Parto

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Hoy he pasado la peor noche de mi vida. No he dejado de tener contracciones y Marc no ha pegado ojo. Ver su cara de sufrimiento por mi dolor me mataba. No quería que estuviese así. Pero decidimos que lo mejor era no avisar a Alex. Si se enteraba de que la pequeña ya está en camino, no solo me dolerían las contracciones. También la cabeza.

- Cada vez hay menos tiempo entre cada una.

- Lo sé. Pero sigue siendo mucho tiempo como para nacer. Esto va a ir muy despacio mi amor.

- No quiero verte mal.

Las palabras de Marc me hicieron sonreír. Me encanta como me cuida y me consiente en todo, pero está vez no podía hacer nada. La pequeña Márquez mandaba.

La noche la pasamos entre la cama y el baño. Sin saber como ponerme e intentando aliviar el dolor de todas las formas que se nos ocurrían. Nada funcionaba. Al final, decidimos no movernos de la cama y vimos como amanecía.

- Alex no tardará en venir a por la foto.

- Hoy Alex se queda sin foto -dije con dolor.

Marc me besó. Fue un beso lento y tierno mientras me toca el vientre desde donde nuestra pequeña sobrina me estaba matando de dolor. Pero aquel beso me aliviaba. No sabía exactamente como, pero parecía que los besos de Marc tenían efectos analgésicos sobre mí. Mi chico parece que se dio cuenta porque no paró de besarme. Solo un Alex con ganas de foro hizo que se separara de mí.

- Hoy no hay foto Alex -dijo de forma autoritaria Marc.

- ¿Perdona? -Alex estaba empezando a enfadarse.

- Lo qué has oído. La niña va a nacer e Isel no va a hacerse ninguna foto.

Alex no dijo nada. Rápidamente se puso a mi lado y me cogió la mano. Nuestros ojos se encontraron y vi en él el miedo que yo llevaba horas sintiendo. El dolor iba a más y solo deseaba que esto acabara cuanto antes.

- Avisaré a papá y mamá. Que se queden ellos con Jordi mientras nosotros estamos en el hospital.

- Gracias Marc. Yo me quedo con Isel. Avisa a Bells de que vamos a ser padres.

- Yo me ocupo de todo. Tú ahora cuida de mi prometida.

Alex se apoyó en el cabecero de la cama y me colocó a mí sobre su pecho. Sus manos fueron a mi vientre y, durante el tiempo que Marc estuvo fuera de la habitación, los dos controlamos los intervalos entre contracciones y nos desanimamos al ver que la cosa no avanzaba tan rápido como deseábamos.

- Antes de lo que imaginamos estará con nosotros. Ya lo verás.

- Eso lo dices porque a ti no te está doliendo.

Seguimos esperando en silencio. Yo apoyada en su pecho, sintiendo sus latidos y ella... Bueno, nuestra hija queriendo salir a su ritmo. Sin prisa. Como si no fuera Márquez.

- Papá y mamá ya vienen para aquí. Y Jordi sigue durmiendo ajeno a todo -dijo Marc entrando en la habitación.

- Pues yo ya tengo la bolsa con las cosas para la niña. ¿Qué necesitas que meta para ti?

- En la puerta derecha del armario está todo doblado y preparado. No necesito más que eso. Gracias -contesté antes de la última contracción.

- 40 minutos. Ya queda menos.

Alex era demasiado optimista. Aunque entiendo que, como a él no le duele, el simple hecho de que el intervalo baje, es una buena noticia. Pero estoy segura de que mi cara seguía siendo un poema. A día de hoy, es la peor experiencia de mi vida. Sin embargo, también estoy segura de que al ver la cara de la bebé, querré repetir la experiencia con mi marido.

Cuando llegaron los padres de los chicos todo fue demasiado deprisa. Las contracciones eran más rápido, pero no tan seguidas. Pero rompí aguas. Con la ayuda de Marc y Alex me levanté de la cama y me vestí. Un ligero vestido fue lo único que fui capaz de ponerme, pero era más que suficiente. Me lo iba a quitar rápido por la bata del hospital.

- Nos vamos ya. Os avisaremos en cuanto nazca.

- Tranquilo hijo. Nosotros nos ocupamos de Jordi y explicarle todo -dijo mi suegro.

Los cuatro nos subimos al coche de Marc. Yo iba en la parte trasera del coche con mi cuñada. Parecía estar muy calmada y, cuando le pregunté porqué, me contestó porque sabía que su pequeña estaba muy bien conmigo y que no iba a pasar nada. Me sorprendió su seguridad y también la envidiaba.

- Ya hemos llegado -anunció Alex.

- ¿Tan rápido? ¿Cuántos semáforos te has saltado Marc?

- Ninguno. Te lo prometo nena.

No me lo creí. Su cara decía que mentía, pero otra nueva contracción hizo que me olvidara del tema y que quisiera entrar cuanto antes en el hospital para que me sacaran a la niña de dentro.

Después de que me metieran en una habitación privada, privilegios de la familia Márquez, el doctor nos dijo que me faltaban unos centímetros por dilatar. Mi cara debió ser de terror, porque todos empezaron a calmarme. Pero nada funcionaba. Yo quería empujar ya.

- Pronto. Unos minutitos más mi amor -me decía Marc.

- Te compensaré todo este dolor -decía Alex.

Bells era la única que no decía nada. Estaba tan segura de todo que hasta daba miedo. Yo, con las piernas abiertas por si la niña salía sin empujar, y ella sacando varios temas de conversación para entretenernos.

- Lista para empujar -dijo el doctor tras media hora más de dolor.

- ¡Por fin!

A pesar de todo el dolor que estaba sintiendo, el hecho de saber que ya podía empujar y acabar con todo el sufrimiento me ponía muy feliz. Estaba pletórica. Aunque no canté victoria tan rápido. Media hora más empujando. Está claro que la niña estaba más cómoda dentro. Pero salió. Y ahora estaba encima de su padre.

- Gracias. Gracias por darme una niña tan bonita.

- Una y no más Márquez. Aunque sí. Claudia es preciosa.

Llevábamos una hora en la habitación descansando cuando aparecieron mis suegros con un Jordi muy contento.

- ¡Pimita!

- Habla bajo campeón. Que hay muchos bebés durmiendo aquí -le dijo Marc sin regañarlo.

- Vale papi.

Desde la cama, vi como Jordi se acercaba a Alex y miraba sorprendido a su prima. Mi pobre niño se espera que su prima fuera tan grande como él para jugar. Pobre de mí si eso llega a pasar. Entre todos le explicamos que pronto podría jugar con ella y los dos se tumbaron en la cama conmigo. Alex me dejó a Claudia encima y Jordi se quedó a mi lado dando la mano a su primita. Antes de quedarme dormida pude escuchar a Julià darme las gracias por volver a la familia.

Madre de alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora