Capítulo 19

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– ¿A donde me llevas? – tenía los ojos vendados desde que salimos de mi casa, Gastón soltó una risa.

– Ten paciencia, estamos a punto de llegar.

Después de la escuela me fui a casa a preparme para la cita con Gastón, estaba muy nerviosa, y cuando llegó a mi casa saludó a mis padres para luego ponerme una venda en los ojos y subirme al auto que decía que le había prestado su primo. Ahora estabamos ambos en el auto escuchando música de la radio.

Sentí como el auto se estacionó y el motor se apagó, pasé mis manos por mis jeans, estaban un poco sudorosas por los nervios. Gastón abrió su puerta y luego escuché como la cerró, a los segundos abrió la mía y me sobresalté.

– Ven – tomó mi mano y me ayudó a bajar, podía oír a los pajaros cantar, por mi nariz se filtró el olor a flores, sonreí. Caminamos a paso lento hasta que nos detuvimos, soltó mi mano para poder quitarme la venda, mis ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la luz, pero cuando lo hicieron me quedé impactada.

Estabamos en un enorme jardín de flores, estabamos completamente rodeados de ellas, habían de todos colores, especies, aromas, amaba las flores, me sentía como una niña en una juguetería.

– ¿Te gusta? – preguntó inseguro, lo miré con una enorme sonrisa.

– ¡Me encanta! – me abalance sobre él y caímos ambos al suelo entre risas, le di un pequeño beso en los labios y nos incorporamos.

Me guío hasta donde había un pequeño picnic para dos. Comimos lo que Gastón habia preparado, mientras admirabamos las flores y al sol en el horizonte, esta había sido una grandiosa cita.

– Me gusta observar las nubes – ambos estabamos acostados mirando el cielo – Me dan mucha tranquilidad y simplemente no me doy cuenta del tiempo, cuando estoy contigo siento eso – lo miré con una tierna sonrisa, el sonrió sin mirarme pero podía notar que se había sonrojado – Al estar contigo el tiempo pasa volando sin darme cuenta y tu hermosa sonrisa me tranquiliza. Nunca sentí eso con nadie más... Siento que te conozco de toda la vida, que puedo contar contigo para lo que sea, eres lo que pienso apenas me levanto y lo último antes de dormirme y quisiera ser yo quien sostenga tu mano tanto en momentos difíciles como en los buenos... – esta vez si me miró, podía notar la sinceridad en cada una de sus palabras, la alegría inundaba cada parte de mi cuerpo y sentía como las lágrimas se acumulaban en mis ojos a punto de salir. Miré al lado opuesto, no me gustaba que me vieran llorar – Me gustas Mía, me gustas mas de lo que creía que podía gustarme una persona – pasé el dorso de mi mano para quitar los rastros de lágrimas y lo observé buscando alguna pizca de broma en sus palabras pero simplemente su rostro reflejaba sinceridad – No espero que digas algo porque sé que demasiado precipitado, apenas nos conocemos pero me gustaría tener el tiempo para hacerlo mejor, si me dejas, claro – asentí con una sonrisa.

Estuvimos el resto de la tarde caminando por el campo de flores, que parecía no tener un fin, hasta que se hicieron las siete.

– ¿Vamos? Le prometí a tu padre que estarías en casa antes de las siete y media – asentí, juntamos las cosas del picnic y nos dirigimos al auto, en el camino hablamos de cosas sin sentido hasta llegar a casa.

Me despedí de él con un beso en la mejilla, habíamos prometido que ya no habrían besos en los labios hasta que seamos una relación seria, adoraba la manera de ser de Gastón, era un chico respetuoso que iba un paso a la vez. Entré en casa y me apoyé en la puerta con una sonrisa de boba en los labios, había sido todo tan... Especial.

– ¿Estuvo interesante la cita? – la voz burlesca de Christian me sacó de mi trance, simplemente lo ignoré para irme a mi cuarto.

– Ahora que tiene novio hace de cuenta que no existimos – esta vez quien habló fue Salvador, rodé los ojos y seguí mi camino hasta las escaleras.

– Asi qué "Gastoncito" ¿eh?, quien lo hubiera imaginado que ese perdedor conquistaria el corazón de la hermana de su peor enemigo – fruncí el ceño y observé a Edwin quien habló sin pensarlo ya que estaba prestandole mas atención al juego en su celular – A Adam no le agradará para nada...

– Le guste o no a Adam no es su asunto, da igual lo que ustedes piensen porque no son relevantes en mi vida, simplemente son los estúpidos amigos de mi hermano – miré la reacción de los cuatro presentes, David agachó la cabeza, Edwin me miró por primera vez con los labios apretados, Christian tenía la mandíbula apretada mientras cruzaba sus brazos y miraba hacia otro lado y Salvador me observaba fijamente con una sonrisa burlona.

– Bien – dijo encogiendose de hombros. Furiosa subí las escaleras para encerrarme en mi cuarto.

Comencé a hacer la tarea que tenía pendiente, estuve en mi cuarto sin salir hasta que mamá me gritó que era hora de la cenar. Bajé con una sonrisa en los labios por el exquisito aroma de la comida casera de mi madre, al entrar al comedor mi sonrisa se esfumó con tan solo ver a los cuatro chicos sentados en la mesa. Ocupe mi lugar de lado izquierdo de mi padre, Adam estaba sentado frente a mí, podía notar una pizca de enfado y desaprobación en su mirada.

– ¿Cómo te fue en tu cita? – preguntó mamá entrando con una fuente enorme con comida, todos los presentes me observaron esperando una respuesta – ¿Qué hicieron? – mamá movió sus cejas con perversión. Papá río levemente mientras se servía una porción de comida.

– Eso no se pregunta querida – la regañó divertido.

– Nada. Fuimos a un campo de flores a las afuera de la ciudad e hicimos un picnic – sonrío al recordar lo perfecto que salió y las hermosas palabras de Gastón – Fue... Maravilloso.

– Ohh, querida, me alegro por ti. Recuerdo la primera cita que tuvimos con tu padre, fuimos al viejo autocinema, yo toda una inocente y tu padre el típico chico malo – mamá río levemente – ¡Eramos tan jóvenes!.

– Lo seguimos siento cariño –recalcó papá haciendonos reir a todos, la tensión en el aire desapareció momentáneamente mientras mis padres contaban sus anécdotas de cuando eran novios.

La historia de amor de mis padres era hermosa, ella era hija única de la bibliotecaria y un empresario, muy extrictos ambos, todos le tenían mucho respeto en la ciudad, mientras que mi padre era un recién llegado, hijo de un bancario viudo, llegó para darle vuelta la vida a mi madre quien simplemente tenia la mente en su carrera de la universidad. Era un amor correspondido pero rechazado por los padres de mi madre, dejaron de pagarle la universidad por lo que ella tuvo que trabajar para pagarse los gastos. A los pocos meses de su relación mamá quedó emabrazada de Adam a la edad de 22 años, papá como buen hombre trabajó y terminó su carrera para comenzar a ejercerla, ambos eran bastante felices con lo poco que tenian, cinco años despues de haber tenido a Adam decidieron tenerme a mí, y aquí estamos, mamá es una importante empresaria en el continente y papá el mejor cirujano del país. Hermosa historia de amor y superación, son mi mas grande admiración.

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Me gustó escribir este
capítulo.

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El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora