ONE & ONLY [Tom Hardy Fanfic]

UNO

Marisa buscó su monedero en el fondo de su bolsa, lo abrió y extrajo un billete manchado y maltratado para entregárselo al barista. El hombre contempló el billete como si este le fuera a contagiar de alguna extraña enfermedad. Marisa se puso colorada, se encogió de hombros y le sonrió con timidez.

-Aquí tiene su cambio y su ticket – Murmuró el tipo – En un momento le entregaremos su café.

Marisa asintió y caminó de regreso a la mesa para reunirse con Colette Brown, su mejor amiga desde que entrara a la preparatoria. Se dejó caer sobre la silla y bufó, apoyando sus brazos en la mesa y recostándose sobre ellos.

-¿Y ahora qué? – Preguntó Colette - ¿Qué te acontece Mari?

-¡Quería una dona! – Bufó la chica - ¡Pero ya no me alcanza! – Gimió e hizo un puchero - ¿Te acuerdas del billete que encontré atrás de la secadora en la lavandería? – Preguntó y su amiga respondió con un 'ajá' - ¡Pues con eso pagué este café!

-¿En serio no tienes nada... NADA de dinero? – Preguntó Colette bastante preocupada.

-Gasté la paga por modelar esos zapatos en la renta, comprar algo de material y un par de libros – Suspiró Marisa - ¡Ahora me he quedado sin nada para comer! Y tengo hambre – Suspiró – Este café es mi desayuno, comida y cena de este día.

-¡No digas eso, amiga! – Murmuró Colette – Te invito a comer a mi casa y si quieres te quedas a cenar.

-Acepto tu invitación a comer – Sonrió Marisa – Pero por la tarde tengo que ir al centro comercial, quizá con algo de suerte me permitan ponerme la botarga del Oso ese que anuncia esos productos de miel.

-¡Ay no! – Gritó – Colette - ¡Me han dicho que esa botarga huele peor que a drenaje profundo!

-¡No me importa! – Dijo Marisa entre risas – En serio me urge tener dinero.

-¿Y por qué no le llamas a tus padres?

-¡Ni se te ocurra! – Exclamó la chica – No puedo pedirles más dinero, papá está enfermo y no puede trabajar como antes. Además, ya me enviaron dinero, ¡no puedo pedir más!

Colette se quedó pensando unos momentos. Conocía la situación económica de Marisa, su familia era de origen humilde, su padre obrero y su mamá había sido profesora en una escuela primaria. La señora Davison estaba jubilada y su esposo también; y hacían hasta lo imposible por ayudar a su hija. Desgraciadamente, el señor Davison había enfermado y prácticamente todo lo que tenía había sido gastado en su tratamiento. Y a pesar de que Marisa trabajaba en cuanto podía, últimamente el dinero era escaso.

-¡Ya sé que puedes hacer, Mari! – dijo Colette por fin – Voy a llamar a Zac, quizá el pueda ayudarte.

-¡Ay si, por favor! – exclamó Marisa - ¿Crees que tenga algo disponible para mí?