Planetas

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Pasaron horas dándose mimos tras la confesión de la chica. Aquel sofá fue testigo de todas sus caricias, besos y cosquillas. No les hacía falta hablar mucho, los silencios  no eran incómodos. De vez en cuando tenían alguna conversación entre susurros, con cuidado de no romper aquel momento. Anne estaba tumbada sobre las piernas de Gèrard que la miraba acariciando su cara y su cuello. Ella acariciaba su brazo de arriba a abajo, y vuelta a empezar. No sé cansaban.  De vez en cuando no podían resistir algún beso que conllevaba una sonrisa automática. Un teléfono móvil rompió aquel momento. Era el de Anne que se levantó del sofá insultando a quien fuese que la llamaba.

"Anaju💘" videollamada entrante.

Llegaría el día en el que la mataba. No sabía cuándo pero lo haría. Colocó un poco sus rizos despeinados por los dedos de Gèrard antes de descolgar. Su amiga estaba en pijama con un bol de palomitas en su cama. Estaba guapa hasta con aquel medio moño y las gafas. Maldita.

- ¿Anne? ¿Dónde estás? - Anaju se sorprendió al ver unas paredes que no reconocía y la chica giró el móvil para dejar ver a Gèrard que saludaba con su ya típico movimiento de mano. Anaju abrió los ojos como platos. - Yo... Eh... ¿he interrumpido algo?

- ¡Ana Julieta! - dijo Anne mientras volvían a florecer las ganas de asesinar a su amiga y sus mejillas se sonrojaban. Gèrard reía por detrás ante la reacción de la chica y hacía gestos de "no" con las manos. - Al grano, ¿que querías?

- Iba a invitarte a pasar una maravillosa tarde de palomitas y Friends pero veo que estás ocupada - hizo un gesto con las cejas para molestar a su amiga y se despidió de ellos mandando besos.

Anne se quedó pensativa. Era raro que su amiga le hiciese una videollamada. Anaju un sábado por la tarde viendo una serie. Algo pasaba. Sabía que su amiga era lo suficientemente prudente para no decirle que la necesitaba si ella estaba ocupada. También era consciente de la capacidad de disimulo que tenía la morena. Podría pasar mucho tiempo con Gèrard, había un verano por delante.

- Le pasa algo - le dijo al chico girándose hacía él. - Estoy segura de que no lo ha dicho para no molestarnos. Tengo que ir.

Gèrard asintió, el también saldría corriendo si Flavio le necesitase. "O Anne" pensó, ahora también lo haría por ella. No es que no tuviese más amigos pero no eran tan relevantes en su vida como lo eran ellos. En una semana Anne había logrado convertirse en unas de sus prioridades. No sabía cómo había pasado pero estaba feliz y sabía que ella también lo estaba. Se levantó para acariciar su cuello subiendo por su pelo, dejó un beso en su mejilla y bajó sus brazos sosteniendo los de ella.

- Espero que no sea nada grave - susurró cerca de sus labios que ella se encargó de unir en otro largo beso para concluir con un abrazo.

Ella recogió sus cosas. Él observaba cada uno de sus movimientos hasta acompañarla a la puerta. Sabrían que mañana se verían, él tenía clase y ella estaría donde siempre. No sé lo dijeron. Con un último breve beso se despidieron. Sabían que si se hacía más largo no podrían despegarse en un buen rato. Y mientras Anne se dirigía a casa de su mejor amiga, Gèrard empezó a escribir.

No te vi llegar,
llegaste a tiempo
para ir a cantar.
Tus risa, tus ojos,
tus rizos me enrredaron.
Mostraron
que tu alma era ideal
y poco a poco esclavizó
mis labios
que iban susurrando...

Ese iba a ser su regalo para la chica. Mañana, cuando se vieran en el banco, se la cantaría. Ahora que estaba a solas podría centrarse en acabarla. Aunque aquella melodía le gustaba más a piano, tendría que conformarse con la guitarra hasta que la chica volviera a su casa.

Anne casi estaba llegando a casa de Anaju cuando le mandó un mensaje avisando. Su amiga casi muere de amor al saber que la chica iba hacia su casa porque había entendido que estaba triste. No se sentía demasiado bien sabiendo que había cortado su momento con Gèrard pero cuando Anne la abrazó con una tarrina de helado entre las manos supo que no podría estar mejor. No le dejó disculparse, habían prometido hace años cuidarse la una a la otra cuando cada una no pudiera hacerlo consigo misma. 

Hacía cuatro años que Anne había llegado allí, no conocía a nadie. Anaju fue la primera en acercarse a ella, no solo porque era la delegada de clase, sino porque no era capaz de soportar que alguien que llegase nuevo pudiera estar solo. Con el tiempo, compartían aficiones y gustos y comenzaron a quedar fuera de clase, a quedarse en casa de la otra, a contarse todos sus secretos. En cuarto de la ESO decidieron que serían amigas siempre. Se hicieron aquella promesa y allí estaban ahora, comiendo helado de menta y chocolate viendo su capítulo favorito de Friends y mezclándolo todo con palomitas.

Anne miró a la morena asegurándose de que todo estaba bien. Sabía que solo era un día de bajón, si tuviese un problema grave ya se lo habría contado. Compartían todo, antes o después, cuando cada una estuviese preparada pero no tenían ningún secreto. Anaju siempre le decía que podrían casarse y ser el matrimonio más feliz sobre la faz de la tierra. Era una realidad, se entendían tan bien que a veces daba miedo.

Cuando el capítulo terminó la morena ya se sentía mejor y procedió a pedirle explicaciones a su amiga sobre todo lo que había pasado con Gèrard. Anne no le había contado aún nada del beso. Bueno, ya no era sólo uno.

- Anoche nos besamos por primera vez. En mi banco. Besa tan bien, Anaju - dijo en un suspiro. - Hoy he ido a su piso a comer y... pues ha habido muchos más. Nos hemos pasado no sé ni cuánto tiempo en silencio dándonos mimos. Es diferente.

Anaju sonrió sabiendo que lo que tenía si amiga era muy especial. Ella estaba esperando que le pasará algo parecido pero sentía que no iba a llegar nunca. Tampoco lo de aquellos dos era normal. ¿Qué posibilidad había de conectar así con alguien en una semana? No lo sabía pero tenía claro que si alguien lo merecía esa era Anne. Era la persona con mejor corazón que conocía. Sólo pudo recordar la de veces que la había defendido en el instituto cuando los del otro curso la llamaban repipi, empollona, pelota o se metían con su peca. Llevo sus dedos a ella. Era su marca de identidad. Anne la miró sabiendo en lo que estaba pensando y la abrazó. Ambas se habían cuidado tanto en el pasado que estaban seguras de que no se faltarían nunca.

- Léeme mi poema, porfa - le pidió la morena susurrando a su amiga.

Anne se levantó de la cama y se dirigió al corcho donde Anaju tenía varios recuerdos. Fotos del viaje de fin de curso, entradas de un par de conciertos, la banda de la graduación, tickets del parque de atracciones y aquel papel mal recortado de una libreta de cuadros. Anne le había pedido mil veces pasarlo a limpio y Anaju lo había negado otras mil. Le gustaba que las palabras estuviesen en el papel original. Había sido escrito en clase de filosofía dos años atrás y la dueña se lo había enroscado en su subrayador azul pastel para que lo encontrase por la tarde al hacer los deberes. Anaju siempre le había dicho que era el regalo más bonito que le habían hecho y le pedía de vez en cuando que se lo leyera. Y allí estaban como siempre, la pequeña enfrente de ella para recitar sus palabras favoritas.

Todos los metales de mercurio
habitan en ti.
Eres más resiliente
que el más cercano al sol.
Venus se moriría de envidia
al ver el color miel de tus ojos.
La tierra, al ver tus mares.
A Marte le encantaría
habitar tus venas
y a Júpiter,
ser un poco más grande
que tu corazón.
Saturno pide
que te pongas sus anillos
y bailes a su alrededor.
Y el frío Urano,
ser acariciado por tus manos
que le invadan de calor.
Neptuno, fluido
como tu mente.
Y sin ninguna duda,
Platón se posaría
en tu frente
queriendo ser tu peca.

Tú eres más como el Sol,
iluminas cada rincón
de las personas que tiene nubes.
Gracias por ser mi sistema solar.

Anne Lukin

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