capitulo 6

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TYLER

Es un hecho que Killian estuvo tomando hasta altas horas de la noche, pues al abrir la puerta de casa, veo las botellas tiradas sobre la mesita del living, al igual que huelo un intenso olor a alcohol.

El reloj marca las seis y media de la mañana. Se supone que a las siete debería despertar para entrenar –como casi todas las mañanas desde que estoy aquí-, solo espero que esta vez Killian se apiade de mí y me deje dormir un poco más.

En la fiesta todo fue divertido, pero ahora soy capaz de sentir nuevamente el cuerpo adolorido junto a un leve dolor de cabeza. Camino hasta la cocina intentando ser lo más silencioso posible, bebo un vaso de agua y marcho a la habitación, donde cierro la puerta, me quito la ropa y las zapatillas, y luego me dejo caer en la cama pensando que podría pasar el resto de mi vida hundido en ese colchón.

☆☆☆☆☆☆

—Tyler... Hora de entrenar —oigo una voz que poco a poco se vuelve más sólida—. Tyler... —recibo una sacudida por parte del contrario, lo que me pone alerta, obligándome a abrir los ojos—. Será mejor que entrenes si no quieres quedar otra vez como un perdedor.

<<No quedaría como un perdedor si no tuviera que volver a ese sitio>>, pienso.

Me acomodo irguiendo el cuerpo sobre los codos y tomo una gran bocanada de aire, buscando despejarme y aceptar la idea de que tengo que salir de la cama.

—¿Qué hora es? —pregunto, todavía algo atontado por el sueño intenso.

—Son la siete y cuarto —contesta a regañadientes, está enfadado—. Vamos, date prisa. Te quiero en cinco minutos en el sótano —ordena antes de retirarse de la habitación.

Maldición, apenas dormí media hora... Fui un idiota al creer que Killian me dejaría pasar otra mañana sin entrenamiento, debí largarme antes de la fiesta y no quedarme hasta lo último. Pongo prisa al salir de la cama, en mi pecho se acaba de instalar la sensación de que, si desobedezco, algo malo podría pasar. Así que lo hago todo rápido: voy al baño, donde humedezco la cara con una tonelada de agua fría, me cepillo los dientes y después me coloco las prendas de vestir para entrenar.

En cuanto estoy listo, bajo hacia el sótano en un impulso de velocidad. Killian está esperando apoyado sobre una pared y al verme entrar, dirige una mirada de desaprobación.

—¿Quieres un poco para activarte? —señala el polvo blanco que se encuentra dentro de una pequeña bolsa transparente, sobre una mesita del sótano. Es cierto que muero de sueño y que, si pierdo voluntad, me dejaría caer dormido incluso sobre el suelo. Sin embargo, no es un motivo suficiente para ingerir esa cosa.

Niego.

—No. Empecemos —trato de cambiar de tema, con la intensión de que la idea quede en el olvido. Él mueve la cabeza, dudoso.

—¿Estás seguro? Solo un poco —insiste, como si solo un poco no fuera malo.

—Sí. Estoy bien —vuelvo a rehusarme y sin previo aviso, inicio a golpear el saco de boxeo, impidiendo que Killian tenga oportunidad de continuar insistiendo.

Para mantener la energía y el foco en lanzar golpes, hago lo que Killian me enseñó desde un principio: busco en mi interior aquellos recuerdos que despiertan ira y rencor. No es que precisamente sea una persona rencorosa, pero hay cosas que están atascadas dentro, son como espinas que hincan causándome espasmos de dolor, dolor que de inmediato transformo en enfado, hacia a mí mismo, hacia el mundo.

El tiempo cesa ante el saco de boxeo y Killian incorpora una nueva rutina. Se coloca una especie de guantes rectangulares donde debo depositar los golpes. Según él, aquello me ayudará a trabajar en los reflejos, coordinación y a ganar espacio.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora