—Sigo pensando que es muy extraño todo. —se queja Leila.
—No hay nada que podamos hacer si los azules no hacen detenciones, déjalo ir rubia. —Luke le guiña un ojo y ella pone los ojos en blanco por su comentario.
¿Soy yo o ellos están más irritables que de costumbre?
—Vamos a enfocarnos en lo que tenemos: un robo a mano armada sobre un vehículo de lujo y otro robo a un taller mecánico. —pongo ambos reportes en mi escritorio—. Leila y Ethan, el auto de lujo. Luke, vamos a hablar con el dueño del taller.
Si no los mantengo ocupados, se van a volver locos y yo con ellos. Por lo menos puedo mantener mi atención en este caso por las próximas horas.
—Nos vamos, jefe. —ambos salen de la oficina dejándome con Luke.
—¿Ya revisaste hoy?
—Si.
—¿Y dónde está?
—En un gimnasio local. —gruño mirando el reporte del robo.
—¿Ya hablaste con ella?
—No.
—¿Por qué no?
—¡No lo sé, maldita sea! —gruño golpeando el escritorio—. Deja de hacer preguntas estúpidas.
—Pero dijiste que cumplió años la semana pasada, ¿No? ¡Los cumpleaños son fechas importantes! Creí que estarías sobre ella para ahora.
—Yo también. —admito—. Creí que ella me enviaría algún mensaje pidiendo vernos, pero no lo ha hecho. Tal vez se olvidó de mi.
O encontró a un chico que pueda estar con ella sin ponerla en riego.
—¿Tú crees eso? Yo no lo creo, esa niña estaba loca por ti. —algo en mi semblante lo hace bajar la mirada—. ¿Quieres echar un vistazo a lo que sea que hace?
—Si, supongo que si. Vamos.
Dejo que Luke conduzca hasta la última ubicación de Ana. Solo sé que es un gimnasio y que ha estado ahí todos los días de las últimas tres semanas. ¿Estará tomando algún curso extra de la universidad? ¿Trabajando medio tiempo para distraerse?
Después de algunos minutos estacionamos afuera del recinto. Ambos miramos con desconfianza los vehículos antes de dirigirnos adentro.
—Esto no parece muy escolar, ¿crees que dejó la escuela?
—No lo sé. —saco un cigarrillo de mi bolsillo pero no lo enciendo—. No sé qué carajo hace aquí.
Caminamos por el solitario vestíbulo hasta las gradas de donde provienen las voces y los ruidos. En el centro de la cancha, en filas ordenadas, los reclutas de la academia de policía hacen ejercicios de estiramiento.
—¿Que carajos? —gruñe Luke recargándose en la baranda—. ¿Tú sabías algo de esto?
—No.
Miro con incredulidad hasta que la ubico en la tercera fila, la segunda de derecha a izquierda con su camiseta gris de la academia y pantalones de deporte azules. Su cabello castaño largo recogido en una coleta.
—Tu novia quiere ser policía. —Sawyer se ríe—. ¡Esto será genial!
—No es genial, idiota. Se está poniendo a si misma en riesgo por nada.
—¿Perdón? —me mira con un gesto ofendido—. ¿Ella no puede ponerse en riesgo pero tú y yo sí?
—No fue eso lo que dije.
—¿Entonces qué? ¿La quieres en tu departamento descalza y embarazada?
Mierda.
—Por supuesto que no. Me refiero a que ella debería ir a la universidad, estudiar una carrera y ser alguien importante en la vida.
Luke hace un gesto como si se sintiera ofendido y yo resoplo fastidiado por su maldito drama.
—Vámonos, tenemos trabajo que hacer.
Me alejo de las gradas con Sawyer siguiéndome de cerca, no puedo esperar a salir de este maldito lugar para encender el cigarrillo en mis labios. Bajamos los escalones exteriores cuando una voz familiar me llama.
—¡Christian! ¡Espera!
No quiero mirar pero es seguro que ella nos vio ahi adentro. Pensé que se había olvidado de mi o que estaría molesta por lo que le hice, pero solo tengo una forma de comprobarlo y me giro para enfrentarla.
—Ana, hola. —ella termina la distancia entre nosotros.
—Hola. Hey, Luke. —le dedica un movimiento con su cabeza—. ¿Se van sin despedirse?
—Estabas ocupada. —dice Luke antes de que yo pueda hablar y le lanzo una mirada para que cierre el pico—. Te espero en el auto, jefe.
Lo vemos alejarse antes de volver a hablar, quitándome el cigarrillo de la boca.
—¿Policía, eh? —pregunto con incomodidad.
—Si, como tú. Patearé algunos traseros delincuentes y el azul me favorece bastante. —bate sus pestañas de forma coqueta.
—Es cierto, el azul es tu color. ¿Pero qué pasó con la universidad?
Ana apoya las manos en su cadera y mira hacia la calle, a ningún punto en particular y yo la observo en silencio. Ella luce tan diferente, pero es la misma chica, no sabría decir qué cambió.
—Papá quería enviarme lejos y me negué. No quiero irme de Seattle.
—¿Por mi? —digo antes de pensarlo.
—Por ti y porque esta ciudad es mi hogar. No querría irme por mucho que reniegue de mi papá.
—Es bueno saberlo. —giro el cigarrillo entre mis dedos—. Por cierto, feliz cumpleaños.
—Gracias, amor. —Ana sonríe. Un momento, ¿Cómo es que ella ingresó?
—Creí que los reclutas debían tener al menos 20 años para ser aceptados. —la miro con los ojos entrecerrados—. ¿Cómo lograste entrar?
—Amenacé a papá. —encoge los hombros—. Tu mejor que nadie debería saber que siempre obtengo lo que quiero. —guiña un ojo.
—Lo sé. Estaba pensando en ir a este nuevo lugar de comida, ¿Te gustaría...?
—¡Ana! —un grito me interrumpe, pero no es eso lo que me molesta.
Es el estúpido rubio con el mismo uniforme de la academia que viene corriendo hacia nosotros, sonriéndole a mi Cerecita. ¿Quién mierdas es ese?
—¡Ya voy! —le sonríe cuando contesta—. Así que, ¿Un nuevo lugar? Me encantaría.
¿Qué?
—Ah, si. Claro. Llámame mañana cuando te desocupes y paso por ti.
—Eso me gustaría. Adiós amor. —agita su mano hacia el auto—. Adiós Luke.
Se acerca solo para besar mi mejilla y se aleja balanceando su coleta castaña de un lado a otro hasta que llega con el chico. Luego ambos caminan de regreso al gimnasio.
Antes estaba incómodo, ahora solo estoy molesto. Pongo de vuelta el cigarro en mis labios para encenderlo y dar una profunda calada. Voy de vuelta al asiento del pasajero en el auto.
—Uy, ya entiendo por qué no te llamó. —se burla el idiota Sawyer—. Tienes competencia.
Mierda.
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Obsesión (Mío #1)
FanfictionEntrar a la academia de policía fue sencillo. Llegar al departamento de Investigación requirió esfuerzo y disciplina. Convertirme en la nana de una chiquilla malcriada definitivamente no estaba en mis planes. ~ • ~ La historia es mía, pero los nombr...