capitulo 22

7.5K 1K 209
                                    


TYLER

Busco tranquilidad en el clima silencioso que habita el vestuario. A lo lejos, se oyen voces de personas animando una pelea.

Cierro los ojos, trago una bocanada de aire. Pronto será mi turno y desconozco lo que sucederá conmigo. Así que, sentado en el banquillo, aprecio el momento mientras experimento la falsa sensación de que el control aún me pertenece. Falsa, porque en cuanto me ponga de pie, sentiré el suelo tambalearse y las paredes girar.

De a momentos, muevo una mano para sostener la botella de agua y beber un par de tragos, con la idea de contrarrestar la sensación de nauseas. La otra está quieta, apenas la puedo mover después del enfrentamiento con Patrick, aunque los calmantes se encargan de que la lesión sea soportable.

Killian está fuera, pendiente de las apuestas. Está convencido de que saldremos beneficiados, yo solo puedo sentir todo lo contrario.

A lo largo del día, me obligó a ingerir dosis extras de calmantes. Tengo la certeza de que hacen mucho más que apaciguar el dolor. Aún lo calman, pero intuyo que también me están dañando, de algún modo que no soy capaz de expresar en palabras.

Tras apoyar la botella a un lado del banquillo, coloco la mirada al frente y distingo un cuerpo surgir a través del umbral de la puerta. Vistiendo una larga sudadera negra, reconozco a la chica cuando se quita el capuchón, despejando la estructura de su rostro.

—Roma. ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, sobresaltado.

—Ver cómo estás —dice y se aproxima—. Cuando supiste que algo me pasaba, no dudaste y fuiste a casa, a pesar de saber que corrías riesgos —explica, tirando su cabello hacia atrás—. No pensaba dejarte solo —argumenta, luego imprime una tenue sonrisa.

—Si Killian nos ve aquí, nos matará. A los dos —aclaro, resignado. Desahuciado de esperanzas.

Mi padre fue extremadamente duro cuando llegué la otra noche. Intento bloquear los recuerdos, dado que traerlos renuevan la sensación de nauseas e incrementan las ganas de vomitar.

—No le tengo miedo —espeta, cargada de firmeza.

—Obviamente, no tienes idea de lo que dices —hablo. No es mi intención contradecirla u iniciar una discusión, pero simplemente, me gustaría que no estuviera aquí, corriendo peligro por una situación que no tiene remedio.

Debo meterme a ese ring y dar pelea.

Por eso, rebusco dentro del bolso el vendaje. Cuando doy con ello, inicio la tarea de colocármelos, aunque el pulso tembloroso lo dificulta.

—Déjame ayudar —Roma intercede, mirándome desde abajo, sus manos puestas sobre las mías. Asiento, permitiendo que se ponga con la tarea—. Vaya, tus manos están heladas. Y estás sudando —menciona, notando ciertos detalles gracias al contacto y a la cercanía.

Sí, empecé a sudar sin razón alguna y la temperatura corporal se alteró, ahora siento frío, uno de los motivos por los que continúo vistiendo la camiseta.

Me encojo de hombros, ignorando síntomas. ¿Qué más da? Cualquier cosa que haga o diga, no será suficiente para que Killian considere evitar la pelea. Incluso aguardo la sensación de que me cuesta respirar, algo extraño habita en el ritmo que marcan los latidos del corazón.

—No subas, Tyler —pide la chica, dejando a medias la tarea de colocar el vendaje—. Por favor, no subas ahí. Podemos escaparnos. Lo que sea —sugiere, pero no lo contemplo de ningún modo, así que niego, repetidamente.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora