Capítulo 8

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En la cocina ya estabamos reunidas las chicas, pues todas habíamos acordado cocinar esta noche, la idea era hacer pizzas, una comida fácil, rápida y deliciosa. Estabamos amasando cuando el timbre sonó por toda la cabaña, habían llegado los invitados que faltaban.

– Liam, anda muchacho mueve esas piernas, ¿es qué acaso no escuchaste el timbre? – dijo molesta Carla, Liam dejó lo que sea que estaba haciendo y se fue a la entrada – Este chico se la pasa dibujando vaya a saber que cosa.

– Quizás personas desnudas – dijo la pelirroja levantando las cejas, no pude evitar soltar una risa – Cuéntanos Mía, ¿cómo conociste al amargado de Liam?.

– La verdad es que lo conocí el lunes...

– ¡Vaya! Amor a primera vista, interesante – dijo mientras fruncía el ceño.

– Nono, para nada, Liam y yo solo somos amigos, él fue el único amable conmigo en el aula, si no fuese por él y su personalidad tan... – intenté buscar la palabra perfecta para describirlo.

– ¿Espontánea? – acotó María leyendo mi mente.

– ... Sí, exacto, yo estaría tomando sopa Maruchan en mi cama – dije un poco apenada.

– Te entiendo, aunque debe ser muy molesto que te ignore todo el tiempo por estar dibujando en esa maldita libreta – María comenzaba a caerme bien, no tenía problema en decir lo que pensaba.

– Es un poco molesto, pero puedo soportarlo – me encogí de hombros y seguimos hablamos de cosas random hasta que metimos las pizzas al horno, las chicas, a excepción de Paola, me trataban muy bien.

– Bien, vamos a saludar a los que llegaron – sugirió Carla, todas asentimos y fuimos al comedor donde se encontraban los recién llegados. Sentí como el tiempo se paró al verlo a él sentado en aquel sofá, mi cerebro dejó de procesar la información, escuchaba la voz de Carla presentarme como si fuera un eco lejano, y todo fue peor cuando clavó su mirada en mí, esbozó una sonrisa y dirigió su mirada hacia otro lado.

– Ellos son Theo, Max, Salvador y su novia Olivia – sonreí de manera simpática, aunque la noticia de que Salvador tenía novia me tomó muy desprevenida.

– Un gusto – cuando terminé de decir esto no pude evitar fijarme en el tal Theo, aquel chico era el de la discoteca, me miró y sonrió penosamente, me reconoció, claramente el maldito me reconoció, y como no hacerlo si le pegué la mejor humillación de su vida, seguro se sintió como si le metieran un tacón en el culo.

– ¿Eres la hermana de Adam, no? – preguntó Max para romper el hielo, asentí – Vaya, tu hermano es un gran jugador de fútbol, escuché que se lo quieren llevar a jugar a primera división, ¡estamos hablando de futbol profesional! – exclamó excitado el chico, como si aquello fuese algo de ensueño, algo prácticamente imposible.

– Así es, pero él no quiere dejar la universidad – dije tomando asiento a su lado, estuvimos hablando entre los dos hasta que la comida ya estuvo lista. Liam tomó asiento a mi lado una vez que Max se fue a otra parte.

– Al parecer no se te hace difícil entablar conversación con nadie – dijo mientras mordía el trozo de pizza.

– Mmm, no todo el tiempo, cuando era pequeña no podía hablar con nadie en el colegio, esa era una de las razones por la que me molestaban, y cuando volví de España temí que eso se volviera a repetir...

– ¿Qué te molestaran?.

– No, el sentirme de nuevo sola.

– Conmigo no estarás nunca sola - su mirada era intensa, me parecieron las palabras más bonitas que nunca en mi vida imaginé que podrían decirme, sonreí y aparté la mirada, cuando lo hice me encontré con Salvador, quién nos miraba desde la otra punta de la habitación, no podría describir lo que exactamente pasaba por su mirada, ¿furia? ¿incomodidad? ¿tristeza?¿disgusto? – Creo que iré a descansar, mañana nos espera un largo día, ¿vienes?.

– Dentro de un rato voy, quiero tomarme un té – le sonreí y me dirigí a la cocina, allí estaba María con una taza de algo caliente en sus manos.

– ¿Quieres uno? – preguntó con una sonrisa, asentí y ella con mucha amabilidad se ofreció a prepararlo – Admito que soy de esas personas que no pueden dormir en toda la noche si no toma una taza de té antes de acostarse.

– A mi me ayuda a relajarme, se me hace difícil dormir en un lugar que no conozco – dije un poco apenada, no quería sonar grosera.

– Ohh, te entiendo me pasa lo mismo, pero vengo a esta cabaña desde muy pequeña, pertenece a los gemelos, ellos son dueños de muchas propiedades que les quedaron de las herencias de sus abuelos – asentí mientras tomaba un sorbo del líquido caliente, sabía delicioso – ¿Ya te acostumbraste al cambio entre la ciudad ruidosa por ésta mas tranquila? Liam me estuvo hablando de ti.

– La verdad que me encanta este cambio aunque temo que se vuelva muy aburrido y no me agradaba la idea de dejar a mis amigos allá ya que no conocía a nadie aquí...

– Pero a ahora nos tienes a Liam y a mí, puedes contar conmigo para lo que necesites, considerame tu amiga – sonreí ante la idea, la pelirroja era mas que agradable, y me alegró saber que ahora tenía una amiga. Hablamos un rato más e intercambiamos números, hasta que ella se fue a dormir, quedé sola en la cocina y en la sala no se oía ninguna voz, al parecer todos ya se habían ido a descansar, me tomé mi tiempo para acabar con mi té, por la ventana de la cocina se podia ver el agua del lago siendo iluminada por la luz de la luna, escuché el ruido de la puerta principal y me asombré al ver a Lucas y a Matías entrar mientras se besaban con intensidad, sin notar mi presencia, subieron por las escaleras y dejé de escuchar el ruido de los besos, no sabía que eran pareja, los veía muy unidos pero nunca sospeché que fueran novios. Sonreí y seguí con lo mío.

– Creo que ya es muy tarde para que estés despierta – la voz masculina proveniente del umbral de la cocina me asustó, me di media vuelta y me encontré con Salvador.

– Ya me iba a dormir – dije un poco cortante mientras me daba media vuelta para lavar mi taza. El silencio se hizo presente y por un momento creí que se había ido hasta que tocó mi hombro, me tensé ante su caricia, respiré hondo y seguí con mi tarea. Suspiró pesadamente y carraspeó.

– Creo que empezamos mal...

– Crees muchas cosas Salvador.

– Puede ser – dijo bajando su mano por mi brazo – Mía... –susurró cerca de mi oído, cerré los ojos por un instante tratando de seguir serena y que mi cuerpo y mente no me jugaran una mala pasada – Lamento lo del otro día, nunca imaginé que te volvería a ver, siempre pensé que nuestro reencuentro sería de otra manera – se disculpó, su voz sonaba sincera.

– Pero lamentablemente no lo fue – dije terminando de lavar para poder alejarme de él, lo miré a los ojos, éstos tenían el mismo brillo de cuando eramos pequeños, no pude evitar perderme en ellos, aprovechando mi descuido se fue acercando lentamente, me tomó por la cintura y me fue aproximando cada vez mas a su cuerpo hasta que quedé pegada a él, no reaccionaba, era como si viese todo en segundo plano sin poder hacer algo al respecto, poco a poco la distancia que nos separaba fue desapareciendo, ya podía sentir su fresco aliento en mi cara, me lamí los labios ya que los sentía secos, en un instante acortó la pequeña distancia que nos separaba, cerré los ojos y le seguí el beso, era lento, tierno, como si fueramos dos niños, las piernas me temblaban y sentía algo que no logro explicar en el abdomen, el ritmo no pasó de eso hasta que nos separamos, no había necesidad de llegar más lejos por ninguno de los dos, la intensidad y el brillo en sus ojos era sorprendente, después de unos segundos sentí como algo se presionaba contra mí, me separé inmediatamente de él, sentí como el calor subía a mis mejillas, como una niña escapé de la cocina y mientras subía por las escaleras escuché como exclamó "mierda", entré en el cuarto y solté todo el aire que llevaba contenido.

Aún apoyada en la puerta abrí los ojos y me encontré a Liam dormiendo pacíficamente, sin hacer mucho ruido cepillé mis dientes me puse la pijama y me acosté del lado derecho de la cama, Liam dio media vuelta y me abrazó, me tensé e intenté que se diera vuelta pero todo fue en vano ya que de su parte solo conseguí un gruñido. Suspiré frustrada e intenté dormir, al parecer estaba demasiado cansada ya que al instante caí en los brazos de Morfeo.

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María en multimedia.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora