Noche sin niño

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Hoy es domingo. No tenía ninguna intención de madrugar, pero Marc y Alex quieren las fotos y no puedo negárselas. Así que me levanto muy a mi pesar y voy hasta el jardín. De camino, paso por la cocina a por un vaso de agua y me encuentro con mi cuñada que estaba acabando de poner sobre la mesa el desayuno.

- ¿No es demasiado?

- La mayoría de todo esto se lo van a tomar los chicos. Necesitan desayunar mucho antes de irse a entrenar.

- Irán hasta Cervera entonces.

- Eso me han dicho.

Con esa idea en la mente, voy hasta el jardín donde ya tienen todo preparado para las fotos. El primero en hacerse las fotos fue Alex. Y sí, fotos, porque el niño es tan exquisito que no le vale la primera. Siempre tenemos que hacer cientos de fotos hasta que le gusta alguna. Después de la foto de Marc, me senté en una de las tumbonas y les pregunté:

- ¿Vais a ir a Cervera?

- Sí amor. ¿Quieres venir?

- No cariño. Prefiero quedarme en casa leyendo, pero podéis llevaros a Jordi para que vea a sus abuelos. Hace mucho que no los ve.

- Es una buena idea. ¿Puedes ir a preparar su mochila?

- Claro. Ahora subo a despertarlo para desayunar.

Entro en la casa y vuelvo a pasar por la cocina para dejar el vaso que había sacado al jardín y subo las escaleras hasta la habitación de mi hijo. Cuando abrí la puerta, la estancia estaba completamente a oscuras y solo se percibía el pequeño bulto en la cama.

Me acerqué lo más sigilosamente posible hasta la ventana para levantar la persiana y, una vez que la luz entró en la habitación, me acerqué hasta mi pequeño y lo desperté con muchos mimos.

- Buenos días mi principito.

- Hola mami –me dijo antes de abrazarme.

- Papi va a Cervera con el tito. ¿Quieres ir a ver a los abuelos?

- Siii mami.

- Baja a la cocina donde está la tita Bells y desayuna. Yo te preparo la mochila.

Mi niño, muy obediente, salió de su cama y bajó las escaleras hasta la cocina. Yo abrí su armario y saqué dos conjuntos de ropa, uno por si se manchaba, y un pijama por si se quería quedar a dormir allí. Una vez que ya le había puesto todo en su mochila, cogí la ropa que iba a ponerse hoy y lo dejé todo en el salón para vestirlo después de desayunar.

- Ya está aquí mami. Ya podemos comer –dijo Marc al verme entrar por la puerta.

- No tenías por qué esperarme. Peque, he dejado tu mochila y la ropa para hoy en el salón. Después de desayunar hay que vestirse.

- Vale mami.

Desayunamos tranquilamente siempre que los móviles de los chicos no sonaban por cosas del trabajo o porque sus compañeros de entrenamiento los querían molestar. Estábamos hablando de todo un poco hasta que Marc le preguntó a Jordi si quería dormir con sus abuelos a lo que el pequeño le respondió enseguida que sí.

- Pues que bien. Porque ya había metido un pijama en la mochila.

Así, después de desayunar, mientras los chicos se ponían su ropa de entrenamiento, Bells y yo vestimos a Jordi que tenía muchas ganas de ver a sus abuelos.

- Mami, yo vuelvo oto día.

- Claro cariño. Papi te va a buscar mañana si quieres.

- Quiero llevar foto primo.

Las dos sonreímos y fui otra vez a su habitación a buscar la ecografía que tenía sobre su mesilla de noche y, al darme la vuelta, tenía a Marc en la puerta mirándome.

- ¿Ya lo echas de menos? Aún no nos hemos ido.

- Claro que lo voy a echar de menos, pero quiere ver a sus abuelos. Además, solo vine a buscar su ecografía. Quiere llevársela.

- Pues vamos para abajo. Nosotros ya lo tenemos todo listo también.

Bajamos las escaleras y, en el salón, junto a la mochila de Jordi estaban las dos bolsas de deportes de Alex y Marc. Cada uno cogió su bolsa y Marc cogió la mochila de Jordi. Bells y yo los acompañamos hasta el coche donde abroché el cinturón a Jordi y le di un beso de despedida.

- Nos vemos a la hora de comer princesa.

- Hasta luego mi amor.

En cuanto los chicos se fueron, ayudé a Bells a recoger la cocina y subimos a ponernos los bañadores para disfrutar de una mañana de piscina.

- ¡Qué bikini más bonito! –le dije al verla con un dos piezas de color verde botella-. Te queda genial.

- Muchas gracias. Aunque me gusta más el tuyo. El rojo te favorece más que a mí.

Ambas bajamos al jardín y dejamos las toallas en las tumbonas y, sin pensarlo dos veces, entramos en la piscina aunque el agua aún estaba algo fría.

- Será mejor que nademos hasta que entremos algo más en calor.

Bells asintió y las dos empezamos a hacer largos hasta que la temperatura del agua dejó de ser un problema.

- ¿Sabes que sin Jordi en casa esos dos traerán planes para la noche no?

- Lo sé. Van a venir más salidos que el pico de una plancha.

La mañana la seguimos pasando en la piscina y las tumbonas hasta que llegó la hora de hacer la comida y decidimos que encargaríamos algo a domicilio.

- Vamos a vestirnos antes de que lleguen esos dos o ya no vamos ni a comer.

Subimos a las habitaciones y me di una ducha rápida. Cuando salí del baño, escuché la puerta de la entrada y, como pude, saqué rápidamente la ropa del armario y me vestí para bajar antes de que fuera Marc el que entrara en la habitación y me encontrara desnuda.

- ¿Habéis estado en la piscina?

- Sí, pero yo acabo de salir de la ducha.

- ¡Te lo dije! –gritó Marc-. Teníamos que haber salido antes de Cervera. Las hubiésemos pillado desnudas.

- Tienes razón. Pero esta noche no se nos escapan.

Los dos hermanos se miraron entre ellos con cara de entenderse. Pero nosotras también lo habíamos entendido. Esta noche iba a tener de todo menos descanso. Alex iba a decir algo, pero el timbre de la puerta lo interrumpió.

- Será mejor que vayas a abrir o nos quedamos sin comer –le dijo Bells a su marido.

- ¿Qué habéis pedido?

- Unas pizzas.

- ¿Y nuestra dieta? –preguntó Marc.

- Hoy tendrás que saltártela amor.

El resto del día pasó entre historias del entrenamiento de la mañana, saber que Jordi estaba muy contento de ver a sus abuelos y que Roser y Julià ya tenían su copia de la ecografía. Y, después de cenar, a los hermanos les pareció divertido poner una película subidita de tono que, como no, quisieron imitar. Acabamos pasando la noche con las piernas abiertas y entre jadeos y gritos.

Madre de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora