Apenas pude empujar la llave correcta dentro de la cerradura sin apartar mis labios de ella. Mierda, no debí dejar que las cosas de calentaran en el auto con sus toques e insinuaciones.
—No creo que vayamos a dormir mucho. —susurro empujando la puerta para cerrarla.
—Estoy contando con eso.
—Mierda...
Si sigo besándola no pasaremos del jodido pasillo y no puedo ser un total imbécil llevándola al sofá, ¿O si?
—Camina a la cama, Cerecita, no puedo contenerme más.
Señalo hacia mi habitación para que se aleje mientras tomo una respiración antes de venirme en los pantalones como un puto adolescente.
—Piensa en Luke... —susurro para mí mismo.
Me sirvo un vaso de agua fría del dispensador, luego lo dejo en el fregadero de la cocina y voy hasta la chiquilla que ya está medio desnuda en medio de la cama.
—¿Así te gusta, amor?
Se muerde el labio llevando solo sostén y bragas.
—Mierda... —mi cerebro hace cosas raras cuando se queda sin sangre—. Necesito llamar a Luke.
—¡¿Para qué?! —chilla incorporándose.
No puedo dejar de mirar sus piernas largas y el conjunto de encaje blanco que llevaba bajo el vestido, mi boca abriéndose por la agradable sorpresa.
—Olvida a Luke... No mencionemos a Luke... Jamás volvamos a hablar de Luke... —balbuceo mirando más arriba en sus pechos.
—Christian, ¿Vas a mirarme toda la noche o vas a venir aquí a hacerme sentir mejor?
—Cristo, vas a matarme...
Me detengo al borde de la cama, apoyándome sobre mi rodilla derecha para acercarme a ella que permanece medio sentada a mitad del colchón. Antes de que pueda deslizarme hacia ella, empuja mi pecho para recordarme que sigo vestido.
—Aunque luces realmente guapo vestido así, te prefiero desnudo.
Un jadeo sale involuntariamente de mi boca cuando ella se aproxima para retirar la corbata con determinación absoluta, luego es el turno de los botones para ceder y descubrirme.
—Eres mío, Christian. Jamás lo olvides.
Tira del botón del pantalón para abrirlo y luego la cremallera baja causándome un escalofrío por toda la espalda. Ana parece tan segura de esto que no da pie a dudas.
—Cerecita, juro por Dios que quiero ir lento pero no resisto más.
—¿Y qué estás esperando? —empuja el pantalón para que caiga al piso—. ¿La bendición de mi padre?
Salto sobre ella acomodándome entre sus piernas suaves, la barrera de tela sirve para frenar mi ansiedad un poco pero no mantiene mi cabeza fría. Lo próximo que sé es que estoy desabrochando el sostén para mordisquear sus pezones.
Ana se estremece y gime bajito cuando mi mano se desliza por el interior de sus bragas para acariciar su botón sensible. Ella está malditamente lista y yo no puedo pensar en otra cosa que no sea estar en ella.
—Déjame liberarte de eso, Cerecita. —le quito ambas prendas—. Recuéstate ahí y te haré sentir mejor.
Sigo masajeando su cuerpo con suavidad, pero en el momento en el que estoy dentro de ella dejo de pensar. Mis dedos están acariciando su botón sensible y mordisqueo su cuello con cada embestida.
—Si, Christian... —gime.
Mi mente no es capaz de crear pensamientos coherentes, lo único que puedo hacer es observar la reacción de su cuerpo hacia mi y presiono para llevarla al límite. Tal vez si consigo liberarme un poco, podría tomarme las cosas con calma para un segundo round.
—Si, bebé, así. —chilla clavando las uñas en mis brazos.
—Mierda, nena, me dejarás marcado de por vida. —gruño y ella afloja su agarre.
—No me importa, así nadie se acerca a ti.
Un gemido interrumpe sus palabras y la siento tensarse abajo de mi. Sabiendo que llegó al clímax, aumento mi velocidad para perseguir el mío y me dejo caer a su lado cuando he terminado.
—¿Estás bien? —pregunto con la respiración entrecortada.
—Si, solo cansada. Creo que ahora podría dormir muy relajada.
Momentos después se levanta para ir a asearse y hago lo mismo cuando sale. Me decido por una ducha rápida para volver a la cama con ella, pero ya está dormida. Sigue desnuda, así que me deslizo a su lado y lanzo la cobija sobre nosotros.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, la luz de la mañana empieza a colarse por los lados de la persiana de mi habitación. Volteo a un lado esperando encontrar la figura de Ana, pero no está.
—¿Ana?
Me siento en la cama un momento para despabilarme, golpeando un poco mis mejillas antes de ir a buscarla. La habitación se siente fría y doy un vistazo recordando que sigo desnudo, su ropa y la mía en el piso.
—¿Nena? —insisto porque ella definitivamente sigue aquí.
Me pongo solo unos bóxers y voy a la cocina, encontrándola recargada en la encimera con una taza de café y una camiseta mía que tomó del cajón.
—Buenos días. —sonríe.
—Creí que te habías ido. —me siento en la silla frente a ella—. ¿A qué hora tienes que estar en la academia?
—A las 8.
—¿Te llevo a casa?
—No es necesario, le envié un mensaje a Fred para que traiga mi uniforme.
—Nena, ¿Qué tanta confianza le tienes a ese hombre? —ella arquea una ceja.
—¿A qué te refieres?
—¿Fred acostumbra ir a tu habitación y meter sus manos en tu closet? ¿O en el cajón de las bragas?
—¡Eso es absurdo! —se ríe—. Fred ha estado cerca de mi desde que usaba ropa interior de olanes, confío en él.
Mis cejas se fruncen por su comentario que supongo debería hacerme sentir mejor, aunque no dejo de imaginar al hombre mirando sus bragas de encaje.
—Yo juzgaré eso. —gruño para mí mismo.
Unos minutos después la puerta de mi departamento es golpeada con fuerza y tengo que moverme con rapidez para llegar a ella. Como lo supuse, el tipo ese Fred está ahí sosteniendo una mochila para Ana.
—Buenos días. —saluda ella pasando por mi lado—. Gracias. Puedes esperar en el auto.
El hombre permanece impasible ante mi riguroso escrutinio, pero Ana nos ignora cerrando la puerta.
—¿Terminaste de molestar a mi chofer? —se ríe.
—No. ¿Cuál dijiste que era su apellido?
—No lo dije, ¿Para qué quieres saberlo? —me mira con la ceja arqueada y yo encojo mis hombros.
—Curiosidad.
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Obsesión (Mío #1)
FanfictionEntrar a la academia de policía fue sencillo. Llegar al departamento de Investigación requirió esfuerzo y disciplina. Convertirme en la nana de una chiquilla malcriada definitivamente no estaba en mis planes. ~ • ~ La historia es mía, pero los nombr...