste, ve a subir la cumbre,
no habrá podredumbre, pues el mal tiempo viene ya.
El invierno todo cubre, la fría soledad no toca el timbre.
¿Está tu casa preparada para la próxima tempestad?

Tranquilo, ahora me tienes a mí,
solo salta y volaremos juntos,
te aseguro que Dios detendrá tu caída,
nos iremos lejos, muy lejos de este mundo.

Es hora de despertar"

Poesía BastardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora