Mar

1K 70 32
                                    

El domingo sintieron la necesidad de aprovechar cada segundo. Al día siguiente Gèrard iba a visitar su tierra natal. Hacía pocos días que planeó el viaje, el trabajo con el disco había acabado y sabía que Mai podría apañarselas sola. Necesitaba ver a su familia y, aunque le encantase su piso, Flavio y todas las personas que formaban parte de su vida, la casa en la que uno crece siempre tiene algo especial.

Guardaba demasiados recuerdos bonitos de aquel lugar como para estar tanto tiempo lejos de él. Así que gastó parte del dinero que había ganado con su trabajo para pagar el viaje. Iría diez días, volvería justo para el cumpleaños de Anne. Le agradecía aquello a Anaju porque la chica no le había dicho nada. Si no llega a ser porque la morena le estaba preparando una fiesta, su viaje habría coincidido con esa fecha. Ella nisiquiera sabía que él era consciente de los días que quedaban para su cumpleaños y, decírselo, arruinaría la sorpresa.

Desayunaron con Flavio tocando el piano. Él ya había llenado su estómago y estaba deseando deleitar a sus amigos con sus bandas sonoras favoritas. Anne todavía no era persona y se dedicaba a comer gajos de mandarina con la mirada perdida. Gèrard sus tostadas cargadas de aguacate, queso fresco y pavo. Si viesen sus desayunos poca gente diría que eran prácticamente almas gemelas.

Para acabar de despertar, Anne se dió una ducha y se colocó los que ya eran sus pantalones. Al salir del baño se encontró una de las escenas más bonitas que podría imaginar. Flavio cantando Let me down, tocando el piano. Gèrard le miraba con total admiración. No podía dejar de pensar en lo bonita que era aquella amistad, como se admiraban, respetaban y querían y si ella estaría haciéndoles compartir menos tiempo. Se tranquilizó sabiendo que si los chicos necesitaban tiempo para ellos, lo dirían. Ahora ella también formaba un poco parte de aquél dúo.

Flavio le hizo un gesto para que se acercase a ellos. Ella si que les admiraba. Sus voces empastaban de una manera especial. Se habría creído que aprendieron todo juntos. Eran música. Ellos decían que ella también, aunque no lo tenía demasiado claro. Era evidente que no tenía los conocimientos suficientes. Aún así, cuando Gèrard se sentó al piano y le pidió que cantase algo, no puedo negárselo. No podría negarle nunca nada, en realidad.

Pasaron horas en aquel piano, con la guitarra, cantando a dúo, en solitario o los tres juntos. Aprovecharon cada segundo. Se iban a echar de menos. Anne y Flavio ya habían quedado para verse esa semana aunque el rubio no estuviera. También se complementaban y el compartir espacio siempre era bueno para ellos. Se despidieron con un abrazo y el moreno, tan prudente como siempre, se fue a su habitación para dejar que tuviesen su despedida. Estaba seguro de que aquello iba a rozar de nuevo la comedia romántica, así que a parte de por la intimidad de estos, se fue por su salud mental.

Anne miró a Gèrard esperando el abrazo. Nunca eran suficientes los besos pero esta vez necesitaba pegar cada centímetro de su cuerpo con él. Su nariz respiró introduciendo el olor que desprendía el chico y recordándole que era lo que más iba a echar de menos después de sus ojos y sus labios. Solo eran diez días, era ningún drama. El chico lo necesitaba, ella lo sabía. Aún así, separarse después de aquel mes tan intenso le iba a costar un poco.

Gèrard paso su mano por la mejilla de Anne, apartando un rizo de los que caían por su frente. Se rió. Era tan bonita. Iba a echar de menos estar con ella, lo sabía.

- ¿De que te ríes? - dijo Anne golpeando su pecho con suavidad.

- Eres muy guapa. Me río porque me pones nervioso.

- Gèrard, ¿me estás diciendo que todavía te pongo nervioso? - su tono era divertido, sabiendo cuál sería su respuesta si él le preguntase a ella.

- Me vas a poner nervioso siempre, Anne Lukin - contestó con el mismo tono.

- Idiota.

Mientras ella intentaba golpearle de nuevo, el la sujetó y unió sus labios. Ella sabía que no podía resistirse a aquello. Sus labios eran el sitio más cómodo en el que había estado y la forma más bonita de despedirse. Así que minutos después, sus labios en silencio se habían despedido por ellos y no hacia falta decir nada más. Anne cogió sus cosas llevándose el pantalón del rubio también. Él se negó durante más rato del que ella pensaba pero acabó cediendo. Los pucheritos siempre funcionaban y si se acompañaban de "voy a estar sin ti diez días" no podían fallar.

Gèrard llegó a casa cansado del viaje. Demasiadas horas. Durmió más horas de las que le hubiesen gustado. Quería aprovechar todo el tiempo en su ciudad. Quería absorber todo lo que echaba de menos para que se le quedase dentro mucho tiempo. Sus hermanas le preguntaron por Anne y él contó cada uno de los detalles sobre ella. Casi les describe todos los lunares de su cuerpo.

Aprovechó ese día para hablar con ellas y sus padres durante horas. El día siguiente hizo lo mismo con sus amigos de toda la vida. Horas hablando sentados el césped de su jardín. Al tercer día, visitó al resto de su familia recibiendo los típicos alagos. El cuarto fue a la playa solo. Era el primer día que tenía tiempo para él y, aunque el motivo de su escapada fuese su familia, necesitaba esa soledad.

Su playa. El sitio al que siempre había huido cuando algo iba mal. Desde que salía de casa sólo, aquel lugar había sido un salvavidas. Fuese la estación que fuese aquel era su lugar favorito. El mar era bonito en todas las estaciones del año. Había compuesto sus primeras canciones hablando de él. Era temprano para que los turistas llegasen pero de vez en cuando alguien pasaba paseando por allí. Eso no le sacaba de su estado. El olor, la arena, el sonido de su mar. Pocas cosas había en el mundo que le aportasen esa calma. Pasó un par de horas tocando canciones en aquel lugar cuando decidió que era hora de hacer lo que llevaba pensando días.

Cogió su móvil. Las diez y media. Era demasiado temprano pero la bronca merecería la pena. Llamando a Anne... Después de sonar durante un rato, la chica apareció en su pantalla con los ojos aún cerrados y enredada entre sus sábanas.

- Voy a ir a Ceuta sólo para acabar contigo. Te lo juro.

Él se rió ante el comentario de la chica. Ya sabía que iba a pasar. Cambió la cámara exterior y le pidió que mirara. Anne abrió los ojos para descubrir el motivo de esa llamada.

- No es lo mismo que estar aquí pero quería compartir mi mar contigo. Este sitio podría ser como el parque para ti. Me he dormido, he llorado, reído y emocionado encima de esta arena.

Enfocó hacia sus pies haciendo un movimiento con ellos que hizo reír a la chica que estaba bastante emocionada.

- En aquellas rocas di mi primer beso, el sitio más escondido que encontramos. Y aquí - dijo andando hacia una zona más alejada.- Aquí compuse mi primera canción. Nunca te la enseñaré porque es horrorosa, pero fue la primera.

- Me la enseñarás. En ese mismo sitio. Voy a ir. Déjame verte.

Él volvió a cambiar la cámara, estaba emocionado. Ella también. Ninguno sabía bien que decir. Compartir aquello aunque fuese de esa manera, estaba siendo muy especial. Anne volvió a sonreír cuando le vió. No pudo evitar que las palabras saliesen solas.

- He compartido mi parque contigo y tu compartirás esa playa, te lo prometí. Me lo prometiste. Voy a recorrer Ceuta contigo.

Gèrard se limitó a asentir y volvieron a estar unos minutos en silencio. Eran muchos los momentos que compartían en ese estado, más que el resto del mundo. Ahora incluso a kilómetros de distancia compartían esa calma y conectaban sus miradas a través de una pantalla. No era tan diferente a estar juntos, aunque sus manos no pudieran unirse formando un mantra continuo.

El chico colgó dejando un te quiero para volver a casa. Anne hizo lo mismo que cada vez que vivían algo así de especial. Buscar su cuaderno. Escribir.

Tu mar se parece a ti.
La arena podría camuflarse
con tus mechones rubios.
Las olas son parecidas
a la calma que producen
tus manos en la guitarra.
El horizonte siempre tan amplio
como el acantilado de tus ojos.
Las rocas podrían ser tus miedos,
constantes y fuertes,
pero tú los golpeas valiente.
Eres el mar, querido.
Eres tan transparente,
parece que pueda atravesarte.
Agua.
Eres tan azul,
tan blanco,
tan puro.
Eres el sitio al que perteneces.
Tu mar.



MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora