Alguna vez leí que mucho antes de nacer, tu alma gemela ya está destinado a ti, que solo es cuestión de tiempo para que lo conozcas, lo ames y formes tu vida con esa persona. Lo presentí mucho antes de conocerlo, cuando mis ojos claros se encontraron con ese par de azules profundos que terminaron por añorar mis últimos días con él...
Con Nicolás Quecedo Valverde.
—3,2,1 ¡Allá voy!
Abro los ojos, dejando el tronco de ese árbol y debo decir que el tonto de Nicolás disfruta tanto este tipo de juegos que no se inmuta en esconderse, al contrario, me hace un par de muecas, incentivándome a que lo atrape. Mis piernas avanzan lo más rápido que puedan, el niñato es mucho más ágil, por lo que me esquiva cuando estoy a punto de cogerlo haciendo que caiga torpemente al barro.
— ¡Eres un tonto! —él explota en carcajadas sacándome de quicio— ¡Ayúdame!
Nicolás intenta contener sus risas, estira su mano y ahora soy yo quién curva mis labios para formar una sonrisa traviesa y jalarlo directamente hacia el sucio lugar.
— ¡Tonta!
— ¡Tú comenzaste! —paso mi pulgar por el barro y mancho una de sus mejillas— Eres un cerdo, Nicolás.
—Y tú una cochina, Ángela. —me dice después de manchar la punta de mi nariz— Di oink, oink, oink.
Lo miro con asombro, paso a una expresión molesta, pero a las finales suelto a reír y difícilmente puedo parar de hacerlo. Él tampoco se contiene, ríe tanto como yo logrando que mi órgano latente se acelere porque nunca habrá un chico que expulse ese sonido alegre, que tenga ese menudo cabello de color azabache y esos malditos ojos hipnotizadores.
— ¡Nico! ¡Angie! —la voz de Armando, su primo me hace sobresaltar. He estado sumergida en la belleza de este chico que ni cuenta de su presencia— Gina está cerca.
Los dos salimos del lodo y sigilosamente nos juntamos con Nando. Decidimos escondernos en uno de los tantos arbustos que rodean la casa de Los Quecedo y como nos advirtió, los pasos de la nana de Nicolás se escuchan muy cerca de nosotros.
—Jovencitos ¿Dónde están? —exclama sonando bastante agitada— Prometo no quejarme con la Señora Valverde.
Es difícil no reírnos un poco, me apena Gina por tener que lidiar con un par de chicos que suelen hacerle travesuras, pero resulta que estas son geniales y quién no desea pasar un buen momento divertido.
— ¿Estaban jugando a los dos cochinitos? —pregunta Armando en tono burlón.
—Oink, oink, oink —gruñimos al mismo tiempo.
Puedo sentir la mirada de Nicolás sobre mí lo cual me deja incrédula y le hago una expresión para que me diga que tanto me está chequeando el rostro. Él toca un lado de su mejilla para luego señalarme, dándome a entender que lo tengo manchado y debo limpiármelo.
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"En algún lugar del cielo" (Libro I)
Teen FictionPara Ángela, la vida siempre ha sido injusta con ella. No solo tiene que lidiar el que su padre haya vuelto a casarse y que además, le este dando una hermanastra sino que también, tiene que despedir al chico de quién está completamente enamorada... ...