Capítulo 16

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De camino a la casa de Liam compramos galletas, refrescos, y por supuesto unas papitas, para pasar una tarde de películas. Había extrañado demasiado a mi mejor amigo, aunque nos conocíamos hace tan poco tiempo él ya se había ganado mi confianza.

– ¿Qué película vemos ahora? – estabamos en su habitación recostados sobre su cama.

– Mmm, ¿Orgullo y prejuicio?.

– Gran elección – mientras Liam buscaba la película en Netflix yo devoraba las papitas como si no hubiese comido en 100 años – Si no fueras virgen juraría que estás embarazada – comentó Liam riendo.

– ¿Quién dijo que era virgen? – subí una ceja.

– Por tu manera de ser supuse que eras virgen – se encogió de hombros, negué con la cabeza – Oh, vaya sorpresa...

– Mi primera vez fue a los 15 años con mi primer novio, Brandon, no fue la gran cosa, ¡mierda, sí que dolió! – conté con total naturalidad.

– Dicen que si estás muy excitada no debería doler – la voz de Liam salió ronca, se dió cuenta de eso y se aclaró la garganta.

– Supongo que tú ya lo hiciste – desvío su mirada nerviosamente y comenzó a jugar con sus manos – ¿Aún eres virgen? – asintió sin mirarme – Creí que lo habían hecho con Paola, como fueron novios, no sé.

– Noup, esa fue una de las razones por las que me dejó – sonrió falsamente mientras rodaba los ojos – A las chicas les gustan los chicos que ya tienen experiencia y bueno, tú sabes que no soy muy bueno con las mujeres, tampoco me siento mal por eso, la mamá de Salvador, digo mi madre, dice que cuando encuentre a la chica indicada será el momento indicado, que solo debo tomarme mi tiempo...

– ¿Y qué es lo que piensas tú? – me miró un par de segundos y contestó.

– No lo sé, he querido acostarme con varias chicas que he conocido y he tenido la oportunidad de hacerlo, pero mi subconsiente me dice que no lo haga que se va a notar a kilómetros que no tengo experiencia y voy a quedar como un ridículo.

– Entiendo, pero no vas a ser virgen toda la vida, va a llegar tu momento y en lo único que tienes que pensar es en que lo vas a disfrutas y ya – no supe en que momento Liam y yo estabamos mas cerca de lo normal, miró mis labios mientras pasaba su lengua por los suyos – ¿Vamos a mirar la película o no? – cambié de tema mientras me alejaba un poco.

– Si, claro – apretó el botón de Play y comenzamos a mirar la pantalla sin decir ningún comentario, solo se escuchaba el ruido de nuestras bocas triturando la comida que metíamos en ellas.

Después de más de una hora y media la película terminó, ya era de noche por lo que tendría que irme a casa, le había mandado un mensaje a Adam para que me fuera a buscar pero me contestó que estaba ocupado, no habría mas remedio que ir caminando.

– ¿Y si le pido a Salvador prestado su auto? – sugirió Liam con una sonrisa – Espera aquí, voy a hablar con él – asentí poco segura.

Salvador y Liam bajaron por las escaleras cinco minutos después, el castaño sonrió arrogantemente, rodé los ojos antes su maldito comportamiento de seductor mal pagado.

– Mía, debo quedarme en casa a ayudar a mi madre pero Salvador se ofreció a llevarte si quieres... – Liam se pasó la mano por la nuca.

– Puedo ir caminando, no te preocupes.

– ¿Qué cosas dices Mía?, de ninguna manera voy permitir que la hermanita de mi mejor amigo vaya sola por las oscuras calles de la ciudad – negó rotundamente Salvador mientras exageraba su preocupación hacia mi.

– Está bien – accedí de mala gana, él sonrió victorioso mientras movía las llaves de su auto con la mano.

Me despedí de mi mejor amigo y salimos de la casa rumbo al auto de Salvador. Me abrió la puerta del copiloto para que pudiera entrar y así lo hice, le dio la vuelta al auto y entró por el lado del piloto, encendió el auto y comenzó a manejar. Me sentía insegura con Salvador al volante, en mi mente le pedía a todos los dioses que no ocurriera un accidente, al notar mi nerviosismo él aceleraba la velocidad y frenaba de golpe haciendome chillar del miedo, repitió esto varias veces mientras se reía fuertemente en mi cara, este chico era la estupidez en su máximo esplendor.

– Vamos Mía, no seas aburrida.

– Si ser aburrida significa querer seguir con vida, pues puedo aceptarlo – dije mientras tenía los ojos cerrados.

– Antes eras mas divertida...

– ¡Y antes tú no eras un patán! – solté con mucha rabia, comenzó a manejar con normalidad y abrí los ojos insegura. Salvador tenía apretado el volante con demasiada fuerza y su mirada era muy distinta a la de recién.

– Si soy un patán como dices no te sorprenderá que te secuestre – comenzó a manejar en dirección contraria a mi casa, y sonrió maliciosamente.

– Sa-Salvador, ¿qué haces? Mi casa queda en la otra dirección, ¿a dónde me llevas?...

– ¿No es obvio Mía? Te estoy secuestrando. ¿Y a dónde te llevo?, no lo sé – comencé a asustarme, tomé mi celular para llamar a alguien pero se me había quedado sin batería, ¡maldición de Lucifer!.

Poco a poco comenzamos a alejarnos de la ciudad por un camino de tierra en dirección al "mirador del amor", un lugar en donde se tenía vista de la ciudad y como su nombre lo indica, iban parejas a hacer quien sabe qué cochinadas. Comencé a asustarme aún más, ¿qué es lo que quería hacer Salvador conmigo en aquel lugar?.

Estacionó el auto, la vista era sorprendente, las luces de los postes iluminaban las calles, los autos circulaban por la carretera ajenos a nosotros, busqué con la mirada más autos pero eramos los únicos en aquel lugar, ¡que casualidad!. Furiosa me gire hacía Salvador y de manera inesperada atrapó mis labios con los suyos, comenzó a besarme lentamente mientras acariciaba mi mejilla con su mano, intenté alejarme pero las ganas de seguir besandolo eran aún más fuertes, le correspondí.

Nos separamos por la falta de aire pero nuestras frentes seguían juntas, al mirarlo una sonrisa boba se posó sobre sus labios, cerré los ojos sintiendo su cálida y agitada respiración, pasó su mano por mi nuca y volvió a besarme, esta vez con mas desesperación, le seguí el ritmo y como si mi cuerpo actuara por sí solo me senté sobre él, soltó un sonido parecido a un gemido, estabamos apretados pero eso no nos importó. Sus manos bajaron por mi espalda posicionandolas sobre mi trasero, comenzó a insitarme a que me mueva sobre él y así obedecí, siento como el bulto de su pantalón crecía más y más con cada movimiento.

– Mía... – jadeó mi nombre mientras trataba de recuperar el aire – Me encantaría hacerte mía en este preciso momento frente a toda la ciudad.

– ¿Y qué te detiene? – sus ojos se iluminaron y sonrió alegremente.

– ¿En serio lo dices? – preguntó asombrado, asentí con una sonrisa tímida, me miró dudosamente, rodé los ojos y comencé a besarlo mientras mordia sus labios, tiraba de su cabello desesperadamente, queriendo más de él, me separé para sacarme la campera y la remera, él hizo lo mismo, seguimos basándonos mientras nuestra piel se rozaba generandome electricidad por todo el cuerpo, sentía como mi entrepierna se humedecía y un gran cosquilleo comenzaba a crecer en mi estómago – Mía para – pidió Salvador separandose de mí, lo miré con el ceño fruncido confundida – No creo que sea lo mejor para ti, además ya es tarde – me senté en asiento del copiloto y me puse la remera.

– Esta bien, perdón, me dejé llevar.

– El que debe pedir perdón soy yo, pero es que no sé cómo explicar todo lo que siento por ti, yo... Te amo.

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora