Capítulo 25

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La luz del sol entraba por la ventana de mi habitación, me maldije a mi misma por no haber cerrado las persianas la noche anterior. Los brazos de Gastón envolvían mi cuerpo, sonreí y abrí mis ojos, él estaba profundamente dormido, acaricie suavemente su mejilla izquierda.

– Kala, déjame dormir – murmuró.

– ¿Kala? – pregunté burlona, abrió sus ojos y sonrió.

– Buenos días. Kala es mi perra, todas las mañanas ella me despierta – rió levemente – Algún día la conocerás – asentí y me senté en el borde de la cama, estiré mi cuerpo y Gastón me abrazó por la espalda.

Ambos nos levantamos para desayunar, él me acompañaría a la escuela. Después de prepararme bajamos a la cocina.

Desayunamos entre risas, me gustaba estar con él, sentía que junto a su lado podía superar cualquier obstáculo. Salimos de casa y caminamos de la mano hacia mi colegio, al llegar pude reconocer el auto de Salvador y de él bajo Liam cerrando la puerta de un golpe, últimamente los hermanos Greco tenían peleas internas, mi mejor amigo no hablaba mucho del tema pero de igual manera no quería insistir.

Besé la mejilla de Gastón y aceleré mi paso para llegar hasta Liam, tomé de la manga de su buzo y giró bruscamente, al verme relajó sus facciones.

– ¿Estas bien? – tenía el labio lastimado junto a varios moretones esparcidos por cara – ¿Qué te sucedió? – pregunté con notada preocupación.

– Nada – dijo cortante mientras desviaba la mirada.

Caminamos en silencio por el pasillo y entramos en nuestro salón, las personas que estaban dentro observaban a Liam asombrados, tomamos asiento en nuestros lugares de siempre, el castaño tenía los puños apretados y su respiración era pesada, estaba enojado. Decidí darle su espacio, insistirle sería en vano, él me lo contaría a su debido tiempo.

Chiara llegó unos minutos después, su mirada se clavó en el chico a mi lado, buscó alguna respuesta en mi rostro y al no encontrarla siguió su camino al asiento a nuestra espalda.

Las primeras horas pasaron normales, Liam no despegaba su mirada de la vieja libreta que siempre cargaba con él, podía oir voces hablando sobre los Greco, al ser simples rumores decidí ignorarlos. El timbre sonó indicando el primer recreo, hoy estabamos de suerte, la profesora de las siguientes dos horas no podía venir y no había quien pudiera suplantar su lugar, tomé mi celular y salí del aula, no soportaría la tensión que el castaño generaba cuando estaba enfadado.

Caminé por los pasillos hasta llegar a una especie de patio donde habían árboles y cesped, en estos dos meses no había notado este espacio natural ya que siempre me encontraba encerrada con Liam, noté que a pesar de ser un hermoso lugar no habia practicamente nadie, acomodé mi trasero bajo un árbol de cerezo, las hojas y los pétalos de las flores se caían poco a poco, me puse los auriculares y me relajé bajo la melodiosa voz de Sam Smith, cerré mis parpados para disfrutar de la música y al abrirlos me encontré con unos ojos verdes que me miraban curiosos, me saqué los auriculares.

– ¿Qué sucede Liam?.

– ¿Podemos hablar?.

– Sí claro, ven – palmee mis piernas, él se recostó con la cabeza sobre ellas, comencé a acariciar su suave pelo – Te escucho – suspiró cansado.

– Hace varios días que Salvador se está comportando demasiado extraño, he intentado hablar con él pero no me hace caso, anoche llegó ebrio y golpeó a mi padre, intenté detenerlo, a cambio fui yo quien salió herido, sé que nuestro padre, Gabriel, es un idiota pero no puedo permitir que Salvador lo trate mal...

El amigo de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora