Capítulo 29

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Valentín estaba en la misma habitación de antes, en la fortaleza de Eddie, sentado en el suelo con una pierna flexionada y la otra extendida a lo largo de la superficie, llevaba puesta una cómoda vestimenta sedosa y blanca que solamente dejaba al descubierto sus pies, manos, su cuello y cabeza. Su mirada estaba fija en una ventana que daba con el cielo azulado, lleno de nubes esponjosas, y la ciudad poblada con una infinidad de personas andando por las calles junto a vehículos de cuatro o dos ruedas. Y por mientras: el castaño arrojaba una pelota de goma (roja y pequeña) a una pared, atrapándola con una mano cada que la pelota rebotaba nuevamente hacia él para repetir el mismo proceso una y otra vez. Hasta que, al poco tiempo, dejó escapar un pequeño y pesado suspiro de aburrimiento, centrándose solamente en el exterior.

"¿En dónde están? ...", susurró afligido.

Por otro lado, en la cabaña del bosque: Jack y Tuti, bajaban algunas cajas pesadas de un camión blanco estacionado frente a las puertas principales de la vivienda. Axel era el conductor y Roberto lo acompañaba, hallándose sentado a un lado de él, en los asientos delanteros del vehículo. Lei a Alex, estaban de pie en la entrada de la casa, viendo como los dos sujetos apilaban el montón de cajas a un lado de ellos.

"¿Cuántas cajas son?", preguntó Lei, llevando sus manos por detrás de su espalda.

"Sesenta y cinco cajas en total", respondió Alex.

"¿Tantas?", contestó Lei.

"Así es", dijo Alex, volteando su mirada y situándola en el pelinegro del mechón blanco. "Dijiste que buscara equipo nuevo y de calidad para todo el grupo, ¿no?".

"Correcto".

"Bien, pues todas esas cajas tienen el mejor equipamiento en armas y protección que pude conseguir en el tiempo que me disté, en todo Estados Unidos", dijo Alex. "Además de la munición... mucha munición. Fácilmente tres de las cajas más grandes son solamente munición".

"¿Qué me dices del transporte?", dijo Lei, acercándose a las cajas apiladas a su lado.

"Un par de motocicletas y tres camionetas negras de cuatro puertas y maletero espacioso. Supongo que con eso es suficiente, ¿no?", respondió Alex.

"Más que suficiente", contestó Lei, quitándole una tapa a una de las cajas más grandes que se encontró, dejando a la vista un par de chalecos antibalas totalmente oscuros y delgados. "¿Y el dinero?".

"Ya todo está pago, White", dijo Alex. "Pero... considerando que el armamento es el mejor y que las balas están blindadas al igual que la carrocería de los autos: ... veo justo que gastara más de un millón ochocientos mil".

"Si que es mucho", murmuró Lei, llevando de golpe su mirada hacia el rubio, quien se encontraba nada más con unos vaqueros azulados y unas botas oscuras. "Tuti, ven aquí... pruébate uno de los chalecos".

"Lo voy a ensuciar, estoy todo sudado", objetó el rubio, aunque dejó la caja que cargaba en el suelo sólo para acudir a la orden e ir hacia su líder.

"¿Puedes conseguir un chaleco nuevo para mañana mismo, Alex?", preguntó Lei, viendo a Alex de reojo.

"Por supuesto, patrón", contestó Alex.

"¿Ya ves? No hay problema, Tuti. Pruébatelo", insistió Lei.

"Bien... tú mandas", dijo Tuti, decidido a colocarse el chaleco oscuro de la caja.

Y una vez que se lo terminó de poner: Lei, dio un paso en retroceso y sin decir nada más, llevó su diestra hasta su muslo, desenfundando de él su Desert Eagle plateada, la cual apuntó y disparó de golpe al pecho del rubio. El ruido del disparo hizo eco en el bosque entero, y, por consiguiente; un montón de cuervos se vio saliendo de los abetos, volando de ellos en desorden, graznando y soltando sus plumas negras alrededor de la cabaña. Tuti fue impulsado entonces hacia atrás, cayó al suelo y sintió de pronto como el aire se escapaba de sus pulmones tras recibir el impacto repentino de la bala dorada y caliente de la pistola. Cerró sus ojos con fuerza e intentó recuperar el aliento al instante, sintiendo un fuerte dolor en el pecho.

El Diamante Negro | Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora