capitulo 11

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TYLER

Le doy detener al reproductor de música, quito los auriculares y aparto el capuchón de la sudadera, percibiendo la prenda empapada tras acabar con la rutina de correr que llevo a cabo todas las tardes.

Para variar, Killian se encuentra hundido en el sofá con una lata de cerveza en la mano izquierda y el control remoto del televisor, en la derecha. Se anima al verme entrar y apaga de inmediato el aparato. Durante el día ha cargado con un extraño buen humor, lo que me da a pensar cuál será su siguiente plan.

Tras todo este tiempo juntos, me he dado cuenta lo impredecible que puede ser mi padre. Por lo tanto, no tengo idea acerca de qué esperar hoy.

—Alto ahí —indica justo cuando estoy en medio de la sala—. Tengo que mostrarte algo.

—De acuerdo. 

A pesar de que preferiría ir directo a la ducha, decido no contradecirlo y evitar conflictos. Bueno, no quiero ser el culpable de su mal humor.

Él se levanta, se dirige a la puerta principal y la atraviesa. Lo sigo hasta el exterior, observando cómo se aproxima hasta el auto que yace estacionado a una orilla de nuestra calle.

—Acércate —me anima, mientras rebusca en el bolsillo trasero de su pantalón. Cuando lo alcanzo, Killian muestra un juego de llaves y sonríe victorioso. ¿Acaso el compró este auto?—. ¿Te gusta? Bueno, debería gustarte, porque es para ti —pronuncia, dejándome helado.

Elevo las cejas, paseando lentamente la mirada por el vehículo, para captar cada detalle y asumir que esto es real. Vi el coche estacionado cuando llegué a casa, pero nunca se me ocurrió que sería nuestro, creí que le pertenecía a algún vecino. Luego, simplemente pensé que Killian lo compro para él, nunca se me pasó por la cabeza que esto podía pertenecerme.

—No hablas en serio —digo, preso del asombro.

—Sí, es tuyo. Es un modelo viejo, pero está completamente restaurado y se ve impecable.

No puedo dejar de inspeccionarlo.

El vehículo es un Ford Mustang color negro, qué, a pesar de ser antiguo, se nota que alguien se esforzó al remodelarlo, porque no tiene un solo rasguño. Killian utiliza la llave para abrir la puerta donde se ubica el asiento de piloto, e indica con la mano que puedo ascender.

Lo hago de inmediato, ahora echándole un profundo vistazo por dentro. Estoy tan impresionado, que ni siquiera puedo coordinar las palabras. Solo estoy como "wow, vaya, esto es genial".

—Y bien, ¿qué te parece?

—No sé qué decir —murmuro, inspeccionando los pequeños recovecos y divisando el estéreo que alguien se encargó de agregar—. Esto es... No puedo creérmelo. Es genial —presiono un botón y el estéreo se enciende; se trata de una radio que incluye un reproductor de discos—. Gracias —hablo todavía asombrado e investigando los distintos espacios del interior, sonriendo como un niño que acaba de recibir el juguete que siempre soñó.

En realidad, nunca deseé un auto porque sabía que no podía permitírmelo. Cuando vives sabiendo que algún día te dejaran a la deriva, la mayor aspiración es conseguir cualquier trabajo y un sitio donde vivir. Se suponía que ese era mi plan, hasta que la suerte me golpeó, trayéndome hasta aquí.

—No me lo agradezcas —se encoge de hombros, apoyándose con una mano sobre el techo—. Sí, esto me costó un dineral, pero de alguna manera, te lo has ganado. Principalmente, porque sé que no vas a decepcionarme en la próxima pelea. ¿No es así, hijo? —su entusiasmo al indagar es evidente, deposita tanta confianza en mí que incluso me da escalofrío considerar la idea que un posible fracaso.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora