Cuando llegó la noche, el equipo cruzó la puerta de su casa en el bosque, a las afueras de París. La mayoría se veían exhaustos, otros parecían hambrientos y sedientos, por lo que se dividieron, decidieron cada quien ir por su parte.
"Iré a la cocina, ¿quieren algo?", dijo Axel, caminando rumbo a uno de los pasillos.
"Una ducha", contestó Jennifer, corriendo por las escaleras al siguiente piso de la casa.
"Un sándwich me caería bien", dijo Jack, caminando junto a Roberto hacia el comedor, siguiendo a Axel de cerca.
"A mí igual", dijo Roberto.
"A mí se me antoja un chocolate caliente", dijo Layla, siguiéndolos. "Por favor".
El resto subió de igual manera, por las escaleras, dirigiéndose de a pasos tranquilos a sus respectivas habitaciones, con cada uno guardando total silencio por cada paso que avanzaban.
"Jo... estoy agotada", suspiró Leia, con pesadez, desabotonando su gabardina negra, mientras que se dejaba caer de espaldas en la inmensa y cómoda cama que compartía con su hermano.
"Fue un día largo", decía Lei, cerrando la puerta de la recámara, a sus espaldas.
"Sí... ¡pero fue divertido!", exclamó la menor, sentándose de un brinco en el colchón.
"¿Cómo haces para tener tantas energías?", preguntó Lei, riendo entre dientes, en tanto caminaba a la puerta que daba con el baño de la recámara, dejando caer su gabardina y sus guantes al suelo.
"Es parte de mi estilo", contestó Leia, con una amplia sonrisa en su rostro.
Entonces, Lei, se encerró lo más rápido que pudo en el cuarto de baño. Suspiró cansado, dando cortos pasos hacia el lavamanos de cuarzo junto a las cortinas que cubrían la ducha. Apoyó sus manos en él, inclinó su torso al frente y agachó lentamente su cabeza, exhalando con pesadez todo el aire que yacía en sus pulmones, dejando que su suave flequillo acromático recayese y tapase sus parpados. Posteriormente; su corazón comenzó a latir con furia, golpeando bruscamente su pecho, causando un ligero ceño fruncido entre ceja y ceja, erizando los vellos de su piel y haciendo que sus delgados dedos temblaran sin parar. Una oleada de recuerdos llegó como un violento tsunami a su mente mientras que él intentaba calmarse respirando con levedad, aunque esto sólo empeoró su situación, entrando rápidamente en una repentina etapa de ansiedad. La explosión del edificio de las empresas ED, la invasión de la policía a su antigua casa, la muerte de Héctor, el rescate de Liz, el viaje a París, la charla con Leia y Joseline, la carta de Eddie y... la muerte de su madre. Cada una de esas escenas se reproducían una y otra vez como una torturadora y repetitiva película de terror en su cabeza, llevándolo así a cerrar sus puños, tan fuerte que sus uñas rasgaron ligeramente su piel, ocasionando que unas escasas gotas de sangre mancharan el lavabo. Se calmó poco más tarde, aspirando profundamente todo el aire del baño y reteniéndolo unos segundos en sus pulmones.
"Necesito un descanso", se dijo en voz baja, separando lentamente sus parpados para ver su rostro y la camisa negra que cargaba en el espejo de la pared frente a él.
Roberto y Jack, tiempo más tarde, bebían de a copas el líquido trasparente y embriagante de una botella de vodka en la mesa delante de ellos. Axel, estaba sentado junto a ellos, escuchándolos reír y hablar sin parar con un leve tono rojizo en sus mejillas, mientras que Layla les observaba en silencio, sentada del otro lado de la mesa, frente a ellos, bebiendo de a sorbos un esquicito y dulce chocolate caliente en una taza blanca entre sus dedos.
"¡Que no estoy borracho, joder!", exclamaba Jack, señalando con su dedo índice a los dos sujetos a su lado. "¡No estoy borracho!".
"Sí estás, sí estás", se mofaba Roberto, tragándose el vodka de su copa. "¿Cómo de que no?".
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El Diamante Negro | Volumen 1
General FictionLei, un ex-detective que trabajaba para una agencia de policía, tras la inminente traición de su ex-mejor amigo y compañero de trabajo, Eddie; decide convertirse junto a su hermana gemela, Leia, en el líder de un anónimo grupo terrorista y/o gánster...