Cap 20: Me haces daño

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— Hogar, dulce hogar —murmuró Mina al ingresar al rancho y dejar su bolso a un lado.

Desde pequeña que los viajes de regreso siempre se le hacían más cortos y divertidos que los eternos minutos de ida. Y es que escuchar la música que Si-won programaba más las explicaciones de su chofer del lugar que atravesaban, convertían el camino de vuelta a casa en el momento previo de un niño a abrir un regalo.

Era emocionante arrodillarse sobre los asientos traseros y admirar la belleza de los paisajes dejados atrás y luego colarse entre los delanteros para preguntarle a Si-won curiosidades que atravesaban su infantil cabeza.

A pesar que siempre se le posibilitó la libertad de viajar sola cuándo y a dónde quisiera, en la adolescencia no cambiaba su accionar. Quizá ya no se emocionaba con sus rodillas hundidas en el cuero de las butacas pero sí conversaba con su chofer y el viaje era ameno hasta regresar a casa.

La percepción siempre era igual: el camino de regreso es más corto que el de ida. Y a pesar de que pudo comprobarlo por las horas anteriores, aún no asimilaba que ya estaban otra vez en Lost Springs, lejos de Seul, la ruidosa ciudad y las posibles alteraciones a las que su paciente podría haberse sometido.

Sus dedos aún estaban suaves porque estuvieron enredados en el rubio cabello y vagaron allí todo el trayecto. Su hombro repetía el olor a limón que Chaeyoung le traspasó y su cuello mantenía el calor que el aliento de la coreana le respiró durante más de cinco horas.

A pesar de sentirla dormida contra ella gran parte del camino, su cuerpo dependía de las sensaciones de la rubia y a regañadientes aceptaba lo que sus piernas le ordenaban: ya no estaban en la limusina y volvían a pertenecerse a la presencia de la otra, en aquel pequeño y alejado lugar.

Ya no estaban en su amoblado y ambientado departamento. Estaba tocando las paredes de la antigua y familiar casa de Chaeyoung, la que acogía como propia desde casi dos meses atrás y ahora las recibía sin celos y, muy por el contrario, parecía invitarlas a que la recorrieran a pesar de conocerla.

— Muero de sed —dijo la rubia y dejándole un beso en la cabeza antes de dirigirse a la heladera. Ella se recostó contra el marco de entrada, la cocina olía tan bien como la última vez que la ocuparon y sin ningún rastro de desorden — ¿quieres? —Mina negó ligeramente.

— ¿Lo has notado? Todo sigue igual —

— A menos que algún mapache o Fiona se haya metido para sacar cosas pero nada debía cambiar —

— No me refiero a eso —la sorprendió y Chaeyoung dejó el vaso a medio camino, antes de echarse contra la mesada y beberlo al fin. Con los ojos sobre ella, Mina sintió la presión que aquellos faros avellanas disparaban y se cruzó de brazos — es como si no nos hubiéramos ido. Cuando atravesé la puerta fue como...como aquella primera vez, cuando me pedías que me fuera —

— Pero ahora no te lo pedí —murmuró la rubia confusa — no quiero que te vayas —

— Lo sé, mi amor y tampoco te haría caso pero lo que quiero decir es que...no importa cuántas veces entre o entremos, tu casa nos da como una bienvenida. Bueno, lo siento, estoy delirando —agregó con rapidez y un movimiento de manos — mejor voy a desempacar —

— No, entiendo lo que quieres decirme —la animó Chaeyoung con un brazo alrededor de su cintura, sujetándola por detrás. Caminaron de esa manera, divertida y juguetona hasta el cuarto de la nipona donde, mientras ella lanzaba el bolso a un lado, la rubia rebotó en la cama y se dispuso a observarla.

— ¿No tienes ropa que guardar también? —

— Lo que quieres decir es que te gusta el rancho, el río y te gusto. Entonces ya no puedes irte —

My Lady | Michaeng [PAUSADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora