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La rutina volvía a su vida nuevamente y las clases igual. Su día venía tranquilo a pesar de la lluvia y se encontraba dando clases a su tercer grupo de primaria. Estaba explicando con detalles un tema nuevo para la clase cuando de repente una niña, Rebecca Halson, le preguntó si estaba casado. Él pensó que era una pregunta común y normal en los niños de su edad por su curiosidad así que relajado y con una sonrisa le respondió que no. La niña se sorprendió.

—¿Por qué?

—Es que aún no he conocido a esa persona especial.

La clase oía atentamente su conversación.

—Y ¿a usted le gusta alguien?

Se sonrojó un poco al aparecer Nicole en su mente en un santiamén al terminar de escuchar esa pregunta de su alumna, así que prefirió evadirla con una sonrisa tímida y continuó con la clase sin más. Pensó que había dejado todo atrás y se sentía algo aliviando. 
Al terminar la hora de clases saludó a sus alumnos y les recordó la tarea que debían entregar y así él también guardó sus cosas, pero entonces su alumna antes de irse se acercó a él. MAldijo por dentro, pensó que había quedado ahí el tema.

—Y ¿es linda?

—No sé de qué hablas, querida —respondió pensando que lograba convencerla de no haber entendido.

—No se haga profesor. Sé que le gusta la chica de las florería.

Palideció al oír eso. Ahora sí estaba en aprietos. ¿Acaso era tan obvio? 
Tartamudeó intentando negarlo, intentando que su pequeña e inteligente alumna se convenza. No fue así.

—Sí claro. Los vi hablar varias veces cuando mi mamá me vino a buscar a la escuela, no trate de seguir negándolo —Él quedó shockeado y se dio por vencido con ella. La niña se dirigió hacia la puerta para marcharse, pero antes se volteó a darle sus últimas palabras—. Si le gusta debe decírselo, no podrá negarlo por siempre. Además, se ven bonitos juntos.

Y se fue sin más. Se queda unos segundos ahí de pie hasta que por fin sale de la escuela. Se quedó en el café donde la llevó a Nicole para terminar con unos papeles allí. Sin darse cuenta se había hecho algo tarde así que pagó por el café y salió con su paraguas. Mientras se dirige a su auto sus pensamientos en aquella frase le daban vueltas en su cabeza. Decidido por subir al auto luego de meter su maleta en la parte de atrás  cuando alguien con una dulce voz le dice ''hola Thomas'' sacándolo de su trance por esa frase de la niña. Era Nicole. Intentaba no parece nervioso devolviéndole el saludo.

—¿Cómo has estado?

—Yo estoy bien, gracias. ¿Y tú?

—Todo perfecto, además volví a tener nuevos clientes así que ha sido un excelente día hoy.

—No me sorprende, con alguien tan alegre como tú quién no volvería —ella sonríe con timidez mientras que él se calla.

Continuaron hablando unos minutos más mientras que en su mente resonaban las palabras de la niña una y otra vez a la vez que la mantenía con él bajo su paraguas para que no se moje. Hasta que finalmente se despidió de él para irse a su casa a pesar de no tener algo para protegerse de la lluvia.

—Oye, ¿quieres que te lleve?

—No, está bien. Son solo unas calles, Thomas. Estaré bien.

—Mira, lo digo en serio y además, no es molestia. Y me sentiría terrible si te enfermaras, pues ¿quién atenderá a tus clientes de la misma forma que tú?

Se quedó callada unos segundos pero al mostrarle una sonrisa supo que había aceptado, así que le abrió la puerta del copiloto y se fueron. Ella le dijo que si no era problema la dejara en el local donde se encontraron la última vez ya que debía comprar algunas cosas y él amablemente asintió. 
En el camino hasta allí charlaron un poco sobre su día mientras escuchaban música, habían algunos silencios en el medio del viaje pero debía admitir que amaba su compañía y le gustaba pensar que adoraría hacerlo a diario o que podía acostumbrarse a eso y su cálida presencia. Sonreía ante la idea y ella entonces lo notó.

—¿Qué? —sonó algo graciosa.

—No es nada, sólo estaba pensando —dijo sin dejar de sonreír levemente. 

Continuaron hablando un poco más hasta que finalmente habían llegado. Le agradeció por traerla y por sobretodo haberse molestado pero para él realmente no era ninguna molestia y entonces se despidieron con una sonrisa y un movimiento de manos fugaz para así volver a casa. 
Le costó conciliar el sueño pues la frase de su alumna aún seguía ahí entre sus pensamientos, replicaban como campanas de iglesia formando un gran eco en sus oídos y corazón. Nicole, oh, Nicole.

Por una corazonadaWhere stories live. Discover now