Hablar

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Nada más llegar a casa de Maialen ella le contó como le había visto hablar con la chica del parque cuando paseaba a su galgo. Él ni se había dado cuenta de que ella pasaba por allí, estaban tan metidos en su conversación que sí un huracán hubiese aparecido habría arrasado con ellos. Mai le dijo lo contenta que estaba de que todo estuviese saliendo bien. Y con un "te lo dije, bichito" dio comienzó su clase.

Anne subió a casa a cenar para volver a estar a las diez en el parque. Estaba preparada para dejar la música a un lado y conocer más del rubio. Se quedaría a vivir en su voz pero su interés por conocerla cada vez se estaba haciendo mayor y necesitaba saciarlo. A las diez menos cuarto ya estaba en el banco con su sudadera favorita y esperando a Gèrard.

La clase acabó con otro abrazo. Mai le había dicho al chico que invitase a su amiga a alguna clase y él, agradeciendo su invitación, le dijo que lo dejaría para más adelante. Todavía le daba vergüenza cantar cerca de ella aunque esa tarde hubiese roto un poco esa barrera. No era lo mismo cantar algo suyo.

Otra de sus sonrisas llegó cuando bajó y la vió sentada en el que ya era también un poco su lugar favorito. No se cansaba de mirarla. Era extremadamente guapa. Antes de sonrojarse caminó hacia ella borrando esos pensamientos y saludando de nuevo con su mano. Ella acarició el banco indicandole que se sentará. Señaló su cuaderno. Había dibujado una guitarra. No pudo evitar sonreír. Aquel dibujo le pareció especial. Las líneas que formaban la guitarra eran unas especie de enrredaderas que se movían al rededor de lo que parecían unas manos. ¿Aquella chica no se cansaba de hacerlo todo bien?

- Es... es precioso, Anne.

Anne lo había pensado mucho. Aquel dibujo debía ser para quien lo había inspirado y, aunque todavía quedase algo de vergüenza entre los dos, lo arrancó ofreciéndoselo mientras volvía a sus ojos.

- Es tuyo, eres tú. Gracias por cantarme antes, es una de mis canciones favoritas.

Gèrard cogió aquel papel como si fuese lo más delicado del mundo, lo observó en silencio durante unos minutos sin saber muy bien que decir. Le sorprendía que alguien pudiera inspirarse en él de aquella manera. También sintió que la chica le miraba esperando una respuesta y que tocarle una canción no era la opción correcta. Ya había salido de muchas conversaciones con aquello. Ahora necesitaban hablar.

- Gracias, de verdad, nunca pensé que alguien me dibujaria y menos así - dijo siendo lo más sincero que podía. - Algún día también te regalaré yo algo. Te lo prometo.

- Vale, acepto el trato pero tiene que ser aquí. En este banco.

- Me parece justo.

El silencio llegó cuando sus miradas volvieron a perderse. Dos gestos tranquilos que se complementaban. Los dos se dieron cuenta en aquel momento que sin conocer su grupo favorito, cuál era su color preferido o cuántas veces se habían roto un hueso, se estaban enamorando. No entendían nada. Aquello era nuevo para ambos. Gèrard no pudo evitar acercar su mano al rostro de la chica y dejar una pequeña caricia. La timidez estaba desapareciendo. Anne se estremeció cuando la piel del rubio rozó su mejilla y soltó un pequeño suspiro. Salió de aquel trance dándose cuenta de que el chico en un rato debía irse y su curiosidad seguía sin ser resuelta.

- Gèrard, quiero saber más cosas de ti - dijo con un tono bajo. - Cuéntame cosas. No quiero saber tus gustos, quiero saber cosas de ti.

El chico se quedó pensando que contarle. A parte de la guitarra, ¿que era parte de él? ¿que le definía como persona? Aquella pregunta era más importante de lo que la chica pensaba. No se paraba mucho a reflexionar sobre si mismo y tampoco quería darle la definición que otros solían hacer sobre él. Recapacitó unos segundos antes de empezar.

- Soy muy tímido, supongo que eso ya lo sabes - dijo entre risas. - Creo mucho en las personas, en la bondad. A veces me ahogo en esta ciudad, me gustaría estar en Ceuta por unas horas pero luego volver a casa. Considero mi casa el piso que comparto con Flavio, mi mejor amigo. Tienes que conocerle, es alucinante. Ha sido la mejor persona que he conocido en mi vida.

Se estaba dando cuenta de lo rápido que había comenzado a hablar, al final resultaba que las palabras con ella le salían solas. Continuó con algo más personal.

- Confío poco en lo que hago. Siento que siempre le falta algo. Me da miedo no ser lo suficientemente bueno para poder dedicarme a esto.

- Yo no entiendo demasiado de música pero a mí me gusta. Lo importante es que llegue al corazón y conmigo lo haces - dijo acariciando la mano del rubio.

Él agarró su mano cuando notó como la mano de Anne rozaba la suya. No pudo evitar que la sonrisa que habitaba en su rostro se hiciese más grande. La señaló para indicarle que era su turno. Ella también dudó sobre que contarle. Él había compartido uno de sus miedos con ella y no quería ser menos.

- Yo también soy algo tímida, como también habrás podido comprobar. Adoro esta ciudad, este barrio, este sitio. No creo que pudiera encontrar un lugar para sentirme mejor - cogió aire para seguir, sabiendo que era lo más importante que iba a decir. - No confío tanto en las personas, me dan un poco de miedo, intento ir con cuidado para evitar sufrir cosas que ya he sufrido.

No quiso profundizar más y él tampoco le preguntó. Casi las once. El metro. No quería separarse de aquel sitio. No quería dejarla allí después de que se hubiese abierto con él pero no tenía otra opción. Volver a casa desde aquél lugar andando era una locura y más a aquellas horas. Ella vio la tristeza en sus ojos y fue la que acarició su rostro esta vez.

- Tienes mi número, háblame.

Él asintió recogiendo sus cosas. Iba a volver a agitar su mano para despedirse pero le pareció ridículo no hacer algo más. Se agachó para estar cerca de ella y le dejó un beso en la frente. Ella respondió con una leve sonrisa. Era mejor hacer las cosas así. Y, de nuevo, cogiendo aquel cuaderno, se puso a escribir.

Desnudando las palabras
piden perdón por existir,
castigan las bocas,
suplican salir.
Sentencian al tiempo
por su existencia,
le piden que no corra,
clemencia.
Despacio se despiden
buscando verdad
sabiendo que pronto
volverán a cruzar
miradas eternas
en el mismo lugar.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora