✨Capítulo 30✨

6.6K 339 14
                                    

Cuando pienso que ya nada puede empeorar porque mi vida por fin da un rumbo mejor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando pienso que ya nada puede empeorar porque mi vida por fin da un rumbo mejor...

Aparece la bruja menor frente a mis ojos con esa prepotencia que siempre la ha caracterizado. Ella recorre mi cuerpo lentamente y el alivio se apodera de mí al recordar que me he puesto el mandil de Sole. No quiero ni pensar qué habría hecho si hubiera notado mi embarazo.

He vuelto a ser salvada sin imaginarlo.

—No puedo decir lo mismo... —observa alrededor— ¿Trabajas aquí?

—Si.

— ¿De mesera? —ríe bajo— Al fin, un trabajo digno de ti.

—De administradora... —sonrío tratando de no arrancarle la cabeza— Y así fuera mesera, no tendría nada de malo.

—Eso es porque a ti siempre te ha gustado ser una corriente.

Estoy conteniéndome porque se supone que es mi cliente a quién debo respetar. Si tan solo le hubieran enseñado valores y no a menospreciar a las personas.

— ¿Quién es ella, Cami? —se incluye una de sus amigas, mirándome como si le apestara— ¿Alguna ex mucama tuya?

—Si lo fuera, ni le hablaría, ¿no crees?

Las tres ríen.

No tengo porque seguir soportando sus desplantes.

— ¿Desean algo más, señoritas?

—Por supuesto. —Camile amplia su sonrisa y me extiende su mano derecha— ¿Qué te parece mi sortija?

El enorme diamante en su dedo anular no pasa desapercibido, gritando a los cuatro vientos que es ella quién se convertirá en la esposa de Nicolás Quecedo. Si esperó a que me desmayara, o me pusiera a llorar por la tremenda impresión, pues se jodió. A fin de cuentas, el que se case con él es lo que yo esperaba y debería estar besándome los pies y no alardear de algo que nunca tendrá.

Porque Nicolás nunca la amará.

—Disculpe, pero... —la miro apenada— Eso no está incluido en el menú.

— ¿Qué?

—El postre: "Qué te parece, mi sortija" no existe. —se le desencaja la mandíbula— Con permiso.

Me doy la vuelta y por suerte, Sole da señales de vida en dónde se me acerca para agradecerme y se encamina hacia el grupo de estúpidas. Nuevamente me posiciono en mi puesto de trabajo, tratando de calmar el coraje, enfocándome en otras cosas.

Podría concentrarme, sin embargo, sus risas escandalosas ponen de mal genio a cualquiera. Si en algún momento temió por mi presencia, debo decir que esos temores han desaparecido. Total, a ella le pertenecía ese anillo, no a mí.

Puedo oír el crujido de mi corazón.

Así yo lo haya aventado a sus brazos, no quiere decir que duela menos.

"En algún lugar del cielo" (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora