Tras el relajante cantar de los pájaros a la mañana siguiente, Jerome, el científico, empezó a despertar de su profundo sueño, escuchando atontado como por dentro de su cuerpo sus tripas gruñían insistentemente, reclamando alimentos junto a su estómago hambriento, sin embargo, él, se mostró confundido ante la situación. Su vista era nublada y daba con un irreconocible portón negro que yacía separado por incontables metros de él, además de que el lugar en el que estaba resultaba ser una habitación amplia pero vacía, no muy iluminada y con uno que otro charco de agua sucia por el suelo grisáceo.
"¿Dónde estoy?", susurró, desconcertado, llevando lentamente su mirada de un lado a otro, intentando identificar el lugar en el que estaba. "¿Qué me pasó?".
"Despertó", murmuró un hombre con una mascarilla negra y cabello azabache sentado en una silla ubicada en la esquina a su lado.
"Te noqueamos y te secuestramos", le contestó de golpe otro hombre con mascarilla, recostado de una pared del lado contrario al otro. "Ahora tienes dos opciones: decirnos en dónde está tu jefe por las buenas para que despiertes de un mal sueño en tu cama maloliente o decirnos en dónde está tu jefe por las malas y con suerte salir con vida de aquí".
"¿Eh? ¿Quién?", cuestionó en voz baja y consternada aquel científico, aún un tanto aturdido ante la situación.
De pronto, una puerta junto al gran portón se abrió de repente, y de ella, una chica baja, de cabello oscuro y con una máscara blanca, de guantes y delantal azabache entró rodando una mesa auxiliar con ruedas, llena con un montón de herramientas diferentes, tarareando una canción y dando pequeños saltitos al centro de la sala.
"¡Hola!", exclamó con entusiasmo aquella individua, moviendo con rapidez una de sus manos de un lado a otro en el aire, mientras que otros dos hombres con mascarillas negras entraban por la misma puerta de la que salió ella.
"Ya llegó", susurró el hombre sentado en una de las esquinas al lado del científico.
"¿Quién es?", cuestionó Jerome, en voz baja.
"¡Oh! ¡Quién soy no es importante!", le contestó Leia, bajo la máscara sonriente, en tanto se apresuraba con sus manos por detrás de su espalda hacia el científico. "Pero usted puede llamarme: 'Black'".
Entonces, el pulso de Jerome se aceleró de golpe al escuchar aquello, empezó a temblar y su piel de la nada comenzaba a transpirar sudor frío de una forma sumamente lenta. Sus pupilas se achicaron y sus ojos se expandieron inmediatamente, pareciendo un par de bolas de billar al abrirse. Intentó liberarse para ese momento, moviendo desesperadamente sus pies y manos, más era imposible soltarse, puesto a que se dio cuenta que estaba encadenado a una de las paredes de aquel lugar tan sombrío, por lo que sus nervios fueron aumentando e hicieron que los vellos de su cuerpo se erizaran rápidamente.
"¿B-Black?", tartamudeó, con voz tenue y temerosa.
"Sí, sí, la misma", contestó Leia, quedándose de pie frente a él, ladeando a un costado su cabeza y reposando sus manos en los hombros ajenos de su presa. "Ahora... esto puede acabar muy rápido o muy lento, y si quiere salir con vida lo único que tiene que decirme es: ¿dónde está Eddie?".
Caminando por los pasillos con una taza de café en sus manos, Lei, el pelinegro del mechón blanco, iba rumbo al comedor de la casa, dándole ocasionalmente un ligero sorbo a su bebida caliente y azucarada, mientras que, en dicho lugar, Francisco, Ally, Jennifer y Joseline aún tomaban su desayuno, conversando a su vez en voz baja, cada uno sentado en diferentes asientos alrededor de la extensa mesa de madera en la que estaban.
"Buenos días", se hizo presente el azabache, sentándose en una silla junto a Joseline.
"Hola, Lei", le saludó Ally.
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El Diamante Negro | Volumen 1
General FictionLei, un ex-detective que trabajaba para una agencia de policía, tras la inminente traición de su ex-mejor amigo y compañero de trabajo, Eddie; decide convertirse junto a su hermana gemela, Leia, en el líder de un anónimo grupo terrorista y/o gánster...