✨Capítulo 4✨

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No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy encerrada en mi habitación

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No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy encerrada en mi habitación. Mi padre ya dejó de golpear la puerta, estoy tan enfadada con él y es que no puedo aceptar que haya tomado esa clase de decisión y todo porque se cierra a escuchar mi versión..., la real de lo que pasó realmente con Camile. Esa maldita que sabe actuar con tanta inocencia que ahora será la única en irse a Alemania con Nicolás y su madre.

Definitivamente, la vida no me sonríe.

—Ángela... —mi padre no se da por vencido— Tenemos que hablar.

— ¿De qué? —decido hablar— ¿De cómo no iré a Alemania? No, gracias.

— ¿Crees que es fue fácil para mí el haber tomado esta decisión con las ganas que tenías por ir?

—No, de seguro que no, pero con tal de complacer a tu mujer, que a mí me parta un rayo.

—No digas eso.

— ¡Lo es! —exclamo, estoy tan herida que no puedo contenerme. Mis ojos se nublan, tengo tanta ira que siento voy a explotar— ¡No fue solo mi culpa, pero aquí estás juzgándome! ¡A mí! ¡A tu propia hija!

—Abre, por favor.

—Solo... —me enrollo con las sábanas y rompo en llanto— Déjame sola.

Él no insiste, poco a poco sus pasos dejan de escucharse detrás de mi puerta, cumpliendo mi pedido y de paso, quebrando más mi corazón. Es un hecho que no viajaré con Nicolás, que tendré que despedirlo viéndose como se va con la estúpida de Camile.

No sé si podré soportarlo.

Mi teléfono comienza a sonar, no le tomo importancia porque sé que se trata de él y es que no tengo la fuerza suficiente para contestarle, ya que me conozco y estoy segura de que lloraré y se lo diré todo. No tengo idea de cómo reaccione, por lo que solo me tapo los oídos con la almohada y cierro mis ojos tratando de dormirme.

Ahora maldigo haberlo hecho porque soñar solo a Nicolás estaría perfectamente bien, pero atraer a mi hermanastra y que esta lo tome del rostro para besarlo, me congela y quisiera gritar hasta el cansancio, sin embargo, no puedo hacerlo.

— ¡No!

Me incorporo sobresaltada, mi frente está lleno de sudor y es así como caigo en cuenta de la horrible pesadilla. Mi pecho se siente pesado, tengo un mal presentimiento y definitivamente, no puedo rendirme. Tengo que dejar las cosas claras con mi padre, tengo el derecho de ser escuchada y que depende de ello, tome la decisión que crea conveniente.

Salgo de mi habitación y me encamino hacia su despacho. Por suerte, él se encuentra allí, pero lastimosamente junto a esa señora.

—Hasta que por fin salió. —menciona la bruja— ¿Tienes hambre?

—No. —la corto y solo miro a mi padre— Vengo a pedirte que escuches lo que tengo que decir... —le lanzo una mirada rápida a Laura— a solas.

—No creo que haya algún problema el que esté presente... ¿O sí, querido?

"En algún lugar del cielo" (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora