Capítulo 02 | La invitada desconocida

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"Señor, hemos recibido informes que en la ciudad de Nueva York estamos recolectando bajas constantemente por los sujetos del diamante negro. Ayer, uno de los edificios encargados de trasladar los paquetes fue destruido por completo. Toda la mercancía y personal que administraba el sitio se perdieron... Incluyendo a Dimitri".

"Era de esperarse que Dimitri muriera tarde o temprano, era un marica... En cuanto al responsable de todo eso... ¿se sabe quién fue?".

"No, señor. Las grabaciones de las cámaras fueron interceptadas al momento de que comenzó el ataque, ninguna consiguió grabar nada de lo que ocurrió".

"Dices que fue obra del diamante negro, ¿correcto? ¿Cómo lo sabes? ¿Qué te hace pensar que son ellos?".

"Sí, señor. A las mismas horas que se produjo el incidente: la policía estaba siguiendo a una furgoneta gris con dos hombres pertenecientes a ese clan".

"¿Tienes alguna imagen de esos dos?".

"Sólo de uno, al otro nadie lo logró ver en ningún momento".

"De acuerdo... muéstrame, lo quiero ver".

La densa pantalla de humo se disipaba lentamente en la habitación, escapándose por una ventana abierta yaciendo en una pared que le brindaba una pequeña iluminación al cuarto oscuro, en el que dos hombres charlaban con serenidad, con un tono bajo de voz. Uno de ellos llevaba un seco de un color azul oscuro y se encontraba de pie frente a una mesa que, a su vez, estaba frente al otro individuo, sólo que este se sentaba sobre los cojines de un cómodo sofá negro, con una copa de whiskey en una mano y con un cigarrillo entre los dedos de la otra. Tenía unos tatuajes en sus brazos marcados, una cabellera corta que al igual que sus ojos: eran de un tono café oscuro poco llamativo, con unas pocas canas resaltando su color base. En cuanto a su vestimenta; era algo semiformal: camisa blanca abotonada hasta el pecho y de mangas largas que mantenía remangadas hasta sus codos. Con una corbata negra desacomodada colgando del cuello, además de unos pantalones de vestir y unos zapatos con tacones cortos de vestir, cada una de estas prendas de un color carbón.

En cuanto al otro hombre, tocó un par de veces la pantalla de una tableta en sus manos, tableta que colocó al poco tiempo sobre aquella mesa, junto a la botella casi vacía del whiskey, una pistola SIG-Sauer P226 y otro cigarro en perfecto estado.

"¿Es él?", preguntó el de la corbata, detallando la imagen de un chico con ojos esmeraldas, usando un tapabocas oscuro y con un mechón de su liza cabellera azabache cubriendo su pálida frente.

"Sí, señor, esa era la apariencia que tenía uno de los dos sospechosos que seguían los agentes", respondió el otro.

Unos segundos más pasaron en total silencio, en el que el de la corbata dio un sorbo a su bebida cristalizada luego de darle una última bocanada al cigarrillo entre sus dedos para dejarlo en un cenicero, que también se hallaba sobre la mesa de madera. Y con una corta sonrisa, habló, con el poco humo que le otorgó el cigarro saliendo de su boca de a resoplidos cortos:

"Bien... Ahora, quiero que contactes con todos los soldados que se encuentran en Nueva York. Envíales la foto de este gilipollas y diles que quiero que estén alertas en cada rincón de las calles hasta encontrarlo. Y cuando lo tengan, házmelo saber. ¿Quedó claro?".

El hombre del saco azul asintió, sin rechistar, tomando nuevamente la tableta en sus manos. Acto seguido; el sujeto hizo una reverencia ante su superior y le respondió, dando cortas pisadas en retroceso.

"Sí, señor... Ya mismo haré lo que me pide, así que con su permiso... Debo retirarme".

Y cruzó la puerta, abandonando al sujeto de los tatuajes y la corbata, que, con suma tranquilidad, encendió el otro cigarrillo de en la mesa, empezándolo a fumar serenamente, teniéndolo entre sus labios, sin dejar de sonreír en ningún momento, teniendo su tranquila mirada fija en el exterior, que podía contemplarse tenuemente al otro lado de la ventana, por donde se escapaba el humo.

El Diamante Negro | Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora