Capítulo 54

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—Lo digo en serio Luke, te quedas en el puto auto.

Me aparto de la ventanilla y tomo la mano de Ana cuando lo escucho gritar.

—¡Es mi auto! ¡Y tengo calor!

No nos detenemos hasta pasar la reja negra que protege la casa y luego por el caminillo de piedra hasta la puerta principal. Antes de que Ana ponga la llave, una mujer con uniforme abre la puerta.

—Bienvenida, señorita Wilks.

—Hola Gretchen, ¿Dónde está mi mamá?

—En la sala. —la chica sonríe y señala—. Oh, buen día.

Asiento con la cabeza porque los nervios me apretaron la garganta y no se si estoy listo para conocer a la madre de Ana. Espero que sea más amable que el jodido Raymond Steele.

—¡Mamá! —la sigo a una amplia habitación lateral.

— ¡Annia!

—Es Ana, mamá.

—Si, claro, ¿Cómo estás? Hace mucho no te veo.

Ana pone los ojos en blanco.

—Estuve tres días en el hospital, mamá. Supongo que no lo notaste.

—¿Ah? Creí que había hablado contigo esta mañana.

Ana exhala con fastidio. Su madre se endereza en el sofá para mirarla con una copa en la mano y una bata color rosa. Su cabello es más claro que el de su hija y sus ojos castaños claros.

—¿Hola? —balbucea cuando nota que estoy ahí—. ¿Quién eres?

—Buen día, señora Wilks, Soy Christian Grey. —estiro la mano para estrechar la de ella, pero me usa para sostenerse y levantarse del sofá.

—¿Christian? —gira un poco la cabeza para mirar a Ana—. Creí que tu novio se llamaba Jesús.

—Dios, mamá, Jess es mi compañero de la academia. Y no, Christian es mi novio.

Ana apoya su mano izquierda en mi brazo, donde su mamá aún me sostiene para que pueda ver el anillo en su dedo.

Muy sutil, Cerecita.

—Pues qué novio tan guapo, ¡Y qué ojos! —puedo oler el aroma del whisky en su aliento—. Acércate para que te vea mejor, Christian.

Sus manos se aferran a mis bíceps con fuerza para que no me mueva mientras me examina con una extraña sonrisa en sus labios.

—Sabes, muchas personas dicen que parezco la hermana de Ana.

—¿Quién, en su sano juicio diría algo así? —Ana gruñe—. Mamá, no intentes seducir a mi novio.

—No lo hago, Annie, pero es muy atractivo. ¿Cuántos años tienes, Christian?

—25, señora Wilks.

—Vaya. —sus manos se deslizan arriba y abajo en mis brazos—. La edad perfecta en un hombre.

Mierda.

Mis cejas se fruncen en una súplica silenciosa para que Ana intervenga porque no quiero ser grosero con su madre.

—Mamá, basta. —Ana sujeta mi brazo y tira con fuerza para apartarme—. Ven, vamos a mi habitación a tener sexo.

¿Qué?

No tengo tiempo de reaccionar porque ella me lleva por las escaleras hasta el piso de arriba, hasta la tercera puerta de la derecha.

—Qué vergüenza, no puedo creer que mi madre se lanzara sobre ti, es decir ¿Qué le pasa?

—Olvídalo, no fue nada, seguramente son los efectos de la intoxicación con alcohol.

Esperaba encontrar una habitación rosa, con edredones de flores y decoración infantil pero su habitación es todo lo contrario. Todo es blanco, con ligeros toques de verde y todo perfectamente ordenado.

—¿Sabes lo perturbador que es? —niega con la cabeza—. Tendré qué vigilar a mi madre cada vez que esté cerca.

—Hey, nena. —camino hacia ella para abrazarla—. Confía en mi, no tienes que preocuparte por ella o cualquier otra mujer a mi alrededor. Esto aquí prueba que te quiero a ti.

Señalo el anillo en su dedo y ella sonríe un poco, apoyando su barbilla en mi pecho.

—¿De verdad quieres tener sexo aquí? —mis cejas se arquean de incredulidad.

—Si. ¿Por qué no?

—Tu madre está abajo.

—No me importa que escuche. —encoge los hombros.

— Cerecita, ¿Por qué no sacas tu maleta y comienzas a empacar? Dejamos a Luke en el auto.

—¿Dejaste los vidrios abajo? —pregunta desabotonando mi camisa—. Aún tiene una botella de agua y lo que quedó de los tacos, no se va a morir en la próxima media hora.

—¿Segura?

Sonrío y la dejo terminar de sacarme la camisa, luego sus manos se mueven a mis pantalones y por un solo segundo considero detenerla. Antes de que pueda decir algo, sus manos ya están moviéndose arriba y abajo sobre la tela del boxer.

—Mierda, Cerecita, ¿Tienes prisa?

—Si. Quiero salir de esta casa lo más rápido posible.

—¿Entonces...? —su pequeña boca me alcanza y todo pensamiento se esfuma.

Arrodillada frente a mi con sus grandes ojos azules mirándome, comprendo que no voy a resistir mucho. Tomo su cabello con el puño y la aparto suavemente.

—Desnúdate. —ordeno.

Se quita mi camiseta y el pantalón deportivo lo más rápido que puede, haciendo muecas de dolor cuando levanta el brazo.

—Mierda, nena, olvidé lo de tu hombro.

—Yo también. —se ríe—. Los analgésicos hacen un gran trabajo.

—Esto será rápido, Cerecita. Sube ahí y abre las piernas para mí.

Hace lo que le pido, exponiendo también el vendaje sobre la herida de su muslo, solo un rasguño que dejará una cicatriz.

—Siento mucho no haberte protegido y que un bastardo imbécil te hiriera. — Dejo un beso en la piel a un lado del vendaje.

—Estoy bien, ahora cállate y ven aquí.

Tira de mi rostro y me acomodo entre sus piernas con cuidado de no apoyar mi peso o lastimarla. Y como no tenemos tiempo, embisto a un ritmo constante.

—Oh. —gime con los labios presionados.

—No te detengas. —jadeo en su oído.

Continúo incluso cuando la siento tensarse y empujar su cadera hacia mi para encontrar su liberación, la mía llega justo detrás estremeciéndome.

—Ahora sí estoy lista para empacar. —sonríe.

La ayudo a levantarse de la cama para ir a asearse mientras me visto de nuevo. Abro el clóset y comienzo a lanzar cosas a la cama.

—Lleva solo lo esencial, nena. Te compraré todo lo que necesites.

—Solo tomaré un par de cosas, amor. —mete algo de ropa en una mochila—. Algunos libros y mi uniforme.

Cuando tiene todo listo, cargo la mochila en mi hombro y tomo su mano para bajar las escaleras.

—¿Lista?

—Si.

Ni siquiera se despide de su madre cuando pasamos por el pasillo, encontrando la puerta principal abierta.

—Entonces. —se escucha una voz conocida—. ¿Te llamo cuando regrese?

Luke está recargado en una columna, sonriéndole a la chica rubia con el uniforme de sirvienta.

—¡Luke! ¡Tenías que esperar en el auto! —regaño.

—Tenía hambre. —le guiña un ojo a la chica.

—¡Sube ya al jodido auto! Nos vamos.

Obsesión (Mío #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora