Wicked game

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El martes comenzó con Gèrard despertando a Flavio tirándose encima de él. La noche anterior le encontró dormido y no quiso sacarle de aquel sueño profundo que el moreno tenía. Ahora necesitaba contarle que había cumplido su promesa, sabía más cosas de la chica. Flavio gruñó cuando su amigo cayó sobre él aunque tres segundos después ya estaba dándole uno de sus cálidos abrazos. El rubio le contó que Anne quería estudiar periodismo, que le encantaba el arte, que le había recitado algo suyo mientras tocaba la guitarra y sentía que cada palabra hablaba de él. Le habló de su mirada sin mucho éxito diciéndole a su amigo que cuando la viese entendería todo. La iba a conocer porque Gèrard, cuando volvía a casa el día anterior, se prometió que no iba a dejar pasar aquella oportunidad y mantendría a aquella chica en su vida. Mañana volvería a verla y no dejaría que su timidez volviese a estropear el momento. Estaba dispuesto a dar un paso más.

Anne despertó más tarde que de costumbre. Era casi la hora de la comida así que se dió una ducha y se sentó a la mesa teniendo una conversación sin mucha relevancia con sus padres. A media tarde avisó a Anaju para pasar lo que quedaba de día juntas. Lo primero que hizo cuando la vio aparecer fue resaltar lo guapa que estaba la morena, como siempre. Luego le contó lo que sabía sobre su nuevo amigo. Se dedicaba a tocar la guitarra y lo hacía de maravilla, era de Ceuta y como le recitó aquel poema que a ella tanto le gustaba mientras él tocaba la melodía que la había enamorado.

- Ojalá pudieras oírla pero la ha compuesto él - dijo con un poco de tristeza. Ellas compartían todas sus canciones especiales y aquella no iba a poder estar en su lista. - Cuando le conozcas le convenceré para que te la toque.

Anaju miraba a su amiga con ternura pero también con preocupación. Sabía lo ilusionada que estaba Anne, hacía tiempo que no la veía hablar con esa intensidad de algo. Desde... bueno, desde que se enamoró.

- Sabes que me alegra verte así pero, ten cuidado. No quiero que vuelvan a romperte el corazón.

Los fantasmas de su relación anterior la invadieron. No había pensado en ellos. ¿Qué pasaría si se volvía a enamorar? No quería que otro desastre llegase a su vida. Anaju tenía razón, siempre la tenía. Debía de ir con cuidado, no conocía de nada a aquel chico. Era una verdad absoluta que la conexión que tenían no la había sentido antes pero también que los sentimientos ya le habían jugado malas pasadas.

Anaju cambió de tema viendo como la mirada de su amiga había cambiado. Le contó que sus padres planeaban unas vacaciones para final de verano y que quizá ella podía acompañarles. Pasaron toda la tarde juntas y, como solía pasar de vez en cuando, Anne convenció a la morena para quedarse a dormir en su casa. Pasaron la noche viendo Friends hasta quedarse dormidas.

Gèrard y Flavio también pasaron la tarde juntos, compartiendo acordes, melodías y algunos versos que completaban a medias. El día anterior no habían tocado juntos y la necesidad de hacerlo ocupó todo su día. Acabaron el día viendo una película que encontraron repasando el catálogo de Netflix y quedándose dormidos en el salón. A las dos de la mañana, Flavio despertó al rubio para que cada uno fuese a su cama. Gèrard se volvió a dormir pensando en que mañana sería el día en el que fuese más allá.

El miércoles a las seis de la tarde, Gèrard cogió su guitarra para acudir a aquel lugar que tanta paz le transmitía pensando en aquellos ojos para encontrarse, al llegar, un banco vacío. No le preocupó en exceso aquello, no habían quedado a ninguna hora y la chica no se pasaría el día en aquel banco. Hasta que fuesen las nueve tenía tiempo de que Anne llegase.

Anne estaba en casa. Llevaba desde el medio día allí sabiendo que, en algún momento de la tarde, el chico llegaría al parque. Le había dicho que estaría allí pero las palabras de su amiga resonaban en su cabeza. Ella tampoco estaba preparada para que volvieran a romperle el corazón. Hacía meses que no veía en su cabeza la imagen de su ex novio. Desde ayer no pensaba en otra cosa. Ni siquiera sabría decir que capítulos de su serie favorita vio con Anaju. ¿Iba a convivir siempre con aquel recuerdo? No podía evitar que le temblasen las piernas cuando pensaba en él. Gèrard no podía ser como ese chico, sus ojos se lo decían.

Borrando todo esto de su cabeza y cogiendo su libreta, decidió no retrasar más el momento de bajar. No podía tener siempre ese miedo o al menos, si no desaparecía, tenía que enfrentarse a él. Necesitaba lanzarse.

Gèrard llevaba más de una hora en el parque cuando una mano delicada se posó en su hombro para intentar saludarle sin asustarle demasiado. El chico sonrió al ver a Anne allí. Estaba preciosa, llevaba una camiseta rosa corta, un pantalón pitillo y unas deportivas. No pudo evitar mirar cada detalle de aquella figura. Ella mientras tanto se sentó al lado de él. Cogió aire y comenzó a hablar.

- ¿Llevas mucho rato aquí?

- Un poco más de una hora. He estado tocando sin público - dijo riendo para cortar la tensión que sentía.

Anne pensó en contarle lo que pasaba pero desechó la idea. Una cosa era enfrentarse a su miedo y otra era contarle al chico que después de tres conversaciones con él pensaba que podría enamorarse. Era una locura. Así que no dijo nada.

- Oye, Anne, he pensado que quizá, no sé, podrías darme tu número para saber cuando estarás por aquí - las palabras se entrecortaban, carraspeó antes de seguir. - Bueno, si quieres que nos veamos más, no sé. No pasa nada si no te apetece, es una tontería.

Anne comenzó a reír al escuchar como cada vez Gèrard hablaba más bajo y al ver que el chico intentaba no incomodarla. ¿Cómo iba a tener miedo de aquella persona?

-Gèrard, tranquilo. Si no me apeteciera, no estaría aquí. Dame tu móvil.

Gèrard sonrió al ver la verdad en sus ojos. Era cierto, la chica estaba allí porque le gustaba compartir aquellos momentos como a él. Si hasta le había prestado su lugar favorito. A veces se sorprendía de lo inseguro que podía ser y la necesidad de tenerlo todo atado que tenía.

Anne cogió su móvil guardando su número. No sabía que nombre poner y se lo dejó a él. Anne sin más. Ella le tendió el suyo para que hiciese lo mismo pero él si completó su nombre para asegurarse que estaba bien escrito y se lo pasó. Ella añadió una guitarra a aquel nombre sacándole una sonrisa al rubio.

- Ahora ya puedes avisarme cada vez que vengas, bueno o hablarme si te apetece - dijo dejándole claro que no la iba a molestar, con lo poco que conocía al chico ya sabía que aquel pensamiento podría pasarle por la cabeza. - Va, enséñame que estabas tocando.

Él comenzó a tocar la canción que había comenzado el día anterior con Flavio pero no sé atrevió a cantarla. Ella escuchaba atenta mirando de nuevo como se movían sus manos.

- Le falta el piano, lo toca mi amigo. Está la hemos hecho a medias. Tenemos muchas así, él es un artista.

- Gèrard, sois, no sólo él - no podía entender cómo con lo que hacía aquel chico se podía sentir menos.

Gèrard sonrió comenzando otra canción sin responder. Esta vez no era creación suya, ni de su amigo. Anne reconoció aquella canción casi instantáneamente.  Las notas de Wicked game inundaron aquel parque y ella le susurró que la cantase. Él, sin poder resistirse a aquellos ojos que casi le suplicaban, comenzó a cantar. Ella, casi por instinto, hizo lo mismo. Gèrard la miró sorprendido. Esta chica era una caja de sorpresas. Sus voces encajaban a la perfección. La chica cantaba casi en un susurro, ella no tenía los conocimientos musicales del rubio y no quería meter la pata. Sus miradas estaban conectando de nuevo y no pararon hasta el final. Y así, cantando sin saberlo una canción que les perseguiría, llegó la hora de que Gèrard subiese a casa de su alumna.

- Te veo luego, ¿no?

- Sí, estaré aquí.

Anne, abriendo su cuaderno al verle marchar, comenzó a escribir sobre lo único que era capaz aquellos días.

Canciones inundan mi sitio
que está acostumbrándose
a escuchar hablar de ti.
El parque del silencio
lleno de tu música,
la chica de las palabras
muda con tu voz.
Cantarte sin tener miedo
parecía de cuento
pero tus ojos lo pedían
y yo seguí tu voz.
Mudo mis recuerdos
para dejarte entrar en ellos,
acomodo mi alma
dejándote sitio.
No toques mucho,
por favor.

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