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Era sábado. El día con su cita con Nicole llegó. La última vez que estuvo así de nervioso fue en el examen de la universidad para recibirse. Había salido de bañarse así que una vez seco se puso una camisa azul cielo, unos pantalones beige y zapatos negros (hay que admitir que su estilo de vestir favorito es el elegante sport) para luego prolijearse el cabello un poco y ponerse perfume dirigiéndose luego a la florería. 
Al llegar, aún con el corazón saliéndose de su pecho, Nicole estaba cerrando su local pues era el receso de la merienda. Estacionó el auto y fue hasta donde estaba ella. Lucía deslumbrante, aún siendo algo informal, usando como siempre su cabello café con bucles y sus ojos avellana tan brillantes. Traía consigo la dulce y contagiosa sonrisa de todos los días y su cara de muñeca. Simplemente bella. Sonrió al verla respondiéndole a su sonrisa como forma de saludo.

—Y bueno, ¿a dónde iremos exactamente entonces? 

—Ya lo verás.

—No quiero ser mala, pero no desearía que sea muy lejos pues tengo que abrir luego.

—Confía en mí.

Ella asintió y, para su sorpresa, la llevó al café de la calle del frente de su local. 

—Llegamos —dijo expresando emoción con una gran sonrisa. Ella observó el lugar con sorpresa—. Sé que no es un lugar de lujo ni nada, pero no quería que perdieras mucho tiempo para regresar, y además, como tú deseaste, no estamos muy lejos.

Nicole expresó un gesto dulce con su sonrisa en forma de agradecimiento y finalmente entraron. El aroma a café y a canela junto a panecillos recién horneados, se sentaron en una de las mesas del lugar y ordenaron cada uno lo suyo. Su orden no había tomado mucho tiempo en llegar y entre sorbos y mordiscos de sus ordenes charlaban y reían, como si se entendieran. Como si se habían conocido antes.

—Y dime, ¿a qué te dedidas, Thomas?

—Soy profesor de historia, así que esa es la razón por la que voy a ese colegio frente a ti todos los días. Te dije que no era un psicópata después de todo —ella ríe por lo dicho, le gustaba mucho el sonido de su risa.

—Gracias a Dios por eso. Oye, en serio tienes un trabajo muy lindo, Thomas.

—¿Por qué lo dices? 

—Pues, te basas en enseñar y educar a los niños, en ayudarlos a crecer, a aprender, a estudiar. Es algo totalmente lindo e importante lo que tú haces. La educación es una de las mejores herramientas que una persona pueda tener, ¿no lo crees?

Él, maravillado por su comentario respecto a su trabajo, asiente con una sonrisa en sus labios. Admitía que se había emocionado por ello —Totalmente, amo mi trabajo y también creo que es una de las mejores herramientas. Además, los niños son el futuro.

La conversación entre ellos se volvía más cercana, las risas eran más seguidas y la atención sobre el otro era total. Hablaban de sus cosas y parecía ser que se agradaban más que al inicio del café. Thomas pensaba que ella era más interesante que días atrás y de lo que ya le parecía sin antes conocerla como ahora lo hacía. Sabía que no se iba a arrepentir nunca de haberle invitado ese café, pues ahora se sentía más cercano a Nicole.  Ahora sabía que ella tenía 24 años,  que su cumpleaños era el 12 de marzo, algunos de sus gustos y anécdotas, y sobretodo su risa. Nicole ahora conocía la edad de Thomas, su cumpleaños, gustos y recuerdos de niñez, además de su gentileza. 
Vio la hora en su reloj y decidieron que era hora de irse pues debía abrir la florería para seguir trabajando. Así que la acompañó hasta allí.

—Gracias por haber aceptado mi café, Nicole.

—Gracias a ti, realmente la pasé muy bien contigo esta tarde. Y tenías razón sobre no ser un psicópata y sí un caballero —le dijo con una sonrisa, él estaba con el corazón en las nubes—. Nos vemos el lunes, ¿sí?

—Hasta el lunes, Nicole.

Ella se voltea un segundo antes de entrar para regalarle una última sonrisa logrando que él le responda igual para luego irse de allí. Entró al auto y encendiendo la radio encontrándose con la canción ''Let's Groove'' de Earth, Wind & Fire. Bailaba mientras conducía pues la felicidad se había apoderado de su cuerpo por completo. Había pasado el mejor día de su semana y ahora se sentía en la cima, se sentía imparable. Frenó en el semáforo en rojo y en eso Arthur lo llama. Atiende con gran euforia y buen humor.

—¿Y a qué se debe tanta emoción, hermano?

—Acabo de tener la mejor cita de mi vida. 

—¿Cita? ¿Con quién, cuándo pasó?

—Ven a casa, te lo explicaré allí.

Pasó media hora cuando tanto Thomas y Arthur llegaron a la casa y él le contó todo respecto a Nicole y lo sucedido, incluso hasta lo que pensaba de ella. Arthur estaba sorprendido al respecto, pero se alegró por la felicidad de su mejor amigo y si bien Thomas estaba ahora nervioso porque no sabía qué hacer sobre si volverla a invitar o si era muy pronto él lo tranquilizó aconsejándole que siga con hasta ahora con ella y que si se llegaba a presentar la oportunidad que la vuelva a invitar a salir otra vez y Thomás asentó sabiendo que tenía razón y luego se tiró al sofá tapándose el rostro.

—Hermano, ¿estás seguro de eso no lo haces por la ''presión de tu madre por cumplir casi 30?

—Por supuesto que no, lo que siento o estoy sintiendo por ella no tiene nada que ver por esa presión. Quiero estar con ella porque es mi decisión propia y sin esa presión. En serio me gusta esta chica, Arthur.

—Lo sé, espero que ella le pase lo mismo contigo porque sino debe estar loca. 

—Eso espero, también espero que no piense que sea un idiota.

—Buen punto.

Sabía que bromeaba como siempre y se unieron en un abrazo fraternal dándose unas palmadas de ánimo. Apreciaba que Arthur lo apoyara en esto y que lo escuchara, por estas cosas lo consideraba su mejor amiga y hermano. Después de cambiar de tema, siguieron charlando un poco más y se quedó a cenar. Hacía mucho tiempo, después de todo, que no lo hacía.

Por una corazonadaWhere stories live. Discover now