La noche seguía pasando con lentitud, las calles se empezaban a llenar de cadáveres frescos, bañados en sangre, cuerpos que pertenecían tanto como a civiles inocentes, como a policías, militares y gánsteres de traje con armas oscuras. Los disparos hacían eco en cada rincón de la inmensa ciudad, y las personas temerosas en sus hogares escuchaban trémulos los alaridos inquietantes de la muerte que se oían fuera de sus hogares.
"Tengo miedo, mami", decía un pequeño niño, de unos cinco años aproximadamente, de cabellera carbonizada y ojos oscuros como la noche, yacía en un callejón, oculto en los reconfortantes brazos de su madre, que se encontraba detrás de un container negro, repleto de basura.
"Todo estará bien, cariño", le susurró la mujer al chico, acariciando con sutileza su lacia cabellera azabache, mientras que le enseñaba una pequeña sonrisa para tranquilizarlo, a pesar de que fuera del callejón se escuchaban fuertes exclamaciones de los soldados, opacadas por la balacera del ejército contra los gánsteres. "Todo va a estar bien...".
La calle era un caos: humo negro se expandía por el aire y grandes llamaradas de fuego se podían observar en diversos lugares de la ciudad. Locales envueltos en llamas, paredes manchadas de sangre, cuerpos muertos regados por las carreteras y comercios en ruinas. Gritos, lamentos, llantos y súplicas se podían oír tenuemente en los callejones y los edificios...
Lei, bajaba escalón por escalón hacia las plantas inferiores de su edificio, con un par de sus dedos en su oído derecho, la mano libre oculta en el bolsillo izquierdo de su alba gabardina, y hablando en voz baja en la soledad del lugar:
"Hamada", decía. "Libera a los lobos de sus jaulas".
"Entendido, jefe", contestó Fran, que se hallaba sentado en una silla giratoria, ubicado en un salón lleno de ordenadores y pantallas de alta resolución, acompañado de Edward y Valentín. "¡Liberen a los lobos!".
"¡No grites, puta! ¡Estoy justo aquí!", exclamó Val, presionando en sincronía con Edward una de las teclas del teclado grisáceo frente a ellos, el cual brilló de golpe en un intenso color carmín.
Alarmas ruidosas y luces rojizas destellantes se miraban a cada rincón de las prisiones, en las que guardias y policías de toda clase exclamaban atemorizadas palabras en código dirigidas hacia sus colegas, exclamaciones que eran opacadas a su vez por los fuertes golpes y gritos de guerra que emitían los reclusos de ropajes naranjas, quienes habían sido liberados de sus celdas apenas segundos atrás, cuando las verjas que los apresaban se abrieron de par en par. La horda de incontables reclusos había abatido a veintitrés guardias en total, pues estos habían muerto pisoteados hasta las entrañas cuando los prisioneros iban hacia la salida de las cárceles, en el momento en el que las puertas principales, de alguna manera, también se abrieron sin previo aviso.
"¡Que no escapen!", proclamaban los guardias de las entradas, esperando a las multitudes con armas y cachiporras, pero con el corazón latiendo violentamente en sus pechos.
Momentos después, la silueta del pelinegro con el mechón blanco se mostró en un callejón estrecho junto a su edificio, luego de salir del mismo por una puerta metálica. Se subió al instante en una motocicleta carmesí, encendió el motor con unas llaves que sacó de su bolsillo y prendió las luces brillantes del faro para luego arrancar a toda marcha en dirección a la carretera, pasando junto al tiroteo de los militares y los de traje, escuchándose de fondo en los alrededores el eco del poderoso motor que portaba la motocicleta.
"¡Se escapará!", exclamó Carlos, al ver y oír el vehículo de dos ruedas a varios metros de su posición. "¡Maldición!".
Sin importarle el fuego cruzado, se pudo de pie y corrió a toda velocidad hacia una de las patrullas que aún seguían en buen estado para andar, en la cual se subió tras abrir el portón del piloto, giró la llave y el motor empezó a rugir con furia, casi de una forma tan llamativa como la motocicleta del enmascarado.
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El Diamante Negro | Volumen 1
General FictionLei, un ex-detective que trabajaba para una agencia de policía, tras la inminente traición de su ex-mejor amigo y compañero de trabajo, Eddie; decide convertirse junto a su hermana gemela, Leia, en el líder de un anónimo grupo terrorista y/o gánster...