Capítulo 32

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Carlos, hallándose en la comisaria, sentado frente a su capitán, con la puerta de la oficina cerrada y el fulgor del sol que atravesaba la ventana dándole en la cara. Posó sus manos delicadamente en su regazo, con los dedos entrecruzados entre sí, vista al frente y un ademán sereno en su rostro.

"De acuerdo, Sorní. Te escucho", dijo el capitán, igual de estoico que el detective.

"Anoche, aproximándose a la una de la madrugada: un equipo y yo localizamos uno de los escondites del rey de la mafia, el que está a la cabeza del bajo mundo estadounidense, francés e italiano. Así que formé un equipo mayor, un plan sólido y pusimos manos a la obra para su captura", contestó Carlos.

"Eso está muy bien, Sorní. Sin embargo, ¿por qué investigabas el paradero del rey mafioso siendo ese el trabajo del estado mayor?".

"Porque, capitán, descubrí que el diamante negro todo este tiempo ha tenido el ojo puesto en el rey de la mafia, que también resultó ser, por cierto, mi informante anónimo, el que me dio información útil sobre los miembros del diamante", contestó Carlos. "De esa manera lo localizamos, hice una llamada al número que me había estado contactando. Joester contestó la llamada telefónica y mientras que yo daba una advertencia sobre el diamante; un pequeño grupo aparte rastreaba la llamada".

"¿Qué me dices de la chica?", dijo el capitán, dejando sobre la mesa delante de ambos un archivo amarillo con un par de papeles y fotografías recientes que se le habían hecho a Layla Joester una hora antes, archivo que, por cierto; llevaba sobre sus piernas desde el momento en el que Carlos cruzó la puerta para entrar a la oficina.

"Es Layla Joester, capitán: es la hija de Eddie Joester, actual integrante del diamante negro, o al menos eso es lo que se cree de momento", dijo Carlos. "No hay antecedentes, ni multas, ni denuncias, está limpia. Pero ella estaba en el incidente del aeropuerto y en el despliegue de anoche... ahora mismo es una testigo y una cómplice para mí. Es por esas razones por la que la traje aquí, capitán".

"Dices que estuvo en el despliegue de anoche y que crees que pertenece a tu grupo de gánsteres ¿no?", dijo el capitán. "¿Quiere decir que el diamante negro estaba en el lugar también?".

"Sí, señor, sospecho que en un tiroteo".

"Pero... por qué esta chica: ¿Layla Joester, se uniría a un grupo de gánsteres que van contra su padre?".

"Sospecho qué, señor, es por lo que le ocurrió a esta chica antes de desaparecer", respondió Carlos. "A Layla, una noche la invadieron unos hombres, y, estos mismos hombres no solamente la secuestraron, sino que también le prendieron fuego a su casa con su madre y hermano mayor aun dentro de la vivienda. Pienso qué, tal vez, la persona responsable de eso fue el rey de la mafia".

"Bien...", suspiró el capitán. "Puedes proseguir con tu informe...".

"Contamos cincuenta y cinco cadáveres del rey mafioso, ocho heridos en terapia intensiva, uno en coma por contusión cerebral, dos en cirugía por múltiples impactos de bala y un cadáver más que encontramos mutilado y chamuscado hasta los huesos bajo los escasos escombros de un edificio".

"¿De quién era el cadáver?".

"Su nombre era Liz Rogers, alías 'Ally'. Pertenecía al diamante negro, y tenía un hijo de doce años".

"Pobre chaval...", musitó el capitán.

"Sí... ha de estar devastado. En un año perdió a su padre, a un primo y a su madre".

"Vaya...", suspiró el capitán. "Pero bien, ¿qué me dices del diamante negro?, ¿dónde están ellos? ¿Dónde está el rey mafioso?".

"De alguna manera lograron escapar, capitán. Más dejaron sus vehículos, los tenemos confiscados en la planta más baja de nuestro estacionamiento. Debieron haber huido de otra forma. Sospecho que un pasadizo o un túnel subterráneo oculto en algún lugar de la fortaleza en la que estaban".

El Diamante Negro | Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora