—Hey, Mía. —la estúpida chica hace una burbuja con su goma de mascar—. Ningún civil puede entrar en mi piso, ¿Entendiste?
—Por supuesto, bombón.
—Hablo en serio. —la señalo—. Ninguna jodida visita social.
—Si, si... —me ignora cuando el conmutador de su escritorio suena—. Departamento de Policía de Seattle...
Checo mi tarjeta en el reloj y subo las escaleras hasta el piso del departamento de investigación, y como cada mañana soy el primero en llegar.
—Buenos días, jefe. —saluda Leila.
—Buenos días.
—¿Todavía tenemos de ese asqueroso café? —se queja, pero igual se sirve una taza—. ¿Tú quieres una taza?
—Claro.
Saco las carpetas de mi cajón para adjuntar la información que Ethan me envió anoche. Él y Leila casi siempre están juntos, me sorprende que no esté aquí ahora.
—Aquí tienes. —deja la taza sobre el escritorio—. Luces cansado, ¿Necesitas ayuda con algo?
—No, estoy bien.
El ruido que proviene de las escaleras me hace saber que el idiota de Luke acaba de llegar, su jodida costumbre de hacer ruido a dónde quiera que vaya contrasta con la actitud retraída de Ethan.
—Buenos días, jefe. —saludan.
—Me alegra que tengan tan buen ánimo, ¿Tenemos avances?
—Eh, no. —señala Luke—. Al parecer el muerto no confiaba en nadie y trabajaba solo en sus notas.
—¿Solo? —repite Leila.
—Así es.
—Mierda... Lo que tendríamos qué haces ahora es revisar las computadoras a las que él tenía acceso para comprobar en qué estaba trabajando.
—O sobre quién. —agrega el rubio.
—Es probable que necesitemos orden de cateo para poder traerlas hasta aquí, de todas formas vamos a intentar obtenerlas mientras Welch alista el papeleo.
Jodido Welch, es tan burocrático que en lugar de ayudar termina retrasando mis investigaciones.
—Ethan, revisa si hay computadoras en la casa de Johnson y pregunta a la viuda si te deja traerla.
Debería enviar a Leila con él, para crear algún tipo de empatía con la esposa pero no estoy completamente seguro de que funcione. Todos esperan mis indicaciones en silencio.
—Luke, ve con él. Tal vez así la esposa de Johnson coopere con la investigación.
—Oh, por supuesto. —mueve sus cejas con diversión—. Yo distraigo a la viuda.
—Imbécil... —respiro hondo—. Leila y yo iremos a las oficinas del diario, tal vez el dueño nos permite revisar el lugar de trabajo.
Les hago una seña para que muevan el culo hasta el auto y vayan a hacer lo que pedí. Antes de salir, termino mi café de un sorbo porque necesito reactivarme.
—Agh. —lo escupo—. Esta cosa de verdad sabe a mierda.
—Vamos por un café decente, jefe. Yo invito.
Leila y yo subimos a la suv de la policía y conduzco hasta el sur de Seattle, cerca de la salida donde sin duda las rentas deben ser bajas para un diario con pocas ventas.
—No hay forma de que éste empleo pueda darle todos los privilegios que él tiene. —señala Leila cuando observamos la fachada del viejo edificio—. Su casa es enorme... O bueno, lo era.
—Vamos a adentro.
El jodido lugar parece más una bodega que un complejo de oficinas, con escritorios y computadoras obsoletas amontonadas en el centro.
—Buscamos al dueño. —le digo al primer empleado que aparece y le muestro mi placa.
—Él no está, pero soy el supervisor, ¿Qué necesitan?
—Queremos revisar el escritorio del señor Richard Johnson. ¿Puede indicarnos cuál es?
—Tengo que llamar al señor Dennis primero, ¿Tienen una orden para eso?
—La tendremos pronto. —admito con molestia—. Volveremos más tarde.
Nos despedimos del hombre para volver al auto con las manos vacías. Tenemos que volver y presionar a Welch para que consiga las jodidas órdenes para los equipos.
Lo que nos lleva a más horas perdidas hasta que conseguimos las firmas y los sellos de un juez. Vamos de vuelta a la bodega para recoger la computadora y llamo a Luke en el camino.
—¿La tienen?
—Oh, si. —se ríe—. Solo tuve qué hablarle bonito.
—Me refiero a la computadora, imbécil. ¿La consiguieron?
—Si, es una pequeña laptop y Ethan ya está en la oficina sacando toda la información.
—Bien. Vamos para allá.
Estamos a unas cuadras de la estación cuando Leila golpea mi brazo.
—Para ahí. —señala la acera—. Estoy de humor para tomar ese café.
No quiero perder se vista la evidencia, pero el frío es más intenso ahora que la lluvia amenaza con caer sobre nosotros. Definitivamente necesito un maldito café decente.
—Bien pero no debemos tardar, tenemos que volver a la oficina.
—Deja de quejarte y te compraré una rosquilla.
Presiono mis labios y asiento cuando bajamos del auto, luego camino detrás de Leila hasta el mostrador del Starbucks para pedir mi americano intenso con el jodido nombre extravagante que les ponen aquí.
—¿Chocolate? —señala las rosquillas de la vitrina—. ¿O prefieres una de vainilla?
—No. —giro para mirarla pero algo en la ventana del establecimiento llama mi atención. Con una mierda, ¿De nuevo?—. Agh
Le hago señas a la chiquilla con la cabeza para que se largue, pero no me está mirando a mi, sino a Leila que toma distraídamente la bolsa con las donas.
—¿Algo más? —me pregunta la vendedora.
—No —cuando vuelvo a mirar, la jodida niña viene hacia mi—. ¿Qué mierdas haces? ¿Me estás siguiendo?
Le gruño con los dientes apretados y lo más bajo que puedo con el enojo recorriendo mi sistema. Ella no puede hacer eso, no voy a convertirme en el puto chisme de oficina.
—Vine por un café, este es un país libre. —contesta sin mirarme.
Pero estoy seguro que no es ninguna maldita coincidencia. ¡Ella está cruzando una puta línea aquí! Está acosando a un oficial de policía.
—Hey Christian, ¿Tienes todo? —pregunta Leila señalando mi café.
—Si.
—Entonces vamos, quiero ir a casa temprano para variar.
Mierda.
Sus ojos azules miran con odio hacia Leila y por un momento me temo que se le lance encima para agredirla, así que la tomo del brazo para que me mire.
—Deja de seguirme. —aprieto con fuerza su brazo—. No es un maldito juego, Ana. Aléjate de mi.
Le libero cuando Leila se da cuenta que no la sigo hacia la camioneta y me alejo sin mirar atrás.
ESTÁS LEYENDO
Obsesión (Mío #1)
FanfictionEntrar a la academia de policía fue sencillo. Llegar al departamento de Investigación requirió esfuerzo y disciplina. Convertirme en la nana de una chiquilla malcriada definitivamente no estaba en mis planes. ~ • ~ La historia es mía, pero los nombr...