Capítulo 08 | Un nuevo hogar

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Volando entre las esponjosas y blancas nubes de algodón que se ubicaban en lo más alto del cielo nocturno, se encontraba aquel jet negro, donde el grupo de gánsteres descansaba en total serenidad, con los ojos cerrados y acurrucados en los cómodos asientos de tela acolchonada de tonos oscuros que portaba la aeronave en su interior, aunque algunos se limitaban en permanecer durmiendo en el suelo del vehículo. Liz, por otro lado, al igual que Layla y Lei, se mantenían despiertos, pero en completo silencio para no molestar a los demás individuos.

Liz, se hallaba sentada en una esquina, junto a una ventana que daba con el hermoso paisaje que le otorgaba el cielo oscurecido y estrellado, más ni se molestaba en desviar su mirada para distraerse en el exterior, puesto a que en sus manos, escurrían unas cuantas lágrimas que brotaban una tras otra de sus ojos cristalizados, mientras se sumergía en su silencioso llanto y reposaba sus palmas en su rostro melancólico para obstruir su vista de los demás, puesto a que no quería mirar nada más que sus pequeñas y yertas manos. Todo esto mientras que la fémina de lacia cabellera castaña la miraba desde su asiento junto al de Jack.

"Aún estás despierta", dijo Lei, acercándose a la chica al notar luego de salir de la cabina de control que esta seguía sin juntar los parpados.

"Sí...", musitó ella.

"¿No tienes sueño?", preguntó él, tomando asiento a su lado.

"No...".

"Qué fría eres", comentó él, en voz baja, entre pequeñas risas.

Ella también rió entre dientes por su comentario, desviando con lentitud su mirada hacia una de las tantas ventanas del jet, en tanto que ella y su contrario volvían a fijarse con pena y tristeza en el llanto silencioso que aún se escuchaba de Liz.

"Es triste... ¿no?", mencionó Lei.

"¿Eh? ¿Qué cosa?", contestó ella.

"La realidad", dijo él. "Nunca prestas atención a las pérdidas que tienen los desconocidos, o personas que no te importan... hasta que te toca a ti perder a alguien también".

Layla quedó en silencio, bajando un poco su mirada al suelo, viéndose en sus ojos perdidos un gran y profundo vacío de melancolía.

"Todos los que están aquí ahora tuvieron algo que los impulsó a quedarse con Leia y conmigo... incluso tú", mencionó Lei. "Ally, acaba de perder al padrastro de su hijo, que también resultaba ser la persona a la que amaba... recuerdo que cuando la conocí, estaba llorando bajo la tormenta, en un parque solitario. Me dio mucha pena tener que presenciar aquella escena; estaba sola, lastimada, con frío y muy adolorida. Así que me acerqué para hablarle, ofrecerle mi ayuda. La llevé a mi casa y resultó ser que acababa de fallecer su padre. Ahogada en tristeza y ansiedad corrió al parque, pero resbaló con la tierra mojada que se formó por la lluvia, entonces cayó y rodó por una pequeña colina que tenía aquel parque".

"Vaya... pobrecita", susurró ella.

"Lo sé...", dijo Lei. "La vida no ha sido muy justa con ella... sufrió una violación cuando era apenas una chica de diecisiete años. Ha pasado por una incontable cantidad de depresiones críticas que la han llevado a intentar suicidarse más de tres veces, pero por suerte ninguna funcionó".

"¿Dices que la violaron?".

"Así es. Siendo una menor de edad un idiota abusó de ella", contestó él. "Adivina qué le pasó al desgraciado".

"¿Lo mataste?", preguntó ella.

"No sólo lo maté", dijo Lei. "Apenas logré saber quién había sido el responsable contraté a un par de hombres expertos para que lo secuestraran y luego que lo hicieran probar de su propia medicina".

El Diamante Negro | Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora