29 - Una guerra (Parte 1/2)

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Narra Rita

Estaba sentada en una silla, atada a una soga. Lo último que recuerdo era estar hablando con Fu hasta que me desmayé por alguna razón.

Que dolor de cabeza. Abrí un poco más los ojos para encontrarme a Fu sentado y atado igual que yo. Traté de acercarme a él, aunque era imposible por la silla.

— ¡Fu! — lo llamé pero no tuve una respuesta.

Lo volví a llamar, mas tuve el mismo resultado.

Luego de unos minutos, Fu empezó a removerse en su lugar. Abrió los ojos lentamente para examinar el lugar y luego se posaron en mí.

— ¡Fu! ¿Estás bien?

— Eso creo. ¿Qué ocurrió?

Estaba a punto de responderle pero se oyó el ruido de la puerta abriéndose.

Ella estaba ahí. Mi hermana. Nos miraba con una sonrisa maniaca.

Esta mujer llegó a otro grado de locura.

— Acércate más, y te romperé la cara. — la amenacé.

Ella se acercó un poco más, hasta llegar a centímetros de mi cara.

— ¿Con qué? — preguntó riéndose — No tienes nada con que defenderte.

Me quedé en silencio un rato.

— Tu silencio lo dice todo. — se giró a Fu — Hola Federico, ¿qué tal estás? Tanto tiempo.

— No muy bien, ¿qué tal si te confiesas a la policía, te llevan a prisión y nos libramos todos de esto? — le preguntó con una sonrisa falsa.

Se acercó más al rostro de Fu.

— ¿Que te parece si en ves de hacer eso, me dan las pócimas y los miraculous de Ladybug y Chat Noir?

— ¡Ni en tus sueños! — grité enojada.

Traté de liberarme, pero no podía. Estaba muy bien atada.

Cuando era joven, mi mamá me ataba a algunas sillas para tener mejor postura, lo cual resulto. Pero cuando era más pequeña, desataba los nudos y huía, para jugar con mis amigas. Era muy traviesa. Tal vez con el paso del tiempo perdí el toque.

— No trates de liberarte, hermana. Sino, lo lamentaras.

— Si, claro. — dije sarcásticamente — No puedes amenazarme con nada.

— ¿Ni con esos héroes?

— ¡No los toques! — exclamó Fu moviéndose en la silla.

Ella se río, lo que me provoco más rabia.

— Hermana, todo el mundo tiene la debilidad. — tomó aire — Y al parecer tu talón de Aquiles son esos niños.

— No te saldrás con la tuya. — murmuré.

Abrió la puerta para irse pero antes pronunció las siguientes palabras.

— Oh... — sonrió — Creo que ya lo hice.

Y cerró la puerta para volver a dejarnos solos.

— ¿Qué haremos? No permitiremos que los lastimen.

— No. — miré al suelo. — Tal vez... este es el fin.

— ¿Qué? ¡No, Rita! — exclamó Fu tratando que lo mirara — No digas eso. Saldremos de esta como siempre lo hicimos.

— ¿Cómo? — le pregunté mirándolo.

Él meditó un poco con sus pensamientos hasta que se le ocurrió una idea.

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