DAMON
Noto a través de la superficie del vaso descartable que el café aún permanece caliente, por lo que se lo extiendo a Keira en cuanto aparece ingresando a la cocina mediante el umbral de la puerta.
Tener mellizos de cinco años y llevar un centro comunitario adelante, nunca será fácil. Sobre todo, después de la madrugada que tuvimos ocupándonos de Tyler. Lo complicado es que, él no es la única persona con problemas que viene aquí por ayuda. A diario, la gente asiste porque confían principalmente en Keira y en el resto de los responsables que trabajan aquí.
Y si bien tenemos amigos –prácticamente familiares de confianza, como Lidia, que siempre está dispuesta a cuidar de nuestros hijos, preferimos que dejarlos con alguien más, sea la última opción. Por ende, logramos acostumbrarnos a una rutina donde, de una manera u otra, alguno de los dos está presente para ocuparse.
Después de dejarlos en el preescolar, recogí dos vasos de café cargado y regresé al centro, porque la situación de Tyler consiguió mantenerme inquietado desde que la supe con exactitud. Aún es difícil de digerir.
—Hey, gracias por el café —dice y desde la silla, la veo suspirar, aliviada—. Siempre sabes lo que necesito —agrega, luego muestra una pequeña sonrisa que elimina cualquier tensión existente en el ambiente.
Sin embargo, se mueve hasta tomar asiento frente a mí y su expresión cambia. Entonces, sé lo que vendrá. Tiene algo difícil que decir, algo que le preocupa y que sabe, no me gustará demasiado escuchar. Pero viniendo de ella, sé que encontrará la forma de decirlo, en lugar de lanzar el golpe sin anestesia.
—Ya viste a Tyler, ¿no? —pregunto, porque dijo que se ocuparía de él durante mi ausencia. La rubia asiente.
—De eso quería hablarte. Hay varias cosas que debo decirte —murmura, pero se detiene a beber un largo sorbo de café—. Bueno, a estas alturas sabemos que se trata de una situación extremadamente delicada. En especial porque es menor —recuerda, lo que no supimos durante todo este tiempo. Durante la conversación que tuvimos, él me contó, entre las demás cosas, que me había mentido con su edad. Dijo que tenía diecinueve y en realidad, tiene diecisiete. Ese detalle lo cambia todo. Las maneras de proceder cuando se trata de un menor de edad son diferentes—. Tyler no solo sufrió maltrato físico y psicológico, también tiene síndrome de sobreentrenamiento —frunzo el ceño, no llegué a comprender con exactitud la última parte. Ella enseguida se aclara—. Se produce por el exceso de entrenamiento físico.
La tensión se acumula en los músculos. Especialmente en la mandíbula, y, por ende, soy incapaz de pronunciar algo. Maldición. El padre de Tyler debería estar agradecido de que me haya convertido en el tipo de persona que evita la violencia. Sin embargo, no puedo evitar ese pequeño impulso dentro de mí.
—¿Sabes qué? El padre de Tyler y yo tendremos una pequeña conversación —digo, dispuesto a pedirle al chico a que me diga dónde encontrarlo. Sin embargo, Keira me da una mirada que emana desaprobación.
—No. No puedes cruzar ese límite. Haz hecho un perfecto trabajo con él, Damon. Lo contuviste todo este tiempo, lograste mantenerlo cerca para ayudar en el momento exacto —me hace saber, apaciguando la expresión y cambiando la desaprobación por paciencia—. Pero hay todo un protocolo que seguir en estos casos, y tenemos que respetarlo —explica y asiento, un tanto a regañadientes, pero comprendiendo hacia dónde quiere ir—. Ahora mismo Tyler está rellenando una ficha con sus datos. Haré la denuncia correspondiente y llamaré a servicios sociales —Keira aprieta los labios y traga saliva. Debajo de toda aquella capa dura y profesional, se esconde la persona más sensible que conozco—. ¿Está bien?
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Dulce venganza [#2]
Подростковая литератураDamon por fin logró construir una vida libre de tragedias, sin embargo, alguien regresa para vengarse y mostrarle que su pasado aún no está cerrado. ☆ Tyler solía repetir que no tenía apellido. No le agradaba usar aquel que un juez eligió al azar e...