Son las nueve y media cuando Anne baja de nuevo a su banco. Quiere estar allí cuando Gèrard llegue. Lleva su inseparable cuaderno a sabiendas de que no va a poder escribir más de lo que ha soltado estando en casa y se limitará a repasar las líneas de alguna de las guitarras ya dibujadas.
Gèrard a esa hora está compartiendo otra cerveza con Maialen mientras le ayuda a cambiar algunos acordes de una canción que suena parecida a otra. Duda de vez en cuando y eso hace que Mai sepa que algo no va bien. No sé conocen mucho pero la chica ve la verdad en sus ojos, el rubio es casi transparente y era difícil verle errar si de la guitarra se trataba.
-Gè, ¿estás bien?- acorta su nombre como ya era costumbre, la ternura que le provocaba el chico le obligaba a hacerlo.
Él duda sobre si responder aquella pregunta con sinceridad. ¿Tenía confianza como para contarle lo que rondaba en su cabeza? Hacía meses que el único que guardaba sus secretos era Flavio, quizá necesitaba una opinión diferente.
- Estoy preocupado - dijo sin mirarla directamente. - El otro día, cuando salí de aquí, me crucé con una chica. Te va a parecer de locos pero nuestras miradas conectaron, la he visto un par de veces más pero... sólo le he tocado la guitarra y tenido una conversación torpe con ella. Le he dicho que a las diez bajaría al parque. Me da miedo volver a cagarla.
Mai vuelve a enternecerse al escucharle hablar. Sonríe sabiendo que sus palabras no van a borrar la timidez de su cabeza.
-No tienes que forzarte a nada, Gèrard - dijo acariciando su mano.- Si esa conexión se mantiene, todo saldrá solo. No lo pienses, quieres controlarlo todo y los sentimientos, no se pueden controlar.
Quizá las palabras de la chica podría haberlas dicho cualquiera pero la serenidad y la calma que tenía su voz le parecieron como si de la mayor gurú del mundo se tratase. La conexión estaba, la había sentido y sabía que no era algo que solo viese él. Continuaron con la clase, dejando el tema pasar.
A las diez en punto, como nunca solía pasar en sus clases, Mai le dijo que se fuera, casi fue una orden. Él la abrazó dándole las gracias y se despidió asegurándole que el miércoles le contaría todo. Bajó ansioso las escaleras y pensó en las palabras de su nueva consejera. Salió del portal esbozando una sonrisa cuando vio que Anne ya estaba allí. Esperándole.
Anne llevaba más de cinco minutos observando aquella puerta en la que vio al chico entrar el día anterior. Al verle salir los nervios volvieron a invadirla. No entendía el motivo por el que el chico le había dicho que volvería allí si casi la echa para tocar hacia un par de horas. Le saluda con la mano de nuevo, como si de un niño de cinco años se tratase y vuelve a susurrar un saludo conectando de nuevo sus ojos.
-¿Me dejas sentarme en tu sitio especial? - dijo Gèrard con cara de súplica. Ella asiente. - Gracias por prestármelo antes, no tenías porque haberte ido.
-Igual podrías habérmelo dicho en ese momento, ¿eh? - contestó haciendo que Gèrard volviese a agachar la cabeza.
-Debería. La verdad es que me daba vergüenza decírtelo. No me lo tengas en cuenta. A veces soy un poco idiota - sonrió para restarle importancia al momento y ella le correspondió con el mismo gesto.
-¿Y ahora también has venido a tocar? - preguntó queriendo confirmar si ese era el único motivo por el que el chico quería que fuese, para que escuchase su música.
-Si quieres puedo hacerlo pero me gustaría conocerte un poco más - de nuevo la vergüenza hizo que él mirase para otro lado y ella, ilusiona por aquellas palabras, le buscó con la mirada.
-Yo también. Si cada vez que vienes vas a robarme mi banco, quiero saber de ti. Va, cuéntame algo.
El rubio dudó sobre que contarle. No tenía muy claro que le describía, así, que como siempre hacía cuando dudaba, le habló de su pasión.
-Bueno, como ya has visto, tocó la guitarra. He acabado el primer año de Superior. Por eso vine aquí, soy de Ceuta. Tocar es lo que más me gusta en el mundo, siento que me pierdo y me encuentro cuando lo hago- dijo sincero, sabiendo que aquellas palabras ya eran demasiadas.- Voy a quedarme el verano aquí para dar clases y trabajar en algunos arreglos musicales.
Anne sonreía ante sus palabras, era bonito escucharle hablar de esa pasión que a ella también le había apasionado. No sé cansaría nunca de dibujar guitarras.
-Yo he acabado bachillerato, el curso que viene comienzo periodismo. Desde pequeña he sabido que eso era lo que quería hacer. Amo escribir, también siento que me pierdo y encuentro al mismo tiempo cuando lo hago. También dibujar. Me gusta el arte en general.
Después de las palabra de la chica, hubo un pequeño silencio en el que sólo se miraban a los ojos. Ambos se sonrojaron sin saber muy bien que más decir. Tenían tantas preguntas que no sabían por donde empezar. Así, que recurriendo a lo que estaba por convertirse en una constumbre, Anne le pidió que tocase la misma canción que el día anterior. El rubio sin resistirse comenzó a tocar aquella melodía.
-¿Que canción es? Estoy enamorada de ella - dijo inocente.
Gèrard sonrió sabiendo que quizá si ella hubiese sabido que la canción era suya, no hubiese dicho aquellas palabras por timidez. Así que dejó acabar los últimos acordes antes de contestar.
-Es mía -respondio sin dar más detalles, ahora sabía que aquella melodía sería la que tuviese que acoger la letra que comenzó cuando la vio por primera vez. - Ahora me debes algo, quiero que me enseñes algo tuyo.
Anne dudó sobre que podría mostrarle. No estaba preparada para que el chico leyese algo de lo que le había escrito a él. Abrió su cuaderno y comenzó a releer por encima poemas que había escrito hacía un tiempo.
-Tengo que encontrar algo que valga la pena, tiene que estar al nivel. Vuelve a tocar, porfi. - dijo poniendo cara de pena.
Gèrard casi se derrite con aquella petición. No tardó más de diez segundos en comenzar de nuevo mientras miraba como la chica pasaba las hojas una y otra vez. Estaba dando muchas vueltas y el sintió que quizá podría haberlas incomodado. Ella, por contra, solo estaba centrada en encontrar algo que no le dejase indiferente. Ahí estaba. Era algo que había escrito hace unos meses. Anaju le había jurado que era una de las cosas más bonitas que había leído nunca, así, que encima de aquellas notas, comenzó a leer.
Tengo aquí una sombra gris,
tengo miedo de no poder seguir.
La razón de esta frustración
son sus garras
que aprietan sin control.Ya no sé que hacer
quiero poder parar el tiempo.
Dejar de oír
lo que tengan que decir,
quiero volver a mí.Tengo rabia,
tengo ganas de sacar
lo que tengo dentro de mi
y ya no vale decir que no.Ya no sé qué hacer,
quiero poder parar el tiempo.
Dejar de oír
lo que tengan que decir,
quiero volver a mi.Quiero volver a mí.
Aquellas palabras sorprendieron al chico que las acompañó con su guitarra. Anne acabó de recirtarlas sonrojada. Él le dió las gracias por compartir aquello y volvió a maldecir al metro.
-Tengo que irme, ¿nos vemos el miércoles? - dijo poniéndose de pie.
-Estaré aquí por si quieres hablar o que alguien escuché tu guitarra.
Y de nuevo, avergonzado, se despidió agitando su mano para volver a mirarla unos pasos más adelante.
-Anne - dijo llamando la atención de la chica que ya estaba mirando su cuaderno.- lo que haces es muy especial. Eres especial.
Y con esas palabras, antes de que ella respondiese o la vergüenza hiciera que se desmayase, se fue.

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Mírame
RomansaHay miradas de muchos tipos. Miradas de odio, miradas de reproche, miradas de compasión, miradas de ilusión, miradas de admiración, miradas de placer... Todavía no había encontrado la manera de definir aquella mirada y eso que a ella nunca le falta...