✨Capítulo 13✨

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ÁNGELA

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ÁNGELA

El estar frente a la tumba de mi madre, me rompe por completo. Mis lágrimas se deslizan sin parar sobre mis mejillas, me siento tan culpable por haber accedido ante la petición de mi padre, y es que solo era una niña que ellos podían manejar a su antojo lo que conllevó a que la dejara sin sus flores favoritas por tanto tiempo. Me pongo de rodillas, beso su tumba y cierro mis ojos para recitar una pequeña oración. El viento resopla, es como si ella estuviera respondiendo a mis oraciones y por un segundo, puedo sentir como si alguien me abrazara muy fuerte.

Ahora sé que me ha extrañado tanto como yo.

—Te amo, mamá. —sonrío y seco mis lágrimas— Vendré pronto, te lo prometo.

— ¿Lista, Angie?

Asiento.

Mi padre se despide de ella a su manera para no molestar a su esposa que ni idea porque nos ha acompañado cuando solo se ha dedicado a estar parada, chequeando los alrededores como un perro guardián.

En su caso, una perra.

Dejo de lado el enojo, respiro hondo y los tres salimos del cementerio.

—Deberíamos almorzar por aquí, ¿No creen?

—Me parece bien.

—Pero papá, hasta que almorcemos van a ser las cinco de la tarde. —digo preocupada— ¿No sería mejor almorzar por allá?

— ¡Ay corazón! —pinche bruja confianzuda— Es la primera vez que vengo por aquí y sé que el trayecto toma dos horas, pero en verdad quiero probar los platillos de este lugar.

¡Cómo jode esta mujer! Niégate, Angie. ¡Niégate! Me grita el corazón, solo que voy a tener que aceptar sus deseos. Después de todo, fue su idea el de venir a ver a mi madre.

Aunque tengo la leve sospecha de que su "idea" ha tenido un motivo.

Después de casi dos horas en ese restaurante (Porque Laura no decidía su plato) nos ponemos en marcha para regresar a casa. Ha sido una pérdida de tiempo porque al final optó por comer un plato tan típico de nuestra ciudad. Sus intenciones han sido otras, de eso no me queda ninguna duda.

Me fijo de la hora y casi me desmayo por lo tarde que es, va a ser imposible llegar a mi cita con Nicolás. Hasta ahora no sé qué decirle sobre la pulsera, temo a que piense que soy una descuidada que no ha sabido proteger ese objeto que nos une cada vez más.

—Papá, ¿Podrías acelerar?

— ¿Quieres que nos matemos? Este pavimento no es nada seguro.

—Tu velocidad es menos de lo indicado.

— ¿Por qué estás tan apurada?

—Se rompió mi pulsera y debo llevarlo con el joyero, pero este solo atiende hasta las seis.

"En algún lugar del cielo" (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora