La guitarra

1.2K 54 9
                                    


Después de una larga noche Gèrard despertó más tarde de lo normal. Había bajado la persiana el día anterior. Flavio y él pasaron la noche de sábado acompañados de Netflix. Siempre le había fascinado como a ambos le gustaba el mismo cine. Lo descubrieron pocos días después de conocerse y, cada vez que el conservatorio se lo permitía, veían películas juntos. Ahora que estaban de vacaciones, dejarían sin opciones a aquella plataforma. Los primeros días cuando ponían alguna cada uno la veia en un sofá hasta que con el tiempo se recostaban el uno en el otro o incluso las veían abrazados. La hermana de Flavio siempre les había dicho que parecían novios. A ellos les hacía gracia aquello, incluso bromeaban sobre casarse o adoptar un hijo. Sabían que eran casi almas gemelas.

El primer pensamiento del rubio al despertar fue la canción que compuso el día anterior. No, todavía no era una canción, sólo unos versos tontos que salieron de no sabía donde. Pensó en que esa tarde tenía de nuevo clases con la nueva alumna y que, quizá, podría volverse a encontrar con aquella mirada. Tampoco sabía muy bien que haría si se la encontraba. Acercarse a ella, decirle que se había arrepentido de salir corriendo y quería conocerla no era una opción. Quedarse mirando unos segundos más aquellos ojos hasta volverse loco tampoco lo era. Mil opciones pasaron por su cabeza y ninguna le parecía lógica, segura o normal.

"¿Que posibilidad hay que vuelva a encontrarme con la misma persona en esta ciudad?", se dijo a sí mismo para cerrar aquella lucha interna que tenía en su mente.

Anne despertó antes de lo que le hubiese gustado. La noche anterior subió pronto a casa cansada por solo tener una imagen en su cabeza para escribir. Parecía una niña pequeña enamorada de algún imbécil del patio. No tenía ni idea de cuánto iba a durar aquello, se había prometido no escribirle más pero no sabía que eso conllevaría no poder escribir sobre ninguna otra cosa. Pensó que lo que necesitaba era contarlo. Cogió su móvil y busco a Anaju. Era obvio que su amiga ya estaría despierta a aquellas horas, de hecho, ya habría hecho una tabla de ejercicio, tomado un desayuno completo y estaría con algún diseño entre manos. Anaju era la persona más cuidadosa y responsable que conocía pero a la vez la más loca y divertida.

Anne
estás despierta????
10:32 ✓✓

Anaju
Claro, ¿qué haces despierta tú?
10:33 ✓✓

Anne
puedes venir a casa???
10:34✓✓


Su amiga no le contestó y ella supo que se había puesto en marcha para ir a verla. Anaju era así, hacían falta dos minutos para que saliese corriendo cuando cualquiera de sus amigos la llamaba. Se sentía afortunada de tenerla en su vida.

Anaju se vistió preocupada. Anne no solía ni despertarse tan temprano ni pedirle que fuese a verla. A veces tenía que presentarse en su casa sin avisar para que le hiciese caso. Sabía que era así y no le molestaba. Se conocían demasiado como para no saber respetar sus tiempos y su espacio. Por eso, cuando su amiga la llamaba, salía casi corriendo para que la idea de compartir aquello que le preocupaba no se fuese de su cabeza. Salió de casa, cogió el metro y se dirigió hacia casa de su amiga.

Anne la recibió en pijama. Una cosa es madrugar y otra quitarse el pijama a esas horas. Se abrazan, Anaju saluda a los padres de su amiga que están más que acostumbrados a verla allí. Avanzaron el pasillo y se dirigieron al cuarto de Anne. Aquella habitación guardaba muchos recuerdos, secretos y noches en vela. Observó como siempre hacía la foto de ambas que estaba en la mesita de noche. Adoraba aquella foto. Era de hacía dos veranos, ambas abrazadas y sonriendo con los ojos cerrados. El día que la hicieron no le pareció especial a ninguna pero se había convertido en su foto favorita.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora