Capítulo 40

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—Respira hondo y apunta. Cuadra los hombros, si las manos te tiemblan errarás el tiro.

Me detengo detrás de ella y soplo suavemente en su cuello, haciendo estremecer su piel.

—¿Qué haces?

—Comprobando tu nivel de concentración. —susurro—. Mantén la pistola firme en tus manos para evitar el culatazo. No siempre ocurre, pero no queremos que la pistola caiga de tus manos en un momento de vida o muerte.

—¿Has matado personas?

—Dos.

—¿Te han herido?

—Una vez, en la pierna. Ahora concéntrate. No queremos que nadie marque esa piel preciosa.

Golpeo su cadera para que vuelva la vista al frente y apunte al blanco. Llevamos apenas 20 minutos en el campo de tiro de la policía y hemos disparado unas rondas.

—Este lugar es muy tranquilo, ¿No deberían estar aquí afinando sus habilidades? —pregunta.

—La mayoría confía demasiado en sus habilidades como para dedicar algunas horas a entrenar.

Lanzo un vistazo al par de azules en la orilla carcajeando como si esto fuera un puto club social, aunque agradezco que nos ignoren.

—Jesse es francotirador, se enlistó a los 18 y sirvió dos años. —me dice.

Por supuesto que el imbécil es un jodido G. I. Joe.

—Genial. —gruño. ¿Por qué tiene que mencionarlo?

—¿Christian? —voltea para mirarme—. ¿Estás celoso?

—No.

Se ríe.

—¡Por supuesto que sí, bebé!

—Cerecita... Deja de distraerte y apunta al blanco. No nos vamos a ir de aquí hasta que puedas hacer un tiro perfecto.

—¡Oh, vamos! ¡Me muero por una hamburguesa con queso!

—Entonces mejor te das prisa para que pueda llevarte.

Me aparto un poco para darle espacio, observando su método de concentración con atención hasta que ella cierra los ojos.

—¿Cerecita? ¿Que mierda haces?

—Shh...

—¿Intentas activar tus poderes psíquicos? — me burlo.

—Calla. —me ordena—. Intento dejar de pensar en el aroma de tu colonia.

Se sacude con un escalofrío para enfatizar sus palabras, pero nos quedamos en silencio cuando los policías ruidosos pasan por detrás de nosotros.

—Tira.

Vuelve a cuadrar los hombros mientras inhala y exhala, tomándose su tiempo para hacerlo. Cuando finalmente presiona el gatillo, sale ligeramente desviado.

—Otra vez.

Tira de nuevo hasta vaciar el cargador sobre el blanco, solo uno demasiado cerca aunque no es un tiro limpio.

—Carga otra vez y sigue, es cuestión de práctica y te traeré aquí dos veces por semana hasta que puedas hacerlo.

—¿No te meteré en problemas?

—Estaré en problemas si sigues fallando los tiros, no confiaré en ti para cubrir mi espalda.

Encojo los hombros conteniendo una risa, Ana gira con el ceño fruncido y depositando el arma sobre la mesa.

—¿No confías en mí?

—Claro que lo hago, nena. Solo me gustaría que tus habilidades fueran mejores para que pudieras defenderte en caso de ser necesario.

—¿Quién dijo que no puedo hacerlo?

Tira de mi corbata para acercarme, manteniendo sus ojos azules sobre los míos. Toma mi camisa blanca con sus puños para sacarla de mis pantalones de vestir grises.

—Puedes confiar en mí, Christian. —dice con tono seductor—. Después de todo, soy buena guardando secretos, ¿No crees?

—Cerecita... —le advierto.

Ella muerde su labio inferior pero no deja de vagar por la hebilla del cinturón y la cremallera.

—No deberíamos.

—No hay nadie más aquí. —mira a ambos lados—. Podemos tener algo rapidito, creo que sería una gran motivación para mí y mis pobres habilidades de puntería.

—Bien.

Me aparto antes de que pueda terminar de bajarme los pantalones y la giro para que sea ella quien se inclina contra la mesa, sus brazos flexionados para apoyar su peso.

Deslizo sus pantalones azules del uniforme junto con sus bragas solo lo suficiente para entrar en ella sin problema.

—Eres una mala influencia, Cerecita.

—¿Yo? —jadea cuando la penetro—. Intento ser la mejor aprendiz, detective Grey.

—Mierda, nena. Romper las reglas no debería ser tan excitante.

Ambos dejamos de hablar tratando de contener los gemidos y mantener las cosas lo más privado que el sexo ruidoso permita, la mesa arrastrándose un poco con cada embestida.

Mis pantalones cuelgan de mi cadera, las mangas de la camisa arremangadas en los codos y los brazos apoyados a cada lado de su cadera.

—Oh, bebé...

Me inclino mas para morder su cuello, deteniendo las embestidas por un momento haciéndola quejarse. Menea el trasero alentándome a seguir.

—Sigue, Christian.

—No me des órdenes, niña.

Empujo con fuerza cuando siento mi cuerpo tensarse, su espalda arqueada contra mi pecho mientras alcanza su propio botón sensible.

—Nena. —jadeo contra su oreja—. Vamos.

Acuno sus senos en mis manos sobre la tela de su camiseta hasta que comienza a gemir y se relaja contra mi pecho, mis embestidas aumentando porque también estoy cerca del borde.

La dejo ir y se recuesta sobre la mesa con la respiración agitada, mis manos en su cadera y mi miembro aún dentro de ella.

—Eres el mejor maestro del mundo.

—Lo sé. —no puedo evitar la gran sonrisa en mis labios.

—Voy a tener la mejor puntería de todo el departamento, lo juro. —suelta una risita—. Estoy lista para esa hamburguesas de queso ahora.

Me aparto de ella para acomodarme la ropa y deseando tener algún pañuelo para que pueda asearse. Cómo si me hubiera escuchado, se levanta para mirarme.

—¿Y el baño?

—En el pasillo. —señalo la puerta que lleva a la entrada.

—Okey, dame un momento y estaré lista para irnos.

Recojo la caja de tiros, los cargadores y las armas para devolverlos al encargado. Me gustaría que Ana tuviera su propia arma y licencia, solo tengo que asegurarme que sabe cómo usarla.

—Estoy lista. —la escucho cuando se detiene a mi lado.

El hombre detrás del mostrador la observa con curiosidad, deteniéndose demasiado tiempo en el logo de la academia sobre su pecho.

—¿Todo bien, Paul?

—¿Eh? —su cabeza se gira con rapidez—. Si, Grey.

Empujo a Ana por la espalda para que camine delante de mi así el bastardo de Paul no le mira el culo en esos ajustados pantalones.

—¿No podrías usar ropa más holgada? —gruño cuando subimos al auto.

—Ya estoy usando ropa holgada, bebé. Antes iba a clases con unos shorts diminutos.

—Cristo... Vas a matarme de un puto coraje.

Obsesión (Mío #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora