capitulo 4

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TYLER

Atravieso el último escalón hacia la salida del sótano, cuando el cuerpo se estremece y tengo que sostenerme de la barandilla, a causa del dolor agudo que se expresa como pinchazos por encima de las costillas. Estimo que es cerca del mediodía, pues acabamos de completar el entrenamiento de la mañana. Killian camina por delante, ya en el exterior, espero que no alcance a notar la inevitable parada. Al contrario de lo que deseo, gira su cabeza lo suficiente para darse cuenta de que estoy emitiendo quejidos de dolor.

—Vamos, no es para tanto —murmura restándole importancia y trato de convencerme de que así es.

<<No es para tanto>>, repito, a medida que recupero la postura y camino hacia afuera. Además, todavía conservo uno de los analgésicos que me entregó la médica del centro. Debería ir por más o, mejor dicho, iré por más. Visto y considerando que tengo una fiesta a la que asistir por la noche, necesito ir como nuevo. Ya sé que no lo conseguiré de un momento a otro, pero al menos esas capsulas disminuyen el dolor.

Cuando llego a la habitación, busco la pastilla en la mesita de noche, pues allí la dejé antes de caer dormido. Inspecciono una vez, después reviso el cajón y finalmente chequeo el piso, considerando la posibilidad de que se haya caído.

—¿Buscabas esto? —la presencia de Killian me desestabiliza. Termino de ponerme de pie y diviso la pastilla entre sus dedos.

—Sí, pensé que la había perdido —digo un tanto aliviado e intento sostenerla, envuelto en confusión al creer que va a devolverla. En su lugar, Killian aleja la mano, arrebatando cualquier oportunidad de recuperarla y en su rostro se dibuja una sonrisa burlesca.

—Esta porquería es para maricas —pronuncia, tira la capsula al piso y la aplasta con el pie—. ¿De dónde la sacaste?

—La compré —apresuro a responder, procurando no dar ningún indicio de mentira. No sé bien porque lo hago. Debería poder ser honesto con él, a fin de cuentas, es mi padre. Sin embargo, tengo la impresión de que si le cuento que estuve en un centro comunitario y allí conseguí ayuda, se pondrá como loco. Es como si intentara dejar en claro que debo aprender a arreglármelas solo.

—¿Conseguiste que te vendieran esto? —continúa indagando. Desconfía.

—Sí, fue fácil. Los engañé —invento, luego encojo los hombros, en señal de restar importancia al asunto.

—Dinero echado a la basura —alega con firmeza y percibo una ola de tranquilidad al comprobar que se lo creyó—. ¿Sabes la cantidad de palizas que soporté antes de triunfar? Cientos. Pero así aprendí a soportar el dolor, y eso es lo que tú debes hacer. Aguantar, Tyler. Actúa como hombre —mantiene la compostura, aunque soy capaz de notar que está contiendo la ira—. Un verdadero hombre no necesita de esa mierda que compraste. Si quieres evadirte, esto es lo mejor que tienes —de su bolsillo delantero, saca una pequeña bolsita que contiene la famosa sustancia, cocaína.

No. Otra vez no.

—¿No te apetece? —insiste tras no obtener respuesta. Solo estoy ahí de pie, mirando dubitativo lo que sostiene en la mano y luego, regreso la vista hacia él.

—Ehh... —sigo indeciso, la tensión se apropia del cuerpo e invade el espacio que nos rodea—. Ahora mismo no —arriesgo a contestar con un mínimo de franqueza. Nuevamente, una incesante voz que proviene del interior, repite que no debo llevarle la contra o podría ponerse peor, así que opto por rechazar la propuesta, pero no la descarto—. Supongo que más tarde. Bueno, tengo una fiesta esta noche. Será más divertido hacerlo antes de ir —utilizo un tono relajado, en un intento de soltarme y desviar el foco de la conversación.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora