capitulo 30 | final

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《Por favor, si eres un lector fantasma, te pido que dejes tu voto. No cuesta nada y ayuda mucho a que la novela crezca. Gracias》

<<¿Cómo no recordarlo?>> murmura la antigua directora del orfanato, contemplando a Tyler, quien, junto a su hermano mayor, Damon, fueron invitados por la anciana a tomar asiento en los sofás del living. 

<<Recibí a cientos de niños durante mi época como directora, pero el caso de Tyler fue especial. Pensamos que se iría rápido, porque la realidad es que los niños mientras más pequeños sean, más oportunidades tienen de ser adoptados y Tyler era apenas un recién nacido>> la mirada de Anne se oscurece, observa un punto del piso, rememorando. 

Mientras tanto, Tyler es todo oídos. Siempre quiso saber su pasado, había una parte de él que, por un largo tiempo, estuvo vacía e incompleta. Hasta llegó a resignarse, aceptando que nunca lo sabría, pero un día llegó Killian y ocurrió el resto de la historia. 

<<Su mamá lo abandonó en una iglesia y a los pocos días lo enviaron con nosotros>> se dirige a Damon, quizá por el simple hecho de que es el mayor y opta por entablar la conversación con él. Quizá también le avergüenzan viejas actitudes, errores que cometió en su puesto y que afectaron directamente a Tyler. 

<<Los primeros días era un bebé normal. A la semana, la cosa empeoró. Se enfermaba seguido, problemas de respiración, infecciones, fiebre. Siempre había algo nuevo>> acto seguido, se comprende porque la anciana lo recordaba con tanto detalle y también, porque nadie lo adoptaba. ¿Quién quiere hacerse cargo de un bebé enfermo? 

<<Pasaba días en el hospital. Lo regresaban y al tiempo, volvía a decaer. Después, bueno, se fue haciendo fuerte. Así es como pasa en esos lugares. Los niños no tienen demasiadas opciones, más que hacerse fuertes y sobrevivir>> Anne se encoge de hombros, bebe un sorbo de té caliente y apoya la taza sobre la mesita ratona.

TYLER

"Trataremos de estar ahí en una hora", dicta el último mensaje que intercambié con Asher. Están remodelando el orfanato y les han ofrecido a los mayores, colaborar en la construcción. No lo hacen gratis, le prometieron un pago a fin de mes, por ende, Jax también aceptó y yo seguramente lo habría hecho, si aún siguiera allí, claro.

Después de leer rápido, dejo el celular sobre un aparador, antes de que las gotas de agua escurriéndose por mi piel lo alcancen a mojar. La chaqueta de cuero, junto a otro par de prendas y el teléfono, son los únicos objetos que decidí quedarme, a pesar de que me los regaló mi padre. Tengo sentimientos encontrados acerca de él. Por instantes, es agradable pensar en cuando tenía ese tipo de gestos. De algún modo, sentía que le importaba.

Me detengo en el espejo del baño, un amplio cuadrado por encima del lavamanos. Tengo la toalla enrollada en la cintura, la férula del brazo derecho cubierta por un plástico para protegerla del agua y el torso, descubierto.

Desde mi ingreso al hospital, solo una vez me detuve a verme y fue espantoso. Durante los días siguientes, evitaba los espejos o solamente echaba un rápido vistazo para acomodarme el cabello. Pero de pronto, veo el reflejo y me da placer, comprobar que las marcas alrededor del cuello se han desvanecido, tanto, que en poco tiempo quedarán invisibles. Volteo, hago un movimiento con la cabeza para ver la espalda, las lesiones se han apagado, ahora solo quedarán pequeñas cicatrices.

Entonces, mis sentimientos cobran otro sentido. Ya no queda espacio para los recuerdos agradables de Killian. Otra vez todo se pone oscuro y solo soy capaz de concebir dolor al pensar en él.

Dulce venganza [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora