Un par de camionetas y una motocicleta oscura poco a poco se detenían casi llegando a una extensa pista de aterrizaje para aviones, donde el jet privado del diamante negro y Damián, el conductor del mismo; los esperaban pacientemente en uno de los extremos de la pista. De los vehículos, al poco tiempo descendieron los susodichos gánsteres, y, andando con el equipaje, se dirigieron hacia la aeronave y el piloto. No obstante; cuando los gemelos se acercaron a Damián, pudieron darse cuenta al instante que algo le sucedía: se miraba nervioso, tenía una falta y extensa sonrisa esbozada en su rostro pálido y frío como cadáver. Sus manos temblaban, y el ritmo constante con el que palpitaba su corazón era tan veloz que él mismo podía escuchar los latidos junto a un tenue chillido insoportable retumbando en sus tímpanos.
"¡Hola, Damián!", le saludó Lei, con una larga sonrisa, dándole un muy leve y corto abrazo al individuo. "¿¡Qué tal estás!?".
"¡Hey, señor!", contestó Damián, ampliando la sonrisa yaciente en su rostro pálido, y correspondiendo al tacto ajeno por un leve instante, en tanto los demás integrantes del grupo gánster abordaban la aeronave a sus espaldas. "¡Todo está bien, gracias!".
"¿Seguro, hombre?", cuestionó Lei, ajustando la corbata del individuo a su cuello. "Porque llevas muy mala pinta".
"S-Si, señor, nada de qué preocuparse", contestó Damián. "Todo está bien. No desayuné, ni cené anoche, es todo. Por eso llevo tan mal aspecto hoy".
"Uh, eso tiene más sentido", respondió Lei, dando un paso en retroceso y llevando sus manos por detrás de su espalda, echándole una rápida ojeada a toda su vestimenta antes de cerrar los ojos y ladear su cabeza ligeramente a un costado. "Come algo en cuanto tengas tiempo o lo pasarás fatal".
"Si, señor...".
Ler, mientras tanto; rodeaba al hombre con disimulo. Detallaba al momento cara una de sus prendas y atributos: zapatos, pantalones, camisa y saco, un reloj dorado en su muñeca izquierda, un anillo con un rubí incrustado en él, situado en su dedo medio, y poco más. En un instante, el pelinegro pudo percibir un leve olor a tabaco, y pudo ver que la camisa blanca del piloto había una gran mancha café, desteñida y muy seca, a pesar de que todo el resto del traje elegante que llevaba se miraba limpio e impecable.
"Uh, ¿has estado fumando?", dijo Ler, ladeando su cabeza a un lado, deteniéndose junto a él y viéndolo directamente con una ladina sonrisa. "Estás loco si fumaste sin haber comido nada".
Damián no contestó, quedó en silencio, observando al gemelo menor de reojo, teniendo una diminuta gota de sudor recorriendo lentamente su frente.
"Ler, déjalo tranquilo", habló Lei, mirando a su hermano con su simpática y jovial sonrisa, comenzando a caminar hacia las escaleras que subían a la entrada del jet.
"¡¿Qué?! ¡Sólo hice un comentario, nada grave!", replicó Ler, siguiendo al mayor con pasos calmados detrás de él.
"Ya, ya. Subamos al jet".
Una vez solo; Damián, echó un largo y pesado suspiro de relajación al aire, cerrando sus ojos y escuchando en uno de sus oídos como la voz del detective le hablaba por un pequeño pinganillo que se hallaba en uno de sus oídos:
"¿Todo bien, te descubrieron?", dijo.
"No, no. Todo está bien, detective", contestó Damián, en voz baja, secando el sudor de su frente con un pequeño pañuelo que sacó de su bolsillo.
Los hermanos, para ese momento se habían detenido en la entrada al jet. Miraban al piloto de reojo, con expresiones serias e indiferentes en sus rostros.
"Lo notaste, ¿cierto?", comenzó Ler.
"Sí, sí. Algo anda mal", respondió Lei, hablando en voz baja.
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El Diamante Negro | Volumen 1
General FictionLei, un ex-detective que trabajaba para una agencia de policía, tras la inminente traición de su ex-mejor amigo y compañero de trabajo, Eddie; decide convertirse junto a su hermana gemela, Leia, en el líder de un anónimo grupo terrorista y/o gánster...