✨Capítulo 17✨

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No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me encuentro recostada sobre la pared de los servicios higiénicos

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No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me encuentro recostada sobre la pared de los servicios higiénicos. Decidí quedarme aquí por si volvía a vomitar, ya que las náuseas aun no desparecían del todo. Solo espero que mi jefe no esté ardiendo de cólera por no estar a su lado supervisando cada uno de sus movimientos. Vuelvo a mirarme al espejo y al menos mi color rosa ya apareció, ya no luzco como fantasma y eso me tranquiliza mucho.

Salgo del baño estirando los brazos y estos se quedan en el aire al percatarme de la presencia de Nicolás. Ni bien, sus ojos se cruzan con los míos, él se acerca a mí y toma mi rostro con sus dos manos.

— ¡¿Por qué demonios has demorado tanto?! —exclama— ¡La angustia me estaba matando!

— ¿Desde cuándo...?

—Cuarenta minutos.

¡Dios! Sí que tardé muchísimo.

— ¿Qué tanto hacías allí? —me mira atento y preocupado a la vez— Digo... ¿Por qué saliste despavorida de la cocina?

—Perdón. —suspiro y él suelta mi rostro con cuidado— No soporté el mal olor.

— ¿Mal olor? —asiento con la cabeza— ¿Hablas de los platillos?

—Así es. —recordarlo me remueve el estómago— Mientras ustedes alagaban al chef, yo me retorcía de náuseas.

—Si te estabas sintiendo mal, me lo hubieras dicho. —toca mi frente. Su tacto me reconforta— No tienes fiebre. Tal vez, comiste algo que no te cayó bien.

—A las justas ingerí mi almuerzo. Llevo días sin mucho apetito.

—Tienes que ir al doctor. —toma mi mano— Ahora.

— ¿Qué?

No quisiera negarme, pero no me va a quedar de otra que hacerlo. Ya llevaba mucho tiempo sin aparecer delante del Señor Torres, así que suelto su mano y él me mira incrédulo debido a mi acción.

—Agradezco que te preocupes por mí, Nicolás. Pero sabes que aún no termina mi horario de trabajo.

— ¿Y desde cuándo eso me importa? —vuelve a sujetarme— Tu salud es más importante que tu maldito horario.

—Tampoco lo digas de ese modo.

—Me molesta que más te importe satisfacer las necesidades de ese idiota que las tuyas.

—No empieces, por favor.

¿Había mencionado que también estaba sensible? Pues sí, y el que mis ojos se llenen de lágrimas eran la prueba de ello. Estaba agotada de sus reclamos, de sus celos, de su desconfianza. Nicolás era consciente de que lo amaba, sin embargo, no soportaba la idea de verme con ese hombre.

Y en vez de desquitarse con él, lo hacía conmigo. Porque estaba claro de que yo era la culpable por haber aceptado ese puesto.

Si tan solo supiera por qué rayos lo hice.

"En algún lugar del cielo" (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora