capitulo 21

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TYLER

—Es que no aguanto más —murmuro tras evocar un resoplo que grita frustración—. No estoy exagerando, no responde como quiero. Me duele demasiado —repito la explicación a un Killian exigente que no deja de insistir en que debo continuar entrenando.

Es la séptima ocasión que me veo en la obligación de parar. Mover el brazo izquierdo provoca un dolor agudo y desesperante. Acabo arrojado en el piso con el brazo extendido porque es la única manera que encuentro de aliviar un poco la tensión.

A mí padre la situación le desagrada por completo. Observa con expresión sesgada por el enfado, como si yo mismo me provocara el dolor a propósito. Juro que no es así.

En un principio, Killian me ordenó seguir, comenzó con el palabrerío de siempre. Antes conseguía calar hondo en los huesos, ahora sus frases resbalan porque no varían y ya las sé de memoria. Sí, ya entendí que no sirvo para las peleas y que soy un inútil. Entendí que lo decepcioné y que sencillamente, no soy el hijo que esperaba tener cuando me sacó del orfanato.

Lo lamento, pero estoy harto.

—Arriba. No te comportes como marica —ahí está otra vez—. Tienes que estar debidamente entrenado para mañana.

Niego, aún derribado en el piso.

—No puedo pelear mañana. Bueno, a menos que pelee con un solo brazo —ironizo. En un punto, no me desagradaría recibir una paliza. Me refiero a que, tal vez así, acabaría en el hospital y podría tomar un respiro de meses. O tal vez no volver nunca más a un ring—. Tenemos que cancelar.

Killian larga una sonora e irónica carcajada. De inmediato me siento ridículo. "Tenemos que cancelar", dije, como si alguna vez Killian fuera a permitir que intervenga en sus decisiones.

—Ya dimos nuestra palabra —manifiesta—. Así es como se manejan las cosas ahí. A menos que estés muriendo, no cancelas una pelea. Y si de todas formas lo haces... Tu reputación se va a la mismísima basura. ¿Quieres que todos piensen que eres un marica? —cuestiona y necesito responder que me importa una mierda lo que esas personas puedan pensar, sin embargo, omito contestar.

—Entonces voy a perder —largo, resignado.

—Ganarás esa pelea, Tyler —más que una afirmación, suena como una orden. Cúmplela o acata las consecuencias—. Dobla la dosis de los calmantes. Anda, ve —pide, tomándome por el brazo sano para ayudar a ponerme de pie—. Luego descansa un par de horas. Seguimos por la tarde —agrega, todavía ensañado con el entrenamiento.

—Bien —digo. De pie, siento el peso del brazo izquierdo seguido de un profundo tirón. Ahí está, doliendo otra vez.

—Una cosa más —me frena cuando emprendo la marcha, por lo que volteo y lo miro—. Es importante que ganemos el dinero de mañana —resalta, permanece pensativo unos segundos y vuelve a hablar—. Lo necesitaremos para vengar la muerte de tu madre.

Me quedo perplejo. La muerte de mi madre es un tema que ha rondado desde que llegué a esta casa. A veces habla muchísimo de ella, otros días ni siquiera la nombra. Pero siempre está. ¿Acaso el momento llegó?

—¿Cuál es el plan? —frunzo el ceño, porque viniendo de Killian, no puedo imaginar qué tipo de locura está atravesando sus planes.

Sin embargo, cuando pienso en mi madre, pienso en todo lo que perdimos. Ellos, la oportunidad de ser padres, yo la chance de conocer a la mujer que me trajo al mundo.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora