capitulo 9

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TYLER

—No puedo entrar. Soy menor —le recuerdo a Killian cuando detiene el auto frente a un club nocturno. Debería tener al menos veintiún años para ingresar y apenas tengo diecisiete.

Él saca las manos del manubrio y me observa jocoso.

—Vienes conmigo. Nadie te prohibirá nada —responde como si fuera una obviedad—. El único que puede prohibirte algo, soy yo —murmura divertido, sin embargo, no dejo de pensar que tras cada broma que hace, se esconde una verdad.

Desde que pasó la última pelea, la actitud de Killian se tornó más dura. En los entrenamientos, me ha dado sermones sobre la debilidad y los sentimientos. En resumen, sus palabras han sido extremistas: los hombres de verdad estamos hechos para ser duros. Para empezar, los hombres no lloran. Si algo te molesta, opta por el camino del odio. Guarda rencor y déjalo salir cuando pelees. Que tus puños destrozando a tu enemigo sean la salida para saciar la ira. No dejes que te pasen por encima y no tengas piedad de tus rivales, úsalos como si fueran tu saco de boxeo.

Claro que lo escuché. Tomé lo que dijo, manifestándolo en mi cabeza durante horas, preguntándome si existe una forma para encontrar sentido alguno a sus palabras. Supongo que son parte de la cultura de las peleas clandestinas, de su forma de vida... No de la mía. Aunque este inserto en ese mundo, sigo sintiendo que no pertenezco, que estoy fuera, que quiero escapar.

—Vamos, Tyler. Ahí dentro —señala el lugar—. Te espera el paraíso —sonríe con entusiasmo y trato de contagiarme, pero todo lo que obtengo es una mueca forzada en mi cara.

El lugar a donde estamos a punto de ingresar, tiene en la entrada un cartel rectangular compuestos por luces led. El nombre del sitio está puesto en rojo "Mary's Club" y a su lado, acompaña el dibujo de la silueta de una mujer marcada con luces blancas. "Tragos, comida, diversión y chicas", pone por debajo del título en letras más pequeñas y, por último, señala, "abierto los 365 días".

Dos guardias de seguridad se ubican en la entrada, mantienen una posición firme y la mirada intimidante, aunque esto cambia cuando Killian se acerca y los saluda mediante un apretón de manos.

—Viene conmigo —les comunica y estos ni siquiera realizan una sola pregunta, simplemente me dejan pasar. Maldición. Que me prohibieran el ingreso era la única excusa que tendría para marcharme—. Solíamos trabajar juntos en otro club —comenta y asiento, mostrando que escuché. De a momentos me observa de reojos y presiento que se debe a su necesidad de controlar mi actitud—. Míralos, ahí están. Eh, ¿empezaron sin nosotros, colegas? —exclama alzando la voz hacia un grupo de hombres que se encuentran sentados alrededor de una mesa rectangular.

A medida que nos aproximamos, soy capaz de distinguir los diversos rostros, llevándome la sorpresa de que Patrick se encuentra en el grupo. Entonces me detengo, porque su simple presencia me ha dejado paralizado. ¿Por qué está ahí?

—¿Qué estás haciendo, hijo? —cuestiona Killian al darse cuenta de que me detuve.

—Es el tipo que me golpeó —digo, reconociéndolo. 

El recuerdo de aquel enfrentamiento continúa siendo motivo de tormentos. La imagen de Patrick golpeándome sin recelos, causa una inevitable repulsión en mi interior, hasta el punto de que todo lo que quiero es no tenerlo cerca.

No obstante, Killian se lo toma a la ligera.

—Ah, ¿Patrick? No tienes nada de qué preocuparte, es de confianza. Lo que pasó en el club... Te hizo un favor. Tranquilamente podría haberte enviado al hospital, pero no lo hizo porque sabía que estabas conmigo. Olvídalo —explica rápido y retoma nuevamente la acción de llegar hacia el resto, tras hacer una señal para que lo imite.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora