12 - Una historia no contada

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Narra Rita

*Flashback*

Era una joven adolescente, tenía unos 15 años. Vivía con mi madre. Ella trabajaba y vendía pan, granos, agua, y otros alimentos para el pueblo.

La ayudaba en el negocio porque desde que nací, trabajaba muy duro. La veía ir de un lado a otro hasta que decidí ayudarla. Y empezó a sentirse menos cansada. Pero no solo trabajaba, también iba a la plaza con mis amigos y jugábamos.

Un día quería juntarme con mi mejor amiga pero la vi con alguien que conversaba, y lo admito se parecía a mí. Igual no le di tanta importancia así que me presenté.

— Hola, soy Rita, ¿y tú?

— Soy Tari.

— Wow... se parecen bastantes. — mencionó mi amiga — Lo siento, Tari, por llamarte Rita. Es que se parecen.

— No hay problema, Marianne. — dijo la que se parecía a mí.

Desde entonces hablábamos de las cosas de chicas, chicos, ropa, etc. de esa época.

Recuerdo que a Marianne le gustaba cierto joven llamado Federico Umbert. Con Tari la ayudamos y al final se hicieron pareja.

Tari en parte se alegraba de que ellos sean pareja pero quería ese amor tanto. Le decía que llegaría en el momento correcto, pero no me hizo caso.

Fue con el sacerdote para encontrar al amor a su vida. Él le mencionó que si se lo decía todo podría cambiar y tal vez ese "amor de su vida" no lo sea en realidad. Pero ella insistió y supo su nombre, el sacerdote le advirtió de las consecuencias mas no lo escucho.

Conocí a un joven un día, Gerard era su nombre, era un gran amigo a tal punto de que él sentía cosas por mí y viceversa. Nos enamoramos y admito que me gustó llamarlo el amor de mi vida.

Cuando les conté a mis amigas se alegraron por mí, hasta que dije su nombre, ahí Tari explotó.

— ¡¿Qué?! ¡Espera! No puedes estar con él, Rita.

— ¿Por qué no? — pregunté confusa.

— Él es el amor de mi vida.

— Lo siento, Tari, pero el sacerdote te lo advirtió, puede cambiar el nombre del amor de tu vida o directamente no tienes más.

— ¡No! — empezó a llorar — ¡Él debería ser mío no tuyo!

— Lo siento, Tari, pero lo amo. Por favor, no llores, encontrarás a tu amor. — apoyé a mi mano en su hombro regalándole una sonrisa.

Golpeó mi mano quitándola.

— ¡No! ¡Era él! ¡Te arrepentirás de esto! — salió corriendo.

Después de eso, no la vi mas. Era una pena, parecía una hermana para mí, junto a Marianne.

Viví mi vida, me casé y tuve unos hermosos hijos junto a mi esposo. Siempre nos juntábamos con Marianne y Federico con sus hijos.

Hasta que un día todo cayó. Tenía unos 35 años, mi esposo falleció, fue la peor perdida que tuve en mi vida, verlo morir es algo que nunca olvidas.

Eso me entristeció, pero al ver a la persona detrás de esto me hizo encararla para que parara.

— ¡Ya detén esto, Tari! ¡Eso fue hace años! ¡Debiste conocer a más personas que a quitarme lo que más amaba! — le supliqué.

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