Cap 8: Ellos no lo saben

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La estaba viendo a punto de irse y de manera inexplicable, un apretado puño golpeaba sin parar su estómago.

Sonaba tan trágico y extremo pero era verdad.

Su cabello castaño caía cada vez que se inclinaba a guardar algo en su bolso y su voz sonaba más angelical de lo habitual, entre las órdenes de que se cuidara, que no durmiera afuera y que asistiera por la tarde al río, a refrescarse del insoportable calor.

Mina no dejaba de moverse ni de indicarle todo lo que debía hacer. Y ella sonreía, porque no le molestaba saberse y sentirse protegida, incluso a la distancia durante las próximas 24 horas, de esa chica que ya no solo miraba como su psicóloga.

— Bien, te dejaré mi celular —le informó tras tomarlo y detenerse frente a ella. El espacio entre la cama y dónde estaba parada, ahora era menor porque sin importarle, Mina se coló y sus pies pisaban ligeramente los suyos —

— No es necesario. Lo puedes necesitar —

— Te dejaré mi celular —respondió ignorando su negación y escondiéndolo entre sus manos. Chaeyoung miró la manera en que la custodiaba hasta en ese detalle. Sus manos blancas, dentro de las dos  de Mina y el móvil entre ellas. Un acto tan normal como exageradamente dulce — si me necesitas, deslizas la pantalla como tú sabes y presionas la imagen del teléfono. El primer contacto es...—

— Eres tú. Bueno, tu casa y el segundo la oficina de tu trabajo. Sí, ya me lo has dicho —la interrumpió con diversión y riendo al verla sonrojarse. Desde que había salido la idea de que la psicóloga la educara en otros aspectos también, habían pasado apenas dos días y luego de su comunicación con Si-won. Esas horas, Mina se la había pasado enseñándole el manejo del móvil — y solo te irás un día —agregó, pretendiendo sonar a recordatorio pero añadiendo algo de mando.

— Quizá menos. Solo iré, tomaré unas cosas de mi departamento y regresaré cuánto antes. Tardaría solo si el automóvil se avería o algo por el estilo...ese debe ser Si-won —añadió al oír un claxon desde afuera — Bueno...entonces...nos vemos a mi regreso —

La veía tan nerviosa y asustada de marcharse que no pudo evitar alzar su brazo y alejarle un mechón de su rostro y sostenerlo tras su oreja. No importaba que algo tan ordinario como el cabello tapara sus ojos o parte de sus mejillas, sin él también se miraba tan hermosa que acomodarlo era una excusa para rozar su piel.

Era como un canje, una caricia que la otra debía emparejar o al menos devolver. Porque Mina tenía una mano en su espalda baja, por encima de su cinturón y la arañaba apenas con tres de sus dedos.

Compartieron un suspiro y sus bocas fueran arrinconadas por sus miradas. Sus ojos avellanas sobre los labios carnosos y sensuales de Mina, que no paraban de morderse y los chocolates de la nipona sobre su media sonrisa.

Con el temblor en sus muñecas, se inclinó y le dejó un beso en la frente. Tan lento y caliente que le costó despegarse. Sumado a su camiseta empuñada, arrugada dentro de la mano de su psicóloga, el camino a separarse ni siquiera aparecía en el mapa.

Fue el segundo aviso del claxon que las obligó a alejarse y ella retrocedió unos pasos. Mientras la observaba acomodar su bolso a un lado, Chaeyoung llegó a la cortina y la alzó, cediéndole el paso y que la nipona correspondió con una sonrisa.

Caminó tras ella y no apartó su vista hasta que se detuvieron del otro lado de la puerta.

Afuera y a unos metros bajo la pequeña colina de entrada, un automóvil lujoso con un chofer a un lado de la puerta esperaba por Mina. Ella alejó la vista del hombre cuando las observaba detenidamente y se acercó a la nipona:

My Lady | Michaeng [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora