Epílogo III

1K 68 22
                                    

12 de Junio de 2024

Se despertó consciente del día en el que vivía. Era la primera vez que no pasarían aquél día juntos. No pudo evitar que la tristeza invadiera su ser. El último cuatrimestre de la universidad había sido un estrés. El TFG, las prácticas y el trabajo en el bar habían ocupado todo su tiempo. No había tenido tiempo para escribir y mucho menos para pasar tiempo con la gente a la que quería. Decidió bajar al banco de su parque para utilizar aquella hora que tenía libre hasta que llegase su turno de trabajo.
No le salían las palabras. No sabía sobre que escribir. No quería hablar de Gèrard. No podía permitirse entrar en ese bucle de melancolía del que sería difícil salir. Así que se limitó a poner música. Un ladrido de un perro la sacó de su mente.

- ¡Annecita, cuanto tiempo sin verte! - dijo Maialen mientras se acercaba a abrazarla.

- Últimamente no bajo mucho por aquí, he estado muy ocupada. ¿Qué tal estás? - preguntó con un interés sincero.

- Liada planeando la gira, hemos acabado el segundo disco y vamos a ir a salas más grandes está vez. Estoy tan feliz - exclamó dejando ver la ilusión tan grande que le hacía aquello.

- Me alegro mucho, Mai. Escucho toda tu música, sigue pareciendome alucinante.

- Muchas gracias, jo. ¿Como estáis vosotros?

Esa pregunta en plural le hizo temblar. Maialen había asumido que la pareja estaba como siempre, unida. La última vez que se vieron fue en un concierto en un bar que dió Gèrard y en el que ella, como siempre, estaba abajo esperándole. Supuso que su cara se había descompuesto cuando vio la de Maialen.

- Yo... no sabía que... bueno.

- No estamos bien. Es difícil después de tanto tiempo, somos jóvenes. Nos conocimos siendo muy pequeños. Tengo la esperanza de que salgamos de esta, pero no lo sé...- dijo con la máxima sinceridad que le permitía la situación. - Hoy hace cuatro años que le encontré aquí cuando salía de tu casa, tú nos uniste.

- Annecita, yo siempre he pensado que el amor de verdad no sé olvida. El mundo es un sobresalto pero el amor sobrevive a todas las explosiones si lo dejas ser. Quizá en un tiempo me das la razón o quizá es que no tenía que ser.

No pronunció nada más, se acercó para abrazarla y dejar que toda la energía de Maialen la traspasara. Había pasado mucho tiempo desde que dejaron de ser amigas cercanas pero la chica siempre sabía que decir. Las circunstancias hicieron que los horarios de Maialen y el de los chicos no coincidieran mucho. Su amistad era tan bonita que traspasaba el tiempo y las normas.

- Tengo que ir a soltar a Murphy pero cuando quieras, puedes subir a casa para tomarte una cerveza y leerme alguno de tus poemas.

No quiso que se llevase otra decepción, no le contó que llevaba meses sin que las palabras inundasen su libreta. No quiso que pensara que Gèrard se había llevado sus versos. No sabía si era así pero cierto era que desde que todo pasó, no era capaz de dejar que las letras fluyeran. Se juzgaba por ello. Le daba rabia no haberse dado cuenta de que el chico había ocupado tanto sus poemas.  No era capaz de hacer su cosa favorita porque su persona favorita no estaba.

2 de Enero de 2024

Los dos sabían el motivo de su encuentro. Aquella navidad había sido decisiva para llegar a tomar la decisión. Gèrard había pasado hasta el día treinta en Ceuta y solo habían intercambiado un par de mensajes. Hacía semanas que les costaba verse. Habían roto la promesa de contar cada momento en el que se sentíesen incómodos. Ninguno sabía decir cómo habían llegado aquello. Quizá pasar los años universitarios juntos había desgastado su relación. Era evidente que ambos lo sabían y ninguno había sido capaz de hacerlo. Y allí estaban, bajo el frío de enero en su banco favorito. Se dieron un beso al llegar sintiendo que podía ser el último, por lo menos en mucho tiempo. Ninguno hablaba. No había guitarra ni palabras de amor. Anne abrió su libreta y miró a Gèrard pidiendo permiso. Él asintió.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora